Hace un año nos dejó Javier. Amaba las clases universitarias porque allí se construían las relaciones con los “jóvenes valores”, como él decía. Setenta y tres semestres de alumnos privilegiados que no solo recibieron clases de derecho laboral, también reflexiones sobre arte, música o literatura o, simplemente, ejemplos de humanidad.
La docencia fue el eje de su vida, le dio la felicidad que necesitaba para vivir. Decía que ofrecía a sus alumnos solo su corazón. Sus mejores amigos fueron sus alumnos, sus discípulos. Siempre agradecía porque tuvo la fortuna de encontrar en la Universidad su razón de ser, compartir tantos conocimientos y pese a todo lo que disfrutamos y recibíamos, decía que daba infinitamente menos de lo que recibía. Más que la docencia, encontró en las aulas la satisfacción espiritual que tanto buscamos.
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Un ejemplo de integridad y coherencia. Un dirigente sindical le sugirió alguna vez no opinar cuando su parecer no le era favorable. Javier comentó que el derecho laboral tiene su sustento en la protección al trabajador por ser la parte débil pero no por ser bueno; si es malo en un caso y se le consultase, su deber no era quedarse callado.
Con su sabiduría y posición, pudo tener un seguro privado para ser atendido, pero prefirió al seguro social. No quiso afiliarse al sistema privado de pensiones para retirar sus fondos y todos sus aportes terminaron sumando al fondo colectivo de los pensionistas.
Dice el profesor Abraham Siles, con propiedad, que Javier tuvo la generosidad de una vida consagrada a ayudar a los demás. Algunos discípulos acabaron la carrera gracias a él, pudieron salir del desempleo o fueron auxiliados en situaciones de emergencia. Organizó colectas entre sus primeros discípulos para ayudar a los jóvenes. Tanto fue su desprendimiento y apoyo que, luego de su partida, dejó un fraccionamiento tributario.
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Sencillo y humilde. Prefería las reuniones con sus discípulos, que se fueron renovando y multiplicando en el tiempo, antes que una cena con autoridades. Tiempo con sus amigos para vivir plenamente de las artes y el afecto. Parafraseaba a Einstein “la calma y una vida modesta traen más felicidad que la persecución del éxito combinado con agitación constante”. Sus discípulos tratamos de seguirlo, de imitar lo que admiramos.
Contribuyó mucho a las relaciones laborales. Inició la negociación por rama en construcción civil defendiendo el pliego sindical como asesor ad honorem y, durante su gestión como ministro de Trabajo, en el 2004, la Federación de Construcción Civil y Capeco firmaron el primer acuerdo colectivo y que se viene celebrando todos los años, con paz laboral, sin paralizaciones para el sector.
Alguna vez el propio Javier citó a Horacio, “No moriré del todo”. Sigues aquí Javier, con nosotros, cuando tratamos de imitarte con gestos de generosidad, leemos tus textos o te citamos. Siempre estás.
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