Nuevamente, estamos sumidos en una crisis política que pone todos los reflectores en el escándalo y mantiene a los poderes del Estado concentrados en el corto plazo y la permanencia en el poder -o en qué se puede obtener a cambio de esta permanencia- antes que en aspectos programáticos que cargamos y acumulamos. ¿Reactivación, lucha contra la pobreza, empleo, inseguridad, salud? Mucho pedir, parece.
En lo referente a la economía, tras un mal año con tasa de crecimiento negativa, se espera que este tenga mejoras. Sin embargo, la incertidumbre no aporta a la alicaída confianza empresarial y las expectativas que, cuando son afectadas, tienen efectos prolongados sobre las decisiones de inversión (hasta 2 años después del choque, según un estudio del Consejo Fiscal) y, por tal, sobre las oportunidades de generación de empleos.
Estas limitadas oportunidades se reflejan en la pérdida de más de 156 mil empleos a nivel nacional en 2023, especialmente en las zonas rurales y los casi 100 mil empleos formales perdidos en el sector agropecuario. Revertir esto requiere esfuerzos activos no solo por crecer, sino por hacerlo a tasas elevadas y sostenidas.el texto de relleno de las imprentas y archivos de texto.
La buena noticia es que, tras más de dos años fuera del rango meta, la inflación ha retomado su senda a la baja y ya son solo 3 las ciudades principales (incluida Lima Metropolitana) con tasas de inflación anualizadas ligeramente por encima del 3%. Aunque esto nos alegra, no se puede cantar total victoria porque hay factores externos que aún pueden complicarnos. Además, debemos tener en cuenta que, al haber sido una inflación liderada principalmente por el aumento de precios de alimentos, hemos enfrentado consecuencias sobre la inseguridad alimentaria y salud que tardarán un tiempo más en ceder y que pueden tener efectos irreversibles sobre algunos peruanos.
La prevalencia de anemia en menores de 3 años volvió a aumentar en 2023, afectando al 43,1% de este grupo a nivel nacional y habiendo aumentado en 16 de las 25 regiones respecto al 2022. En particular, preocupan los infantes de 6 a 11 meses, en cuyo caso la prevalencia de anemia supera el 60%.
Esto alarma porque la anemia en edades tempranas perjudica de forma irreversible el desarrollo cognitivo, físico y social de los niños, y marca definitivamente su potencial para generar ingresos para sus familias, afectando la productividad del país. Es decir, su futuro y el de todos.
Lo complejo de este problema es que su solución requiere acciones articuladas de varios actores en simultáneo y, si el Estado peruano no suele brillar por su eficiencia para coordinar, menos aún lo hará en un contexto de crisis política y rotación. Actualmente, hay menos menores de 3 años consumiendo los suplementos de hierro brindados por el Minsa, menos visitas domiciliarias y menos madres siendo capacitadas para una adecuada alimentación complementaria a partir de los 6 meses. Es cierto que esta no es responsabilidad exclusiva de Estado pero, si este no lidera, ¿quién lo va a hacer?
Estamos, en suma, cancelados por el ruido político. Como sociedad, nos corresponde poner el foco en temas críticos que la clase política elige dejar de lado por atender su propia agenda. Esto hace justicia, además, a los buenos funcionarios públicos que vienen dando batalla desde dentro y cuyos aportes no son priorizados por la voluntad política. Las necesidades son muchas y, mientras nos lamentamos viendo estadísticas, olvidamos a veces que detrás de ellas hay personas reales con el presente y futuro truncados. Ojalá pronto seamos nosotros los canceladores del ruido. Pero, mientras eso pasa, ¿quién les devuelve el futuro a esos niños?
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