La última semana de noviembre tuve el honor de dar una conferencia en la Cumbre de Minería de Mendoza, Argentina, por invitación del Gobierno Provincial de Mendoza, donde compartí la experiencia de la minería peruana y el caso de Buenaventura, que ha cumplido 70 años haciendo más que minería en el Perú.
Lo que más llamó mi atención es que Mendoza, siendo históricamente antiminera, hoy busca desarrollar su minería. En cambio, San Juan, provincia vecina ubicada al norte, ha tenido más prosperidad gracias a su apertura a esta actividad, lo que contrasta con la realidad de Mendoza. Adicionalmente, debemos resaltar el alarmante dato que, actualmente, el 50% de los argentinos vive en situación de pobreza. Por su parte, Chile, que comparte la misma cordillera, ha tenido un mayor desarrollo en los últimos años.
Todo esto me llevó a reflexionar sobre nuestra propia realidad. ¿Estamos aprovechando plenamente nuestro gran potencial minero para estimular el desarrollo y mejorar la calidad de vida de los peruanos?
A pesar de las complejidades internas y los desafíos globales, el Perú sigue siendo una de las economías más resilientes de la región. Según el Banco Mundial, en los últimos 20 años la estabilidad económica y la apertura comercial han permitido importantes avances en reducción de la pobreza, que bajó de 60% a 33% entre 2004 y 2013.
Si bien los últimos años este índice ha ido ganando terreno, el crecimiento sostenido basado en la minería, la agroindustria, la industria manufacturera, el comercio y la diversificación productiva ha sido y seguirá siendo fundamental.
Para los próximos dos años se espera que la economía se expanda en promedio 2,5%, crecimiento moderado que, sumado a una baja inflación, permitiría una reducción de la pobreza de 3% hacia 2026.
Sin embargo, el contexto actual de desaceleración e informalidad nos obliga a repensar la estrategia, que debe enfocarse en cinco claves asociadas a la minería como columna vertebral de nuestra economía:
1. Impulsar los 51 proyectos mineros en cartera, con una inversión de US$ 54 mil millones, es una oportunidad de crecimiento económico y generación de empleo formal para 2,3 millones de peruanos, en especial en zonas rurales, según el Instituto Peruano de Economía.
2. Mejorar la calidad y el acceso a los servicios básicos con alianzas público-privadas, esenciales para reducir las brechas sociales.
3. Fomentar un clima propicio para la inversión, con menos burocracia y más estabilidad. La lucha contra la informalidad y, sobre todo, contra la minería ilegal, será primordial.
4. Atender de forma preventiva las vulnerabilidades climáticas. Las empresas mineras tienen amplia experiencia en esta área, en particular en la gestión responsable del agua.
5. Impulsar proyectos de infraestructura estratégica como puertos, carreteras, vías férreas, electrificación e internet que mejoren la competitividad y la descentralización del país. La minería justifica el desarrollo de dicha infraestructura.
«El Perú es más grande que sus problemas», decía Jorge Basadre, historiador que escribió el libro ‘Perú: problema y posibilidad’. Esta frase encierra el espíritu que necesitamos para afrontar el futuro con optimismo, mirando más allá de los desafíos del país, en un clima de diálogo y unidad entre peruanos. El trabajo conjunto entre el Estado, las empresas, la sociedad y la academia nos dará la posibilidad de construir un país más próspero para todos.