Uno de los aspectos más retadores y atractivos, para quienes nos dedicamos a invertir en los mercados de capitales, es la variabilidad en el contexto económico y el sentimiento del mercado con la aparición de riesgos, así como las oportunidades que estos contextos generan para lograr mejores rentabilidades en el futuro.
A inicio de año, la mayoría de los inversionistas institucionales consideraban que entraríamos en un entorno de mayor inflación, pero que esta sería transitoria y cedería cuando se resolvieran los problemas en la cadena mundial de suministros. El incremento en la inflación, y la menor necesidad de estímulos monetarios a raíz de la recuperación económica global, llevarían a los bancos centrales a subir sus tasas paulatinamente, con lo cual el ritmo de crecimiento económico disminuiría, pero se mantendría en un nivel suficiente para dar soporte a los precios de activos de riesgo como acciones y bonos de alto rendimiento.
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En pocas semanas vimos un giro total de expectativas por parte del mercado. Empezamos a ver señales de una inflación de carácter permanente, impulsada por factores de demanda como incrementos salariales y una mayor demanda de productos y servicios. Esto ponía en jaque a los bancos centrales que ahora tendrían que hilar muy fino para que las expectativas inflacionarias no se disparen, pero a su vez no asfixiar la economía y llevarla hacia una recesión. El entorno se agravó con la guerra entre Rusia y Ucrania, que incrementa más las expectativas de inflación por su impacto en los precios del petróleo, gas, trigo, metales y otros. Adicionalmente, el incremento de precios puede mermar la capacidad de consumo, así como las expectativas de gasto, generando un impacto negativo en la economía mundial.
A inicios de año tenía mucho sentido apostar por posiciones grandes en acciones, sobre todo en sectores cíclicos, así como mantener muy poca caja y apuntar a una menor exposición en bonos que podrían no tener buenos retornos en un entorno de mayor inflación con crecimiento. Hoy la visión es distinta ante el incremento de riesgo de recesión e inclusive de estanflación. Ahora tiene sentido tomar una posición más cauta, priorizando contar con exposición en algunos sectores más defensivos, contar con más caja para proteger los retornos de años anteriores y aprovechar oportunidades ante una caída en los precios de los activos. Aún tendremos un entorno complicado para los bonos; sin embargo, podrían generarse puntos de entrada interesantes con visión de largo plazo si los mercados sobrerreaccionan y se genera un gran salto en las tasas. Asimismo, se incrementa el apetito por activos que protegen a los portafolios en entornos inflacionarios como el sector inmobiliario o bonos con cupones ajustados por inflación.
Los mercados de capitales siempre estarán expuestos a cambios de tendencias y a momentos de mayor incertidumbre, por lo que se hace evidente la necesidad de mantener portafolios diversificados, de tener mucha disciplina para vender gradualmente cuando los activos suben de precio y comprar cuando muchos otros venden en períodos de pánico y, por último, contar con una asesoría profesional para la gestión de sus inversiones.
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