Finalizado el 2017, la producción minera aurífera en Madre de Dios dio como resultado 13 toneladas, lo que colocó al departamento entre los cuatro con mayor producción de oro del país, según estadísticas de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía. Desde hace más de una década, la importancia de la minería aurífera en esta región ha generado una dependencia en la economía local.
De hecho, según Víctor Fuentes, economista del Instituto Peruano de Economía (IPE), esta actividad justifica más del 50% del PBI de Madre de Dios. El problema, no obstante, radica en que cerca de la tercera parte de su producción anual tiene un origen ilegal, por lo que no genera recursos fiscales y sí más bien considerables impactos ambientales.
En el 2017, esta actividad causó la tasa más alta de deforestación de los últimos 17 años en Madre de Dios: 20.826 hectáreas de bosque desaparecieron.
“Esta minería tiene mucha relación con el lavado de activos. Hay una cantidad de cooperativas informales, narcotráfico y trata de personas. Y más que del precio del oro, depende de acciones de interrupción. Cuando se tiene una interrupción, a la economía de la región le va mal y viceversa”, afirma Fuentes.
Por la dependencia existente, en otras palabras, cuando cae la producción, caen actividades como comercio y servicios, lo cual, según indicó Fred Inti, director de Comercio Exterior de la Cámara de Comercio de Madre de Dios, debería obligar a la región a ver otras fuentes de ingresos.
DIVERSIFICACIÓN NECESARIA
Madre de Dios tiene actualmente tres áreas naturales protegidas en su territorio, incluyendo al famoso Parque Nacional del Manu (patrimonio natural del mundo), lo que podría servir para promover el ecoturismo. Sin embargo, según Inti, como no se ha hecho una puesta en valor de los bosques amazónicos, “es como si estuviéramos vendiendo faisán o caviar en carretilla”, afirma Inti.
“Si quitamos la minería, quedan actividades como el comercio y servicios, y de manera exigua, agro y turismo”, señala Fuentes.
Queda la difícil tarea, entonces, de desarraigar una actividad ilegal que sostiene a la economía de la región selvática, pero sin causarle estragos. Sin un plan de gobierno oficial para cambiar el panorama, según Inti, el primer paso podría ser combinar una mayor fiscalización de la minería ilegal (de parte del sector público) con la apuesta del sector privado para invertir en el turismo y la agricultura.