Tinder no creó las citas en línea, pero sí las transformó. Las hizo instantáneas, geolocalizadas y perfeccionadas por algoritmos en una especie de menú a la carta en el que cada usuario y usuaria puede elegir una pareja y hacer match a la velocidad de un vistazo, mientras desliza el dedo hacia el lado derecho de la pantalla. Es la cita perfecta en un mundo en el que los vínculos sociales y afectivos transcurren cada vez más en redes dominadas por la virtualidad, donde invisibles bots toman decisiones a partir de identidades que nosotros mismos creamos, o de datos que entregamos sin discreción alguna. Y las cifras de Tinder son reveladoras: más de 50 millones de usuarios en el mundo y más de 55.000 millones de matches hasta la fecha, tanto en su versión gratuita como en las de suscripción (Plus, Gold y Platinum) que permiten acceder a ventajas como likes ilimitados, súper likes, descubrir a quién le gustas, o mensajes antes de hacer match, respectivamente.
Este éxito, según los sociólogos, tiene que ver también con una época marcada por una nueva economía de los vínculos humanos, en los que las relaciones ocasionales se convierten en mercancías intercambiables, en amores líquidos, como decía el polaco Zygmunt Bauman en 2006, cuando Tinder estaba a punto de nacer.
La aplicación creada en setiembre de 2012 por Sean Rad, Justin Mateen, Jonathan Badeen, Joe Muñoz, Dinesh Moorjani y Whitney Wolfe estaba destinada inicialmente para jóvenes universitarios del sur de California, y estaba disponible solo para dispositivos con sistema iOS. Pero pronto la demanda creció y en menos de un año, un millón de personas estaban ya buscando una cita. Entonces, estalló la burbuja. Apareció la versión para Android y Tinder se expandió por el mundo.
Nuevas sexualidades
“Tinder es producto de los tiempos acelerados y prácticos en los que vivimos”, dice la psicoanalista Graciela Cardó. “Todos estos productos tecnológicos tienen que ver con modificaciones en las conductas individuales que a la vez producen cambios sociales y culturales y viceversa”, agrega. Y una app como Tinder está relacionada con los llamados millennials (sus mayores usuarios están entre los 20 y 30 años), con aquellos que Cardó llama la generación Next: la que va a ser feliz con el próximo iPhone, con el próximo videojuego, con el próximo gadget, etc.
Por su experiencia en el trabajo con jóvenes, la psicoanalista advierte que en Lima hay una tendencia particular en el uso de Tinder. Mientras que en otros lugares su empleo es mayoritariamente para encuentros casuales, aquí existen expectativas diferentes: “Lo que yo he encontrado —afirma Cardó— es que de manera consciente o inconsciente la meta final de muchas personas aquí es tener una relación y una pareja… Es decir, Tinder se ha sumado a las formas clásicas de conocer a alguien. Yo converso con jóvenes y me dicen: ‘si no hubiera sido por Tinder, no hubiera conocido gente, no me hubiera relacionado, porque soy muy tímido o tímida’”.
Pero, a pesar de movernos en una sociedad conservadora, algo sí está cambiando. Para la psicóloga y sexóloga Romina Castro las aplicaciones de citas como Tinder están transformando la forma de vivir la sexualidad. “Al estar implícito que propician encuentros netamente físicos y esporádicos, estas apps ayudan a las personas a desenvolverse y a considerar la sexualidad en un ámbito mucho más casual y no necesariamente dentro de una relación de pareja y con amor. Y existen personas que les va bien teniendo relaciones de este tipo, sin amar a alguien. No es algo que sea bueno ni malo, solo está sucediendo”, precisa.
Y a eso invita una app que busca resolver todo a través de un pequeño perfil y seis selfies en una pantalla. Castro destaca que estas aplicaciones dan mucha importancia a la apariencia física y a lo superficial y dejan de lado otros aspectos que también son claves a la hora de iniciar una relación. “Hay quienes son sapiosexuales —explica—, es decir que se interesan o les atrae más la inteligencia de las personas, y eso ¿cómo lo pueden descubrir por Tinder si solo ven una cara y un perfil?”.
Sin embargo, más allá de los peligros que todavía persisten en las aplicaciones de citas, entre los que destacan el acoso, la exposición de la intimidad o las estafas cibernéticas, ambas especialistas coinciden en que diez años después el balance es positivo: “Personas que no se sentían atractivas o no habían tenido éxito en sus relaciones, han encontrado en Tinder a alguien interesado en ellas”, dice Castro. Por su parte, Cardó resalta que la aplicación “le ha abierto oportunidades a quienes de otra manera no hubieran conseguido una cita, pues no eran asiduos a fiestas, discotecas o bares, o simplemente no tenían tiempo para eso”. Diez años después, se ha impuesto también un nuevo sueño: que alguien apruebe tu perfil al otro lado de la pantalla.
Hay dos formar de usar Tinder: en la versión gratuita y la versión pagada. Esta última incluye la función Passport, que permite cambiar la ubicación y hacer ‘match’ con usuarios en otras ciudades del mundo.
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