La economía peruana se encuentra en un momento crítico. El debate sobre si estamos en recesión o no domina las discusiones económicas en los medios. Sin embargo, la atención reciente de los mercados se ha centrado más en las acciones del Banco Central de Reserva (BCR).
En la última reunión del directorio del BCR, se decidió mantener la tasa de interés de referencia en 7,75%. Esta determinación refleja una compleja evaluación de la situación económica. Aunque la inflación lleva 26 meses por encima del rango objetivo del 1% al 3% y marcó un 5,88% en julio, otros indicadores sugieren una tendencia a la baja en los precios. La inflación, excluyendo alimentos y energía, se sitúa en 3,89%, mientras que los precios al por mayor han sufrido una deflación de 1,74% en julio.
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En el ámbito global también se observa esta tendencia. En Estados Unidos, la inflación de julio fue de 3,2%, muy por debajo del 8,5% registrado en el mismo período del año anterior. China, en tanto, experimenta una deflación del 0,3%, afectada por la disminución en los precios de la vivienda y la demanda debilitada.
Ante estas dinámicas, varios países vecinos han comenzado a ajustar sus políticas monetarias. A fines de julio, el Banco de Chile redujo su tasa en 100 puntos básicos, mientras que, a inicios de agosto, Brasil lo hizo en 50 puntos básicos, ambos en respuesta a las menores presiones inflacionarias. Esta reducción en el costo del financiamiento busca estimular la demanda y el crecimiento de esas economías, en un contexto en el que el FMI proyecta un crecimiento regional inferior al 2%.
Estas señales parecen marcar un fin a la crisis inflacionaria vivida durante los últimos dos años; sin embargo, resulta importante repasar los factores que nos llevaron a ella.
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El origen de la crisis inflacionaria
La crisis inflacionaria de los últimos dos años se originó por diversas razones interconectadas. En primer lugar, el cambio climático y las políticas ambientales generaron transformaciones en la matriz energética que cuestionaron la viabilidad de los combustibles fósiles y redujeron la inversión en exploración. Aunque necesario, este cambio trajo consigo consecuencias no anticipadas.
La pandemia también desempeñó un papel crucial al alterar los patrones de consumo. Las restricciones y el temor al contagio llevaron a un cambio en la distribución del gasto familiar, afectando especialmente sectores con alto componente de contacto humano, como el transporte, el turismo y los restaurantes. En el caso de Estados Unidos, los hogares pasaron de destinar el 30% de su gasto en bienes a destinar el 70%. Los servicios siguieron el patrón inverso, con una caída significativa de su demanda.
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En tercer lugar, las políticas fiscales y monetarias implementadas durante la pandemia desempeñaron un rol crucial. Los bancos centrales redujeron las tasas de interés a niveles históricos y proporcionaron apoyo financiero a empresas y hogares, generando una inyección monetaria importante que presionó los precios de bienes.
Durante el 2021, estas presiones comenzaron a revertirse. Los bancos centrales aumentaron las tasas de interés, y a medida que la presencialidad regresaba, sectores como transporte y servicios volvían a la normalidad. Sin embargo, esta recuperación fue heterogénea y no se reflejó de igual manera en el PBI.
Aquí apareció el último factor. La invasión de Rusia en Ucrania en el 2022 impactó los precios de granos y fertilizantes, además de influir en el precio de la energía debido a sanciones impuestas a Rusia y sus exportaciones de gas a Europa. Esto se tradujo en aumentos en los precios de alimentos y energía. Este evento inesperado postergó la reversión de la inflación y forzó a los bancos centrales a tomar posturas más restrictivas en su política.
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Recesión técnica y normalización
La dinámica sectorial heterogénea generada durante este período es lo que evita que hablemos de una recesión en el sentido más preciso, ya que no todos los sectores e indicadores están cayendo. Independientemente de los tecnicismos, la economía está gravemente golpeada. El proceso de normalización también ha afectado negativamente los precios de las materias primas y, con ello, las cuentas fiscales. La inestabilidad política y la conflictividad social afectan la confianza para invertir y contratar de manera formal.
En este panorama, el estímulo monetario ayudaría en algo a reactivar la economía. No obstante, existen razones para la prudencia. Los especialistas predicen más problemas climáticos en el horizonte que ya afectan las áreas sembradas y proyectan escasez de alimentos hacia adelante. Desde mi perspectiva, la decisión de mantener no ha sido fácil, pero los mercados anticipan que el BCR empiece un ciclo de recortes a la tasa en los próximos meses. Paciencia y buen humor.
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