“No pensé que saldría con vida. Cada día morían a mi lado los otros pacientes”, dice una mujer de 40 años. “Ya ni sabía qué día era. Solo me daba cuenta de que fallecían muchos a mi lado”, recuerda un hombre de 55 años. Y otro de 35 afirma: “Fue la peor experiencia que he tenido en mi vida. Me ha afectado demasiado”. Estos son algunos de los testimonios que un equipo de psiquiatras del hospital Guillermo Almenara recogió como parte de un estudio que busca medir los efectos del COVID-19 en la salud mental de quienes lograron sobrevivir a la enfermedad. Son pacientes que atravesaron el martirio de los respiradores artificiales, de la falta de oxígeno y de la escasez de camas UCI, pero que, semanas o meses después de lo sucedido, no pueden conciliar el sueño, se sienten irritables, han perdido el apetito o las ganas de vivir.
En el fondo, el coronavirus, más allá de sus afecciones físicas, deja también secuelas mentales. Así lo comprueban dos estudios desarrollados por psiquiatras del hospital Guillermo Almenara y de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, respectivamente.
Los sobrevivientes
Sobrevivir al coronavirus puede ser una experiencia traumática. Esto se evidencia tras el estudio presentado por un equipo de psiquiatras del hospital Guillermo Almenara, liderado por el doctor Jeff Huarcaya-Victoria, coordinador de la Unidad de Psiquiatría de Enlace de dicho nosocomio. Los especialistas monitorearon por más de tres meses a 318 pacientes que superaron el coronavirus —196 mujeres y 122 varones— y descubrieron en ellos “una alta frecuencia” de trastornos depresivos, ansiosos, somáticos y de distrés.
El estudio titulado Salud mental en sobrevivientes a la COVID-19 de un hospital general: asociación con variables sociodemográficas, clínicas e inflamatorias determina que “una proporción significativa de los pacientes presentan síntomas depresivos (30,3 %), ansiosos (29,9 %), somáticos (33,7 %) y de distrés (28,7 %)”. Según Huarcaya-Victoria, en el caso de la depresión, esta se manifiesta en “sensaciones de tristeza, falta de energía, poca motivación, enlentecimiento, problemas para dormir, falta de apetito, ideas de quitarse la vida; la ansiedad se traduce en intranquilidad, irritabilidad, dificultad para relajarse y angustia constante; las quejas somáticas se refieren a síntomas de dolores de estómago, cabeza, náuseas, mareos, gases; y, finalmente, el distrés está relacionado con recuerdos repetitivos sobre la hospitalización”.
Para que estos problemas se manifiesten más en unas personas que en otras, inciden algunas variables. “Una de ellas —explica el especialista— es el sexo femenino, pues estudios anteriores ya habían demostrado que las mujeres tenían mayor vulnerabilidad a problemas depresivos o de ansiedad; otro es el lugar de procedencia, es decir, quienes vienen de fuera de Lima son más propensos a cargas de estrés o ansiedad; otro es haber tenido algún familiar infectado o fallecido por el COVID-19; y, por último, también es determinante qué tan severa se presentó la enfermedad en el paciente”. Las conclusiones, que próximamente serán publicadas en una revista indexada, son útiles para que, en esta segunda ola, se pueda identificar a este tipo de pacientes y darles una mejor atención en salud mental.
Lima Metropolitana
Entre el 20 de julio y el 18 de agosto de 2020, después de la cuarentena, un equipo de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, encabezado por el psiquiatra Hever Krüger Malpartida, realizó un estudio con herramientas metodológicas validadas por la OMS y la comunidad científica en un universo de 400 personas de Lima Metropolitana. Las edades oscilaban desde los 18 a los 80 años, y se incluía tanto a personal de salud como a estudiantes de medicina y población en general. Las conclusiones señalan que “al menos la mitad de los limeños se encuentran afectados por esta pandemia —tanto con ansiedad como con depresión—, de los cuales el 10 % se halla en una situación crítica que requiere intervención psiquiátrica urgente”, explica el doctor Krüger Malpartida. Según el estudio Effects on Mental Health After the COVID-19 Lockdown Period: Results From a Population Survey Study in Lima, Peru, existe “una mayor prevalencia de ansiedad relacionada con la pandemia, principalmente en el este, centro y sur de Lima Metropolitana, que son las áreas más afectadas por infecciones de COVID-19”.
Entre estos limeños, prevalecen rasgos como irritabilidad, dificultad para dormir, disminución de energía, poca capacidad de decisión y problemas de memoria. “Nosotros vamos encontrando valores predictivos —añade Krüger—: a mayor edad existe mayor riesgo de tener manifestaciones ansiosas o depresivas. También vemos que quienes tuvieron un familiar fallecido son más vulnerables. Por el contrario, quienes tuvieron uno que superó la enfermedad mantuvieron la esperanza, y, en ellos, los rasgos de ansiedad disminuyeron”.
Al respecto, el especialista ofrece algunas recomendaciones para evitar esos problemas de ansiedad derivados de la cuarentena: “Mantener un nivel de actividad física básico de 30 minutos diarios, no estar sedentarios, realizar actividades programadas, de tal manera que no caigamos eventualmente en el pesimismo. Las personas que se mantienen optimistas mejoran su sistema inmune. A esto también ayuda una alimentación sana. Por último, debemos aprovechar el tiempo en casa para limar asperezas con miembros de nuestra familia, pues es importante promover la unión del núcleo familiar”.
Y sobre la población más vulnerable, los adultos mayores, el psiquiatra de la UPCH precisa: “No hay que dejarlos solos. Algo muy importante es que todos los días reciban al menos una comunicación audiovisual, ya sea de hijos, nietos, sobrinos u otros familiares. De esa manera, ellos sienten menos la soledad. Hay que ser claros en estos momentos: los adultos mayores sienten que los están abandonando. Para ellos, esto es como un arresto domiciliario”.
Finalmente, para los doctores Jeff Huarcaya-Victoria, del hospital Almenara, y Hever Krüger, de la Universidad Cayetano Heredia, no existe mejor receta para disminuir la ansiedad y el estrés que dejar de consumir noticias falsas o información derivada de teorías conspirativas: “Se debe buscar información solo en medios oficiales, como noticieros y periódicos, y no consumir opiniones que se generan en la red, ya que eso provoca más incertidumbre y ansiedad”, afirma Huarcaya-Victoria. Por su parte, Krüger pide “informarse solo lo suficiente, no más”. Y añade: “No se debe hacer caso a memes virales que no estén sustentados por la ciencia. Eso está haciendo mucho daño, tanto que ahora, cuando lleguen las vacunas, muchas personas no van a querer aplicárselas”.
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