Texto escrito junto a Daniel Barco Rondán, exviceministro de Economía
Podemos decir, casi con certeza, que el PBI ha crecido a una tasa promedio de 1,3% en los últimos cinco años. Este resultado no es satisfactorio. Una tasa de crecimiento por debajo de 3% no es suficiente para generar progreso en el Perú. Hace cinco años la pobreza ascendía a 20% y en la actualidad es de cerca de 29%. Por otro lado, en el 2024, la economía habría crecido a una tasa cercana al 3,1%, lo que representa una mejora. ¿Podemos esperar que este ritmo se mantenga? El análisis de lo sucedido el año pasado nos puede dar buenas señales de lo que podemos esperar para el 2025.
Alrededor de la mitad del crecimiento económico del 2024 estuvo asociado a factores temporales. Primero, la excelente temporada de pesca. Aun cuando este año tengamos resultados similares a los del año pasado, el crecimiento sería bajo o nulo para esta fracción del PBI. Segundo, buena parte del crecimiento del consumo, que representa dos tercios del PBI, está vinculado a los retiros de las AFP y CTS. Esto no se repetiría en el 2025. Tercero, el gasto público creció fuertemente en el 2024, presionando el déficit fiscal, que terminó en alrededor de 3,6% del PBI. Sin estos tres factores, la economía peruana habría crecido en el 2024 a una tasa cercana al 1,3%. Además, lo más probable es que estos factores no se presenten en la misma magnitud en el 2025. Por el contrario, debido a la ventaja que les llevará la cifra de 2024, podrían generar alguna presión a la baja sobre la tasa de crecimiento.
Ciertamente, también existen factores que podrían impulsar el crecimiento hacia arriba. En primer lugar, está la reducción de la tasa de interés. La inflación finalizó en el 2024 exactamente en la meta de 2,0% del BCR. Esto tiene repercusiones positivas porque permitirá la reducción de las tasas de interés domésticas, lo que genera un impulso a la inversión. Aunque también es cierto que las previsiones sobre las políticas en Estados Unidos implican que las tasas no serían tan bajas como se anticipaba hace dos meses. En segundo lugar, están las expectativas de inversión en el ámbito local. Estas expectativas mostraron alguna recuperación a mediados del 2024, sustentadas por los mejores precios de exportación, un mejor panorama para la inversión en infraestructura –tanto por la culminación de grandes obras, como el puerto de Chancay y el nuevo terminal del aeropuerto Jorge Chávez, así como por las concesiones realizadas recientemente– y las tasas de interés más bajas. Sin embargo, hacia fines del año pasado, volvieron a situarse cerca del terreno neutral, reflejando que sigue latente la preocupación por la disfuncionalidad de la política local y las tensiones geopolíticas internacionales. En suma, si restamos los factores temporales, tenemos un crecimiento base de 1,3% en el 2024, consistente con el tendencial.
Para este 2025 se podrían agregar condiciones algo más benignas de tasas de interés y de expectativas de inversión. Con ello, el crecimiento podría situarse en algún punto en el rango de 2,0%-2,5% en el 2025. Esto no alcanza para generar buenos empleos y tampoco para reducir significativamente la pobreza. Para buena parte de la población, solo alcanza para subsistir. No podemos pretender conseguir altas tasas de crecimiento, de manera persistente, sin hacer reformas sustanciales. A veces, la suerte acompaña. Como sucedió en el 2024, algunos excesos permiten resultados de corto plazo. En el largo plazo, sin buenos fundamentos, la suerte se desvanece y los excesos se terminan pagando.