En las últimas décadas, el Perú venía experimentando una gran trasformación. La pobreza monetaria se redujo, entre el 2004 y el 2019, de 59% a 20%; mientras que la pobreza extrema pasó de 11% a 3% entre el 2007 y el 2019. Asimismo, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), entre el 2009 y el 2019, la población con al menos una necesidad básica insatisfecha en las zonas rurales se redujo en 19 puntos porcentuales (pp.). La tasa de desnutrición crónica en niños menores de 5 años en zonas rurales registró un descenso de casi 16 pp. en el mismo período.
Estas drásticas reducciones se explican, principalmente, por cuatro factores: la estabilidad macroeconómica, que genera un ambiente adecuado para promover la inversión; el crecimiento económico, que va de la mano con la creación de empleo –no es de sorprender que, durante los años que crecimos a un ritmo promedio de 6,4% (2004-2013), la pobreza cayó en 34,8 pp.; mientras que en los años que crecimos a una tasa promedio de 3,1% (2014-2019), la pobreza solo se redujo en 3,7 pp.–; la ampliación de la cobertura de los programas sociales y de protección social –la mayor cobertura del Sistema Integral de Salud (SIS) es un ejemplo de ello–; y la profesionalización de los programas sociales, los cuales se han basado en evidencia y han sido claves en la atención de necesidades de la población con mayores desventajas, especialmente en las zonas rurales.
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Sin embargo, la pandemia generada por el COVID-19 no solo frenó estos avances, sino que nos hizo retroceder terriblemente. La paralización de la economía y la enorme caída en el empleo durante el 2020 (las personas en desempleo pasaron de 600 mil a 1,5 millones) hicieron que, según las estimaciones de los economistas Pablo Lavado y César Liendo, alrededor de tres millones de peruanos hayan caído en situación de pobreza el año pasado. Esto representa un aumento de más de 10 pp. en la tasa de pobreza y un retroceso de, aproximadamente, nueve años.
De acuerdo con el Banco Mundial, el grupo de personas que han caído en la pobreza está compuesto, en su mayoría, por la población que estaba catalogada como vulnerable antes de la pandemia. La población vulnerable es aquella que, si bien no es considerada pobre, aún se mantiene muy cerca de la línea de pobreza. Por lo que, según los investigadores Hai-Anh Dang y Peter Lanjouw, esta posee una alta probabilidad de regresar a la pobreza ante choques negativos (como una pandemia) o ante problemas repentinos (como ser víctimas de una enfermedad o perder un empleo). Recientemente, el INEI ha mostrado que, entre el 2014 y el 2019, más de la tercera parte de la población peruana todavía se encontraba en esta situación.
Otro dato importante es que el 30% de este grupo vive en zonas urbanas, donde la atención de los programas sociales es más limitada. Asimismo, según una encuesta realizada por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, en el 2020, el 70% de los peruanos entrevistados había experimentado una reducción en su capacidad para comprar alimentos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura sostuvo que los hábitos alimenticios de los niños se han visto afectados seriamente bajo el confinamiento. Esto, sin duda, representa enormes pérdidas en la calidad de vida de muchas familias.
¿QUÉ PASOS DEBERÍAMOS SEGUIR?
Para revertir la situación actual de muchos hogares, es necesario centrarse en cuatro puntos fundamentales. Primero, se deben repensar y ampliar los programas sociales, de modo que puedan atender oportunamente a la población que acaba de caer en condición de pobreza. Si bien esto conlleva enormes retos de focalización y presupuestales, es necesario brindar atención a estas familias que han sido enormemente afectadas durante la pandemia.
Segundo, se debe consolidar un sistema de protección social que no solo busque aliviar y reducir la pobreza, sino que también preste especial atención a reducir la vulnerabilidad de las familias. Tercero, para llevar a cabo los dos puntos anteriores, es primordial reactivar la economía y crecer a tasas más altas en los siguientes años. Esto es fundamental para acelerar la generación de empleos de calidad en el siguiente quinquenio, que puedan absorber justamente a las personas vulnerables. Cuarto, con el fin de brindar mayor velocidad de atención a los hogares más afectados ante choques negativos, se debe fomentar la creación de programas de emergencia. Para ello, es necesaria la mejora de los sistemas de información, de modo que se pueda brindar atención oportuna en situaciones como la actual pandemia o el fenómeno de El Niño que aqueja al país periódicamente.
Definitivamente, el Perú ha tenido avances importantes en su lucha contra la pobreza. No obstante, estamos ante una situación en que requiere tomar acción de manera urgente. Para retomar la reducción de la pobreza, no podemos olvidar lo que hicimos bien en el pasado. Sin embargo, debemos ir más allá y enfocarnos en mejorar aquellos aspectos que nos hizo frágiles frente a la pandemia. Esta difícil situación nos debe obligar, además, a poner el tema de la lucha contra la pobreza en el centro del debate nuevamente. Debemos ser capaces de cumplir el sueño de erradicar por completo la pobreza extrema en los próximos años y lograr, nuevamente, una reducción considerable de la pobreza.
*Este artículo fue escrito con Jesús Gutiérrez y César García
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