El panorama económico actual es paradójico. Las medidas tradicionales para evaluar el rendimiento y predecir tendencias parecen hacerse cada vez más inadecuadas. Hay una desconexión entre Wall Street y Main Street. Un abismo que ha crecido en los últimos años.
La economía ha superado las expectativas, sobre todo en áreas como el crecimiento del empleo y el gasto del consumidor. Los expertos están perplejos: ambos sectores han demostrado resistencia, incluso frente a la incertidumbre de la coyuntura.
Sin embargo, “la economía no es el mercado”, como suele repetirse. Al profundizar en las ganancias y los múltiplos esperados, parece que el mercado se mantiene optimista. ¿Pero qué se esconde detrás? El poder disruptivo de la tecnología, impulsado por la inteligencia artificial y el desarrollo asociado, ha tenido un impacto comparable a la revolución del Internet.
En esta nueva era, las métricas tradicionales están perdiendo su poder explicativo y, a medida que el panorama evoluciona, nuestra estrategia de inversión también debe adaptarse. Se acabaron los días en los que se podían usar mediciones tradicionales o confiar solo en datos históricos. Hay que adoptar un enfoque más matizado de ‘cortar y trozar’ para descomponer mercados, sectores y compañías. Recordemos cómo cambiaron los paradigmas del análisis a principios del 2000.
La tecnología es cada vez más un juego de impulso. La sabiduría convencional sostenía que el aumento de las tasas de interés socavaría las acciones orientadas al crecimiento, en especial en el ámbito tecnológico. Pero la resistencia que hemos visto en los gigantes del sector sugiere un cambio de paradigma. En corto: podríamos estar en aguas desconocidas, donde las viejas reglas ya no se aplican o no lo hacen de la manera que esperamos. A riesgo de que me tilden de hereje desde mi casa de estudios del posgrado, el ‘framework’ de Graham y Dodd podrá servir para Coca-Cola e IBM, pero no necesariamente para Apple, Amazon o Nvidia.
Empero, si se contrasta esto con la situación en Main Street, particularmente con la de sectores como el del comercio minorista tradicional, surge una imagen sombría. Los sectores tradicionales se están quedando atrás en términos relativos, pero también absolutos. Es casi como si dos economías operasen en paralelo: una avanza a pasos agigantados, impulsada por la innovación digital, mientras la otra permanece estancada en el pasado.
Así, nuestra perspectiva sobre el S&P 500 es optimista a mediano plazo, pero cautelosa. Anticipamos un movimiento lateral, con un potencial al alza impulsado por los sectores asociados a tecnología y compensado por un estancamiento de los sectores tradicionales. Por esta dualidad, es poco probable que Main Street se recupere pronto, a menos que exista un cambio estructural en las condiciones económicas o políticas.
Diversificar sí, pero, en esta situación, es importante saber escoger entre aquellas empresas que están liderando el cambio y adaptándose a él, y aquellas que no.