(Bloomberg) El propio Emmanuel Macron dice que la tarea es “inmensa”. Eso fue lo que el flamante presidente francés dijo hace apenas una semana en su discurso de victoria en la explanada del Louvre. Durante su campaña, Macron dijo que la economía necesitaba una profunda reforma. Entre otras cosas, su programa incluye reducir los impuestos a las empresas, flexibilizar las normas laborales y simplificar el sistema de pensiones.
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Eso fue lo que el flamante presidente francés dijo hace apenas una semana en su discurso de victoria en la explanada del Louvre. Durante su campaña, Macron dijo que la economía necesitaba una profunda reforma. Entre otras cosas, su programa incluye reducir los impuestos a las empresas, flexibilizar las normas laborales y simplificar el sistema de pensiones.Parte de la necesidad de tantos cambios obedece a que ninguno de sus dos predecesores inmediatos, François Hollande y Nicolas Sarkozy, pudo hacer mucho. En los últimos 10 años, en ocasiones llamados “la década perdida”, los problemas económicos de Francia se acumularon.
La deuda nacional, por ejemplo, casi se ha duplicado en los últimos 10 años y se ha acercado al alarmante umbral de 100 por ciento del producto bruto interno. El año pasado la deuda pública francesa superó a la de Alemania, una economía más de un tercio más grande.Un motor clave de ello es el generoso gasto social del país, que como porcentaje del PBI es mayor que el de toda gran economía desarrollada.
El rápido envejecimiento de la población de Francia plantea un desafío semejante al flujo de dinero del gobierno dado que cada vez menos personas en edad de trabajar aportan al sistema para sostener a cada persona retirada. Esa proporción entre personas económicamente activas y retiradas ha superado en Francia el promedio de la UE en cada uno de los últimos 10 años, y la brecha ha seguido aumentando.
En cuanto a las personas que integran la fuerza de trabajo, hace mucho que se considera que los costos laborales relativamente altos que tienen los empleadores franceses son una de las principales desventajas competitivas del país.
“Las regulaciones y los costos laborales probablemente sean la prioridad más urgente”, dijo Bruno Cavalier, economista jefe de Oddo Securities en París. “Las reformas en ese terreno podrían generar una inyección de confianza”, pese a que el efecto podría notarse pasados varios años, agregó.
La dificultad para contratar y despedir personal, sumada a los diversos costos e impuestos laborales que establece el gobierno, contribuye a explicar la persistencia del elevado desempleo francés, que ya lleva varios años rondando los dos dígitos.
Más allá de los costos laborales, las empresas francesas tienen otra gran queja: la fuerte presión tributaria. Por ejemplo, en la región de París en 2015 la tasa empresarial efectiva promediaba casi el 35 por ciento, mientras que era de 21 por ciento en Londres y de 27 por ciento en Bruselas.
“El diagnóstico de Macron es que hay demasiadas trabas a la contratación y a las inversiones privadas, y es la primera vez en muchos años que un nuevo presidente transmite ese mensaje económico”, dijo Cavalier.