En lo que va del 2019, el precio internacional del café sigue sin superar los US$100 por quintal (46 kg. de café pergamino secado, que es el café sin tostar); mientras que los costos de producción en el Perú se han incrementado en los últimos años: actualmente es US$120 por cada quintal, informó la empresa de fertilizantes Yara.
Esto quiere decir que a diferencia de sus pares en Brasil, Vietnam o Colombia, al caficultor peruano le cuesta más producir que comercializar café.
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“El precio en chacra está aproximadamente S/6 por kilo de café convencional. Es una cifra que no es suficiente para cubrir con los gastos diarios”, señaló Martín Cabezas, dirigente de la Confederación Nacional de Caficultores.
Juan Manuel Benites, ex ministro de agricultura, comparó la situación entre los caficultores de Perú y otros países.
“A diferencia de los productores peruanos, los productores de Brasil o Vietnam poseen una mayor extensión de tierra y sus costos de producción son más bajos al implementar mayor tecnología o porque sus insumos agrícolas como fertilizantes o pesticidas están subvencionados. De esta manera es muy difícil para los caficultores peruanos ser competitivos”, explicó.
Según data estadística del Censo Nacional Agropecuario, el 95% de los agricultores peruanos que se dedican a este cultivo cuentan con menos de cinco hectáreas, “extensión de tierra que es insuficiente si no producen un volumen significativo”. La productividad también sería un problema. El rendimiento nacional promedio es inferior a los 15 quintales (690 kilos) por hectárea, cifra que es duplicada por Brasil.
Para Gonzalo Casavilca, experto agrónomo de Yara Perú, una de las principales razones de la baja productividad se debe a que el agricultor no aplica un programa de nutrición balanceada a base de fertilizantes por desconocimiento, falta de acceso o tradición.
En este este contexto, la Junta Nacional del Café informó que a inicios de año, miles de caficultores en las zonas productoras de la selva central están migrando a cultivos como la coca porque les genera una mayor rentabilidad. La alternativa para frenar esta migración pasa por aumentar la productividad por hectárea, pero también mejorar la calidad.