Se estima que el derrame de petróleo en las costas de Ventanilla del pasado 15 de enero, perjudicará directamente a más de 2.500 pescadores artesanales y sus familias Este cálculo es limitado si se considera que el petróleo seguirá extendiéndose por el litoral con el correr de los días (hasta ahora ya ha afectado a 24 playas) y continuará causando estragos al ecosistema y a la economía. Hay que considerar, de acuerdo a lo informado por PRODUCE (2019) que la actividad pesquera artesanal contribuye con el 65% del volumen extraído para el Consumo Humano Directo (CHD).
Incluso, una de las principales dificultades en la estimación de afectados es la ausencia de cifras de los pescadores artesanales, no existe un registro actualizado de estos. El último dato oficial es de 2019, donde se menciona que el 51% de un total de 76,286 personas que se dedican en el ámbito marítimo y continental del Perú están concentradas en Ica, Áncash y Piura.
Adicionalmente, no se considera que la pesca es una actividad económica que permite a los pescadores lugareños, rederos, ribereños, marisqueros, buzos, dueños de embarcaciones, fileteadores, y todos los que se ven involucrados en la actividad pesquera, a trabajar y vivir de forma digna mediante sus ventas. Por lo que la afectación en la actividad económica y la seguridad alimentaria de estas poblaciones es mucho mayor de lo que se piensa.
Las canastas de víveres y bonos ofrecidos a los pescadores y a las personas afectadas directamente con este desastre ambiental son solo paliativos de corto plazo ante una ruina a nivel nutricional. Las empresas de limpieza (services) contratadas por la empresa Repsol, ofrecen entre 50 y 150 nuevos soles diarios a algunos pescadores- no todos- para que limpien el crudo derramado, sin tomar en cuenta el riesgo a su salud.
Estos montos diarios están muy por debajo de los jornales ganarían con el trabajo de pesca previo al derrame de petróleo. Lo que impactará en la cantidad y calidad de su alimentación, ya que estarán impedidos de adquirir una canasta con productos variados y balanceados, de forma tal que puedan asegurar su seguridad alimentaria y la de sus familias. Está comprobado que los factores relacionados con las peores condiciones laborales y de ingreso incrementan la probabilidad de que los hogares puedan comprar productos de mayor volumen y poca calidad nutricional (Magallanes, W. J., 2021).
Muchos peruanos de a pie, situados principalmente en Lima, al no sentirse seguros del consumo de productos marinos, optarán por sustitutos o insumos que poca o ninguna relación guarden con el mar y que probablemente no tengan la misma calidad nutricional. Es difícil para los consumidores poder disociar las imágenes del crudo en los animales y recursos marinos directamente impactados.
A pesar de que el gremio de cebicherías y autoridades como el ministro de la Producción (Gestión, 2022b) aclararon que las especies que se emplean son principalmente de alta mar o de “altura” -es decir, mar adentro-, o que incluso se trata de especies de otras zonas o que vienen congelados, la percepción generada en los consumidores los hará optar por sustitutos como el pollo, el cerdo o la res, en perjuicio del consumo de productos marinos de mayor beneficio nutricional.
Asimismo, muchos estudios han destacado los beneficios para la salud y nutrición derivados del consumo regular de pescado. Se dice que el pescado tiene más nutrientes que otras carnes, por ejemplo, 200 gramos de jurel aportan más calcio que un vaso de leche, la caballa o el bonito tienen mucho más nutrientes que el pollo por el omega 3 y poseen una cantidad muy significativa de hierro. Actualmente, el peruano consume 51.1 kilos de pollo por persona por año (Burgos Alvarado, C. A., 2020), mientras que un 17.4 kg per cápita anual de pescado (Kisner Bueno, M., 2021). Y es justamente en el verano, cuando se dan los picos de venta de pescado fresco.
El impacto económico negativo que genera esta ruina ecológica alcanza también a sectores secundarios de la pesca como la gastronomía, ámbito que ya viene siendo golpeado duramente por la pandemia debido a la reducción de aforos. Este efecto está directamente relacionado con la inocuidad alimentaria (esto es que los productos marinos tengan restos de hidrocarburos y que pueda posteriormente causar daño o enfermedades a quien los consume).
Este desastre medioambiental acarreará que muchos actores ligados a la cadena de pesca, desde pescadores hasta consumidores. Esto se suscita en medio de una pandemia que no acaba. Hay que hacer hincapié en un llamado al Gobierno y a la empresa privada, a asumir las responsabilidades e internalizar estas consecuencias negativas, llamándoles a la acción de manera inmediata, en pro del bienestar de todos los peruanos afectados.