Decíamos hace unas semanas en este mismo espacio que hay mercados donde el consumidor manda, y en otros no tanto. En algunos mercados, cuando el consumidor cambia de opinión y deja de consumir un bien o un servicio que considera inadecuado, puede hacer que dicho producto o la firma que lo ofrecía desaparezca del mercado.
Bueno, el servicio que prestan las universidades desafortunadamente no es así. Para empezar hay un costo alto para cualquier estudiante de cambiar a mitad de camino de universidad. Además, ese cambio no es automático como cuando un consumidor cambia de marca de pasta de dientes. Ese cambio tiene un costo que será mayor si la universidad de destino no está dispuesta a convalidar todas las materias que un alumno aprobó. Es decir, el alumno puede perder no solo la plata que pagó, sino el tiempo que invirtió; tiempo que no podrá recuperar. Además, para que una universidad sienta esta amenaza se necesitaría que un gran número de sus alumnos optara por trasladarse de manera casi simultánea. Esta acción colectiva es muy difícil de coordinar, y por lo tanto, la amenaza no es creíble y una mala universidad puede sobrevivir a pesar de ofrecer un pésimo servicio.
Somos muchos los que hemos criticado la opacidad de la información sobre el valor para el futuro estudiante del servicio que realmente ofrecen las universidades. Esa opacidad hace más compleja la difícil decisión de optar por una u otra carrera en alguna de las más de 140 universidades que existen en el Perú. Cada nuevo alumno admitido tiene una muy precaria información sobre el valor de su inversión en tiempo y dinero en los próximos 5 o más años.
La nueva ley universitaria establece un mecanismo para que estas empresas con membrete de universidad puedan salir ordenadamente del mercado. Esto que puede ser polémico, a mí me parece necesario por los problemas de información asimétrica que existen entre los dueños de las universidades y los estudiantes. El problema no es que las universidades puedan salir del mercado. El problema es que no existe un mecanismo perfecto para decir que una universidad es mala y debe cerrar. La autoridad competente, la Sunedu deberá concentrarse en cerrar aquellas que realmente lo son y documentar extensamente las razones de su decisión.
La confusión y la desesperación pueden ser incluso mayores si es que nos olvidamos de que habrá un conjunto de estudiantes que antes de poder graduarse se enterarán de que su casa de estudios debe cerrar. Debemos preocuparnos por establecer algún mecanismo que permita hacer esa transición lo menos traumática posible para todas las familias involucradas. Es obvio que muchas de las facultades de las actuales universidades deberían cerrar. Si esta parte imprescindible del proceso de buscar universidades de calidad falla, el apoyo a esta reforma será tan efímero como el valor de un título de una universidad bamba.
En la última década hemos logrado como sociedad que se imponga la regla que no está bien entregar recursos públicos sin exigir nada a cambio. Recuerden la reforma magisterial. Este es un caso similar. Nosotros hemos estado dejando que los sucesivos gobiernos les entreguen recursos y exoneraciones de impuestos a universidades que no han cumplido con entregar un servicio de calidad. No dejemos de exigir lo que corresponde.