En 1932, en París, una gitana le anunció al poeta español Pedro Salinas (1891-1951) que un gran amor llegaría a su vida. Esto lo preparó para la primera visión que tuvo de la musa: Katherine Prue Reding (1897-1982), una hispanista estadounidense que estaba de visita en España, llevó un curso con él. Llegó tarde a la primera clase, faltó a la siguiente, pero el poeta no la olvidó. Días después la invitó a cenar y, poco a poco, la fue cautivando. El hechizo continuaría incluso luego del regreso de ella a Estados Unidos, lo que motivó a Salinas a escribirle con ardor casi a diario durante los dos primeros años que duró la relación. Tusquets ha reeditado recientemente el libro Pedro Salinas. Cartas a Katherine Whitmore, una selección de 151 misivas que muestran la gran influencia de Katherine en su poesía.
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El poeta construyó en sus cartas un espacio cerrado, casi claustrofóbico, como explica el editor del libro, en el que no mencionaba nada que pudiera perturbar la relación, como el hecho de que él estuviera casado con Margarita Bonmatí y que tuviera hijos.Al principio esta situación no fue un problema, pues ambos sentían que su relación estaba en el trasmundo. Katherine escribe: “Correspondí a Pedro sin ningún remordimiento de conciencia o sentimiento de estar obrando mal. […] Yo estaba en otro mundo. Había ocurrido un milagro”. Y si hubo alguna duda de parte de ella, Salinas la despejó desde el inicio: “Tú en mí no serás nunca nada malo, nada que robe algo a alguien. […] Tú me has alumbrado una nueva riqueza y por eso lo que a ti te doy a nadie se lo quito”.
Así como Katherine le reveló al poeta “una nueva riqueza”, él desveló todas las potencialidades —espirituales, intelectuales y físicas— de las que ella no era consciente debido al trajín diario; además, para ayudarla a cultivar su espíritu, el poeta matizaba las confidencias amorosas con consejos literarios y apreciaciones críticas sobre fotografía, pintura y arte en general. Quizá debido a la distancia Salinas vio en Katherine a un ser superior, digno de ser amado. La describe como una mujer de gran belleza física, muy inteligente y con gran empatía; Salinas culmina el retrato de su musa agradeciendo su delicadeza y, sobre todo, su directness. Estas cualidades hacen que le confíe sus alegrías y temores. Le cuenta sobre sus viajes y lo mucho que valora su amistad con el poeta Jorge Guillén. A veces le confiesa que, debido a sus compromisos laborales, no puede dedicarse totalmente a la poesía. En otras cartas critica de manera contundente el giro historicista del análisis literario; y, cuando la tragedia asola Europa, arremete contra la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.
Katherine era vida, movimiento, y tenía esa mágica capacidad de transfigurar cualquier espacio para que fuera habitado solo por ellos. Esto sucedió cuando ella regresó a Europa en 1933, pues estaba inscrita en un programa de verano de la Universidad Internacional. Volvieron a verse en 1934. En febrero del año siguiente Margarita descubrió la infidelidad, aunque ya sospechaba que el poeta estaba enamorado de otra.
En 1933 Salinas publicó uno de los mejores poemarios españoles del XX, La voz a ti debida. Curiosamente, en estos versos el poeta construye un espacio semejante al de las cartas, en el que el yo asume un rol pedagógico para guiar a la amada. Pronto empezaron a correr los rumores: ¿el tú de los poemas era un trasunto de Margarita? ¿Era otra la musa del poeta? En 1935, Margarita intentó suicidarse cuando se enteró de lo que sucedía. Pese a lo terrible de la situación, Salinas no consideró siquiera la opción de separarse de su musa. Ella, en cambio, decidió alejarse, pero pospuso la separación debido a que el poeta se refugió en Estados Unidos luego del estallido de la Guerra Civil en 1936.
En 1939, Katherine se casó con Brewer Whitmore, también profesor del Smith,y adoptó el apellido de este. Al enterarse, Salinas le escribió, casi como un reproche: “¿Qué tal, ‘buena mujer burguesa’, como tú te bautizas a ti misma en tu epístola? ¿Burguesa? ¿No habíamos quedado en que eras una Musa? ¿Has dimitido de ese alto cargo? Por algo será que ya hace tiempo que un cierto poeta que conozco [...] calla, y deja las cuartillas en blanco. ¿Será porque la Musa se le [ha] casado?”. Cada vez se escribieron menos hasta que, en 1947, Katherine terminó la relación de manera definitiva.
La última vez que se vieron fue en 1951. Fue un encuentro más bien amargo, apenas conversaron un momento y él no le dijo que estaba enfermo. Sin saberlo, ese día Katherine se despidió de él para siempre, pues el poeta moriría en diciembre de ese año. Como balance final de la relación, la musa apunta: “Él me ayudó en más maneras de las que puedo contar y estoy infinitamente en deuda con él. Y yo, ¿qué le aporté yo a él? Fuera un error o no, fui yo quien le di el ímpetu para crear su mejor poesía en las alegrías y en las penas. Ambos deberíamos estar satisfechos”.
El libro
Autor: Pedro SalinasEditorial: TusquetsPáginas: 408 Precio: S/ 89,00
Un poema de La voz a ti debida (1933)
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Sí, por detrás de las genteste busco.No en tu nombre, si lo dicenno en tu imagen, si la pintan.Detrás, detrás, más allá.Por detrás de ti te busco.No en tu espejo, no en tu letra,ni en tu almaDetrás, más allá.También detrás, más atrás de mí te busco. No ereslo que yo siento de ti.No eresIo que me está palpitandocon sangre mía en las venas,sin ser yo.Detrás, más allá te busco.Por encontrarte, dejarde vivir en ti, y en mí,y en los otros.Vivir ya detrás de todo,al otro lado de todo—por encontrarte—,como si fuese morir.