Por Alessandra Miyagi
El sexo, el dinero y la necesidad suelen ir de la mano. Juntos forman una triada que se ha consolidado como una de las industrias más grandes y lucrativas de todos los tiempos: la pornografía. Son bastante conocidos los casos de famosos actores que ingresaron al glamoroso mundo de Hollywood, literalmente, por la puerta trasera —o por cualquier orificio, no importa cómo, la cosa es penetrar el umbral de esa mítica tierra prometida llena de placeres, fama y riqueza.
Sin embargo, cuando se trata de una ya consagrada leyenda del cine, sorprende descubrir su nombre entre las noticias relacionadas a una producción de este tipo. Este es el caso de Orson Welles y su enigmático aporte a “3 A.M.”, una película porno muy poco sutil.
Un austero presupuesto y la urgencia por concluir un proyecto iniciado siete años atrás lo llevaron a meter mano en “3 A.M.: The Time of Sexuality”, dirigida en 1975 por Robert McCallum, pseudónimo con el que firmaba Gary Graver, director de fotografía de la última e inacabada película de Welles: “The Other Side of the Wind”. A pesar de que el nombre de Welles nunca apareció en los créditos, el hecho fue develado ya en 1977 por el historiador cinematográfico Joseph McBride; sin embargo, cayó en el olvido. No fue sino hasta hace un par de meses —cuando salió el libro “Orson Welles’s Last Movie: The Making of the Other Side of the Wind”, de Josh Karp, donde se cuenta el proceso de filmación de su última película— que el mundo entero redescubre este episodio poco conocido de la vida del famoso director.
Cuenta Karp que, como de costumbre, Welles no tenía suficiente dinero para pagar al equipo técnico ni para cubrir los gastos de realización de la película, motivo por el cual Graver se vio obligado a trabajar paralelamente en la industria pornográfica para sostener a su familia. Este segundo proyecto mantenía a Graver bastante ocupado, cosa que el impaciente Orson no pudo tolerar. Así, con el objetivo de acelerar la culminación de su cinta, se ofreció a editar parte de la de Graver. El resultado fue una escena inquietante de sexo lésbico explícito de siete minutos de duración, marcada con la singular huella del legendario director de “Ciudadano Kane”.
Edición para adultosLa famosa escena tiene lugar hacia el minuto 29 de la cinta. Kate —interpretada por Georgina Spelvin—, una típica rubia californiana, entra en la ducha; segundos después, una morena toca la puerta y se cuela en el baño con la excusa más insulsa del mundo: “¿Puedo usar tu teléfono?”. Sin más pretexto que el cuerpo tibio y húmedo de Kate —como suele suceder en el cine porno—, la morena empieza a desvestirse, atraviesa la puerta de vidrio de la ducha y súbitamente se desborda en caricias, besos y gemidos. “No sé quién era ella o de dónde venía, pero de pronto la encontré sobre mí y me encantó”, dice la voz en off de la rubia.
Alejado de las actuaciones artificiosas y exageradas, Welles opta por un estilo verosímil, por un naturalismo que hasta linda con lo grotesco. Posiciones antiestéticas e incómodas, toqueteos toscos y urgentes, captados en dinámicos planos contrapicados musicalizados con la cuota exacta de gemidos, la secuencia de la ducha se perfila como una de las escenas más elaboradas e irresistiblemente obscenas que la historia del porno ha producido. En ella se delata el estilo wellesiano que trae a la mente imágenes de sus trabajos anteriores, como la mencionada “Ciudadano Kane”, “Sed de mal” o “La dama de Shanghái”. Y es que como afirma Josh Karp, Welles “no pudo resistirse a editar la escena a su propia manera, con sus ángulos bajos de cámara y otras marcas de estilo”, dado que “él consideraba la edición como la esencia misma del cine. Welles recreaba todo en la sala de montaje y lo reconstruía bajo formas nuevas […]. No podía evitar hacerlo de una manera artística”.
Tanto esta escena como la película en su totalidad se presentan como un raro e invaluable hallazgo del cine pornográfico. De acuerdo con el crítico Elon Green, “probablemente nunca se podrá desenterrar un filme para adultos editado por Michael Curtiz, Erich von Stroheim o Satyajit Ray. Ciertamente, esta es una colaboración sui generis entre la alta y la baja cultura”. Además de ello, la cinta nos muestra una faceta de Welles que no habríamos podido vislumbrar de otro modo, ya que él jamás sintió especial inclinación por captar escenas de sexo en sus propias películas, como él mismo le comentó en 1970 al periodista británico David Frost: “el éxtasis... no puede ser comunicado por un par de personas o por una persona o por ninguna combinación entre ellos, a menos que realmente esté ocurriendo… [el éxtasis] no forma parte de lo que podemos hacer en celuloide”.
Orson Welles, un genio que inventó gran parte del lenguaje cinematográfico; un actor, director y guionista responsable de varias obras maestras; la piedra de toque de muchos cineastas y actores que lo sucedieron, fue también un creador de la impudicia más exquisita.
Mira un clip de la escena editada por Welles aquí:
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