Bolivia se encuentra al borde de una crisis económica debido a la alarmante escasez de divisas. El país enfrenta paros y manifestaciones por el impacto de las políticas económicas del gobierno de Luis Arce. Según el Banco Central de Bolivia, las reservas internacionales han caído a aproximadamente US$1.700 millones, representando menos del 4% de su PBI, de los cuales sólo 140 millones son divisas líquidas. En comparación, Perú ha mantenido un ratio de reservas internacionales netas sobre el PBI superior al 30% durante la última década.
Las reservas internacionales son críticas para financiar las importaciones, especialmente de gasolina y diésel. Estos productos fueron subsidiados por el gobierno boliviano como parte de su estrategia para enfrentar la “gran inflación” global. Si bien esta medida resultó efectiva en mantener bajas tasas de inflación (2020: 0,9%; 2021: 0,7%; 2022: 1,8%; 2023: 2,6%), la política resultó fiscalmente insostenible.
Hoy, ante la escasez de divisas y petróleo, los bolivianos deben importar combustibles a precios internacionales, lo que ha disparado el costo del transporte, impactando en el precio de los alimentos y en el bolsillo de la población.
Además, la insistencia en mantener un tipo de cambio fijo, claramente sobrevaluado, encarece a Bolivia en términos relativos. Al tipo de cambio oficial, nadie quiere llevar sus dólares al país. En el mercado informal, el dólar se cotiza entre 8,5 y 9 bolivianos, mientras que las autoridades insisten en que el precio correcto es cercano a 7. Esta discrepancia desalienta la venta de dólares al gobierno y promueve su compra, agotando así las reservas.
Cualquier comerciante que viera su stock desaparecer en segundos entendería que debe subir el precio. Sin embargo, este concepto parece no aplicarse en el gobierno de Arce. En lugar de ajustar el tipo de cambio oficial, se persigue y multa a las entidades financieras y casas de cambio que no aceptan el precio impuesto. A la par, se acusa a los especuladores de llevarse los dólares del país.
Para conseguir más divisas, el gobierno ha vendido activos nacionales, echado mano de los dólares en los fondos de pensiones y ha impuesto controles de capital. Estas medidas, lejos de solucionar el problema, crean un ambiente de inseguridad y desconfianza en el mercado. Asimismo, la incertidumbre económica y las políticas gubernamentales impredecibles han desalentado a los inversionistas extranjeros.
Sin confianza en el rumbo del país, es poco probable que nuevos capitales ingresen para aliviar la escasez de dólares.
En medio del caos por la escasez y las protestas, Arce viajó a Rusia esta semana, al Foro Económico de San Petersburgo. Su agenda incluye estrechar los lazos con Rusia y China, impulsar la membresía de Bolivia en los BRICS y obtener créditos para mitigar la apremiante escasez de divisas.
No obstante, obtener fondos solo retrasará la ineludible devaluación y, retardarla, solo empeorará la crisis. Es esencial que Bolivia adopte políticas que permitan el funcionamiento del mercado, dejando flotar el tipo de cambio y reduciendo el insostenible déficit fiscal. Si en el futuro las reservas de litio u otros recursos naturales enriquecen al país, el tipo de cambio lo reflejará. Hoy, Bolivia está demasiado cara.
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