“No sirve de nada que los niños aprendan a escribir si no aprenden a usar la computadora”. Esta frase, dicha por una docente cusqueña el año 2005, cuando los niños aún no nacían con un celular bajo el brazo, da cuenta que la idea de alfabetización en el siglo XXI va más allá del manejo del abecedario y del ábaco.
En 2017 la entonces Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, dijo a propósito de este día: “Tradicionalmente se ha considerado la alfabetización como un conjunto de competencias relacionadas con la lectura, la escritura y la aritmética aplicadas en un contexto determinado. Las sociedades del conocimiento por medios digitales están transformando lo que significa estar alfabetizado y exigen un nuevo nivel, más elevado, de esas competencias. Al mismo tiempo, la tecnología puede contribuir, a cambio, a mejorar el desarrollo de la alfabetización”.
¿Qué hacer en un mundo donde existen alrededor de 750 millones de adultos que carecen de las aptitudes más básicas de lectura, escritura y aritmética? Según data de la UNESCO, 264 millones de niños y jóvenes no reciben educación escolar y, un gran porcentaje de la población adulta y joven de todo el mundo no cuenta con las competencias digitales básicas indispensables para funcionar plenamente en las sociedades y los trabajos de hoy en día.
En 1966 la UNESCO decidió declarar al 8 de septiembre Día Internacional de la Alfabetización, con el fin de recordar a la comunidad internacional la importancia de la alfabetización de las personas, las comunidades y las sociedades, así como de la necesidad de intensificar los esfuerzos para lograrlo.
El proceso de digitalización
Como explica la investigadora chilena Carolina Matamala, la alfabetización digital, definida como el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes para resolver eficazmente problemas con herramientas digitales y/o en contextos digitales, es un requisito indispensable para garantizar la autonomía personal de las nuevas generaciones, su desarrollo integral y su inclusión en sociedades democráticas; además, es una posible respuesta a las brechas digitales, que afectan principalmente a jóvenes de sectores desfavorecidos.
En el trabajo titulado “Desarrollo de la alfabetización digital”, Matamala analiza la integración de las TIC al sistema educativo no solo como una herramienta pedagógica. En este sentido, plantea las siguientes preguntas: ¿cómo está integrando la escuela la alfabetización digital?, ¿cómo se enseña a los estudiantes a buscar, seleccionar y evaluar información?, ¿cuáles son las creencias y percepciones de los profesores respecto a la alfabetización digital?
Pero, en países como el nuestro, al hablar de las estrategias que los profesores deben aplicar y las competencias que deben desarrollar en los alumnos, es imprescindible abordar también el problema de la brecha digital, Según el informe “Conectividad Rural en América Latina y el Caribe: Un puente al desarrollo sostenible en tiempos de pandemia”, elaborado por el BID, al menos 77 millones de personas no tienen acceso a Internet de calidad en áreas rurales: un 71% de la población urbana de América Latina y El Caribe cuenta con opciones de conectividad, mientras que en la ruralidad solo se alcanza un 37%.
Si ponemos el foco en nuestro país los números son más tristes. Las estadísticas que miden la brecha digital de género en el Perú al 2019 indican que solo el 54,5% de las mujeres usa internet, frente al 59,7% de hombres, según UNICEF. Esta brecha se incrementa en el sector rural, donde solo el 18,7% de las mujeres lo emplea, frente al 26% de hombres. Así, ¿cuántos pasos necesitamos dar para cerrar la brecha?
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