A lo largo de la historia, plagas de diversos tipos han puesto en evidencia la fragilidad humana frente a la enfermedad y la muerte. Y, en esos momentos de incertidumbre, los artistas de todas las épocas no han dejado de crear obras que se han convertido, con los siglos, en memorias visuales de esos tiempos de crisis y miedo. Ahí está, por ejemplo, esa macabra representación de Pieter Brueghel el Viejo, quien plasmó en El triunfo de la muerte —cuadro fechado entre 1562 y 1563— toda la iconografía cristiana alrededor del castigo, el pecado y el fin de la vida cuando Europa todavía no superaba el trauma de la peste negra que había acabado con casi la mitad de su población. Dos siglos después, Goya, mientras se quedaba sordo, dejaría su impronta en su serie de grabados conocidos como Caprichos. Y, en épocas más recientes, un pintor como Edvard Munch estampó en un autorretrato todo el dolor contenido por los efectos de la gripe española que padeció durante la epidemia que causó, entre 1918 y 1919, al menos 50 millones de muertes en el mundo, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.
En nuestro caso, en estos días, ha aparecido el libro Hijos de la peste. Una historia de las epidemias en el Perú, del investigador Marcel Velázquez Castro, quien documenta las cuatro más grandes epidemias anteriores al coronavirus que han afectado al país: la fiebre amarilla de 1868, la peste bubónica de 1903, la gripe española de 1918 y el cólera de 1991. Una parte central de su trabajo está dedicada a analizar cómo estas enfermedades fueron contadas o vistas por los artistas que publicaron innumerables grabados en diarios y revistas de las respectivas épocas. Ilustraciones que sirvieron, además, para atacar a los gobiernos de turno por su inoperatividad o para lanzar pullas entre los bandos políticos que se acusaban entre sí, mientras Lima era devastada, literalmente, por las ratas y otras alimañas.
“La crisis de una epidemia genera una urgencia, una aceleración del tiempo, pues se tiene a la muerte soplando en la nuca; por ello, se crean condiciones para trabajos artísticos y ensayísticos más arriesgados. Hay una ansiedad por representar y comprender, y hablo también desde mi experiencia personal. Una vez que comencé a escribir el libro, trabajaba cuatro o cinco horas diarias continuas, algo que nunca me había pasado. Por un lado, me incitaba el presente acuciante del crecimiento de la pandemia y sus estragos, y, por el otro, mis exploraciones en epidemias pasadas y la búsqueda de continuidades y rupturas. Esta urgencia y ansiedad artísticas parecen comunes en diferentes épocas de crisis sanitaria o política”, comenta Velázquez.
Ilustraciones
Una de las primeras imágenes que aparece en el libro es una de 1907, publicada en la revista satírica Fray K. Bezón, en la que se retrata al presidente civilista José Pardo como un bicho gigantesco, con el siguiente texto: “Emblema es de su período la trinidad que hoy amuela, la aguda tuberculosis, la bubónica y la viruela”. “La peste bubónica de 1903 quebró la ilusión de modernidad y las fantasías de una ciudad limpia y desinfectada —cuenta Velázquez—. En esos primeros años del siglo XX, se inició un programa de expansión de nuevas avenidas y mejoras urbanísticas, y llegaron el tranvía eléctrico, el cine y el teléfono, pero bajo el asedio de la peste que se volvió endémica y de otras epidemias recurrentes. Hay ciertas semejanzas con el COVID-19: cuando el Perú estaba en su mejor momento económico, aparece esta pandemia que nos muestra obscenamente la desigualdad, las carencias institucionales, el fracaso de los servicios públicos de salud. En ambos casos, la fantasía de la modernidad se quiebra. Toda crisis sanitaria crea las condiciones para que surjan críticas abiertas y radicales al Estado y a los gobiernos. De alguna manera, eso es lo que ha pasado ahora: no es solo la lucha contra la corrupción y por la democracia, sino también la lucha contra el fracaso de un Estado que no ha podido hacer frente a la epidemia con eficiencia”.
Entre los artistas que destacaron en aquellos primeros años del siglo XX, estaban Julio Málaga Grenet, quien llegó a dirigir la revista Monos y Monadas, y los caricaturistas de Fray K. Bezón que firmaban como Chambón y Polar.
Obras cada semana
En esa línea de registrar desde el arte una época de crisis, pero también de esperanza, El Comercio, el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y Telefónica inician el proyecto De Voz a Voz Perú, mediante el cual se publicará semanalmente la obra de un artista peruano ejecutada durante la pandemia. Esta iniciativa se originó en Colombia, donde se realizó en colaboración entre el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) y el diario El Tiempo, y también fue replicada en Argentina entre el Museo Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y el diario La Nación.
“Un principio esencial de la creación artística es corresponder a su tiempo, ya sea comunicando su experiencia individual o colectiva. Y, en este caso, el proyecto ha invitado a un grupo de artistas a que compartan una obra suya para que, ante la falta de espacios expositivos por la pandemia, pueda circular en un medio periodístico que tiene una naturaleza más amplia y democrática. Así, los invitamos a compartir una obra que diera cuenta de una emoción o reflexión originada con la pandemia, desde los ámbitos de la enfermedad o de los cambios en la vida cotidiana que esta ha traído”, cuenta Nicolás Gómez, director del Museo de Arte Contemporáneo.
El objetivo es que la convocatoria sea lo más inclusiva posible, tanto en términos de género, procedencia y edad. “También ha habido una preferencia por artistas mayores —explica Gómez—, pues pertenecen a una generación no tan familiarizada con la tecnología y que ha tenido más dificultad para promocionar su trabajo, a diferencia de los jóvenes que sí lo hacen desde las plataformas digitales”.
Las obras, que irán apareciendo cada semana en este diario, se presentarán el próximo año —cuando las condiciones lo permitan— en el MAC, en una muestra que será el registro de estos días de crisis sanitaria y política.
Como dice Nicolás Gómez, director del MAC, el proyecto De Voz a Voz Perú es una posibilidad de tener al alcance de la mano una obra de arte que ha sido pensada y diseñada para ser difundida en un medio masivo y que puede ser recibida como un coleccionable. Entre los artistas que pondrán sus obras —serán 21—a disposición del público desde el próximo 6 de diciembre se encuentran Primitivo y Valeriana Evanán, Javier Silva, Moico Yaker, Alberto Casari, Mariella Agois, Teresa Burga, Santiago Yahuarcani y Flavia Gandolfo, entre otros. Cada uno presentará una obra ejecutada en estos meses o que ya tenía en proceso. Hay referencias a la enfermedad, al encierro, pero también propuestas más abstractas, sobre el momento que nos toca vivir.