(Carlos Milla es presidente de la Cámara Regional de Turismo del Cusco)
Todos los peruanos debemos estar convencidos de que el nuestro es el mejor país del planeta. Tenemos el único territorio que combina montañas con miles de kilómetros de costa, selvas, el Amazonas (el río más grande del mundo) y el Titicaca (el lago navegable más alto del globo).
Esa combinación ha dado a nuestro territorio la mayor biodiversidad. Tenemos miles de aves, nuestra flora y fauna son absolutamente deslumbrantes. A esto se une que en este espacio geográfico se gestó una de las cunas de civilización. Una cultura milenaria que fue capaz de adaptarse a un territorio megadiverso y desarrollar tecnologías únicas y asombrosas.
Hasta aquí, la obra portentosa de la naturaleza y de nuestros antepasados.
¿Qué hay del turismo?
El mundo parece estar conmovido con las grandezas del Perú. ¿Ejemplos? La industria turística tiene publicaciones especializadas en las que, invariablemente, el Perú está, no solo presente, sino liderando los ‘bucket list’. Los potenciales visitantes tienen la imagen de Machu Picchu en el número uno entre sus deseos de viaje.
El Cusco acaba de ser elegido entre las 50 ciudades más atractivas del mundo.
La cocina peruana es ya reconocida como ‘la mejor del globo’.
Cada mes, tenemos grandes noticias sobre empresas peruanas que ganan los primeros lugares de los ránking de hoteles del mundo.
Recordemos que, hace poco más de 25 años, el país estaba acorralado por el terrorismo y una epidemia de cólera, por lo que viajar al Perú estaba ‘prohibido’ por muchos países.
Luego, el Perú se abrió a las inversiones. Ahora entramos en la vitrina del turismo mundial. En los últimos años, los peruanos podemos decir que hay una industria turística mucho más profesional. El producto peruano se ha diversificado y hemos alcanzado ya ‘la masa crítica’. El Perú tiene 4,5 millones de visitantes de todos los segmentos, y el Cusco/Machu Picchu más de 1,5 millones.
Nuestro turismo crece permanentemente y supera en más del doble a la tasa de crecimiento del turismo mundial. Muchos años hemos pasado los dos dígitos.
Hasta aquí, ‘el vaso medio lleno del turismo peruano’.
¿Cómo estamos realmente?
Recientemente, hemos recibido una noticia que debe ser motivo de alarma. En el 2019 el turismo peruano ha crecido solo 1%, después de haber estado en casi 10%. Crecer tan poco equivale a retroceder. ¿A qué se debe?
A que nuestro país está dando malas señales al mercado. La oferta de servicios en manos del Estado no está respondiendo al crecimiento de la demanda. El aeropuerto Jorge Chávez, que siendo una concesión privada depende de diversas instancias estatales para poder crecer, sigue con una sola pista de aterrizaje. Luego de 20 años de la concesión, LAP (el concesionario) no ha construido la segunda pista. Razones hay, y una de ellas es la inoperancia de diversas entidades públicas (en cuanto a la permisología y un largo etcétera).
El aeropuerto Velasco Astete del Cusco, con poco más de 50 vuelos diarios, está ya en su punto crítico. Y el proyecto del aeropuerto de Chinchero ha sufrido los retrasos conocidos por todos.
El protocolo de operación de Machu Picchu sigue siendo el mismo de hace 40 años. Una ruta única de tren de ida y vuelta y una visita congestionada en un área pequeña de la montaña, que ya acusan deterioro. Y la operación monopólica de los buses con un servicio deficiente.
Por si fuera poco, la ciudad soporte de Machu Picchu no es sostenible: construcciones clandestinas altamente peligrosas atienden a miles de turistas en condiciones de precariedad. Las mafias que se oponen al progreso y al cambio no permiten la construcción del centro de visitantes, que aliviaría la presión y permitiría mejorar sustantivamente la calidad de visita. Y las mal entendidas demandas de ‘actores sociales’ están poniendo un tope al crecimiento del turismo del Perú.
Problemas colaterales
Una mirada al Plan de Desarrollo Regional de Turismo del Cusco (Pertur) nos está dando nuevas señales de alarma, que involucran –otra vez– al Estado.
Hay cuellos de botella por carencias de infraestructura.
Hay exceso de expectativas. Se ha querido hacer creer que el turismo va a ser el motor del desarrollo, cuando este debe ser producto de muchas actividades económicas actuando armónicamente.
Hay inversión espontánea. Muchos inversionistas locales han construido establecimientos hoteleros o equipamiento turístico sin el estudio de mercado que garantice el retorno. El segmento de hoteles de 2 y 3 estrellas del Cusco puede tener una ocupación tan baja como 20%.
Hay migración de la inversión desde otros sectores económicos. Es frecuente ver ferreteros o mineros invirtiendo en turismo sin la preparación profesional para operar negocios de una naturaleza diferente.
Hay asimetría y frustración por los malos resultados: naturalmente, cuando la gente invierte y no obtiene retorno, se frustra. Pero no es todo. Hay una sobreoferta de servicios en las categorías medias y esta inversión es de gente local.
Hay barreras tributarias.
Hay una oferta monotemática, muy centrada en lo cultural –arqueológico–, que conspira contra el aumento de las tasas de permanencia.
Hay presencia de monopolios.
Hay alta conflictividad.
Y, en cuanto a las ‘tecnologías disruptivas’, como las ‘Online travel agencies’ (Otas), están afectando gravemente la rentabilidad de los establecimientos pequeños.
Por otro lado, solo en el Cusco han entrado en oferta más de 5.000 establecimientos de uso turístico en la plataforma Airbnb, compitiendo en ventaja con los establecimientos de hospedaje regulares. Los departamentos tienen menores precios, no juegan en igualdad de condiciones, no tributan, no tienen registro municipal, no conocemos su estatus ante la Sunat, generan empleo de manera muy marginal y, si bien es cierto ofrecen servicios diferentes, actúan con ventaja sobre quienes invirtieron formalmente en los mismos mercados.
En años recientes, cuando el sector estuvo liderado por un profesional de turismo, se hicieron importantes esfuerzos en salvar algunas brechas. Por ejemplo, se logró la entrada de nuevos actores aerocomerciales que impulsaron la conectividad y la competencia en precios.
Se empezaron a salvar las limitaciones de muchos aeropuertos del Perú, que operaban con restricciones por falta de combustible.
Se estimuló la operación del ‘hub’ Cusco, que tiene ahora 10 destinos. A nivel internacional: Bogotá, Santiago, La Paz, Santa Cruz. Y a nivel doméstico: Trujillo, Iquitos, Pisco, Arequipa, Juliaca y Puerto Maldonado.
Se negoció con ventaja acuerdos bilaterales de comercio, entrando la aeronavegación por primera vez.
Se impulsó el cabotaje, para lograr conectividad marítima doméstica dentro del Perú.
Ante la ‘Ley Mulder’, que prohibía la publicidad estatal de Promperú, se hicieron las Casas Perú en Moscú (en tiempos del Mundial de Rusia), Shangái, y luego en Madrid, permitiendo la presencia del Perú frente a los ojos de millones de potenciales visitantes.
Sin embargo, hoy parece que el ruido político nos tiene atados de manos.
Por eso, la tarea que tenemos por delante, los gremios y el Estado, es muy grande, y debemos ponernos de acuerdo en los lineamientos a largo plazo. Consolidar lo avanzado y mirar el futuro con optimismo.