Los matsés no heredan el apellido sino el nombre. Tres días después de su nacimiento, un bebé matsés —con “s” también en singular— es nombrado de acuerdo a un esquema definido: el padre le pone a su hijo varón el nombre del abuelo paterno del niño o de algún hermano del abuelo paterno. Pero, si la madre es quien elige, ella le pondrá el nombre de un hermano de la abuela materna. Si es mujer, el modelo es inverso: la madre le pondrá el nombre de la abuela materna de la niña o de alguna hermana de la abuela materna; en cambio, el padre le pondrá el nombre de alguna hermana del abuelo paterno de la niña.
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Los padres matsés no ponen a sus hijos nombres inventados o por características físicas, como sucede en otras etnias amazónicas. Por ello, los nombres no son numerosos. Son pocos pero son: en total existen 24 nombres de varón y 19 de mujer. La lista de nombres femeninos se completa con dos apodos que por la costumbre se han convertido en nombres y con otros tres provenientes de otros pueblos conquistados. Así, la suma originaria de nombres matsés para ambos sexos llega a 48. A este número se podrían agregar 21 más —entre femeninos y masculinos— añadidos después de 1969, cuando los matsés entraron en contacto pacífico con miembros del Instituto Lingüístico de Verano.
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Si alguien le pregunta a un matsés qué significa su nombre, su respuesta inmediata será: “Solo es un nombre, no significa nada”. O también podrá decir: “Es el nombre de mi abuelo”. Estos nombres, sin embargo, tienen toda una historia detrás, que es rescatada por el investigador David Fleck Zuazo en un libro que sintetiza la cultura de este pueblo que hoy habita la cuenca del río Yaquerana, en la frontera con Brasil. El caso de Fleck Zuazo es excepcional. Es un peruano-estadounidense que un día de 1994, graduado como zoólogo por la Universidad de Ohio, llegó hasta Pucallpa para hacer un trabajo de etnobotánica. En una de sus incursiones por el bosque amazónico se internó en una comunidad matsés, donde fue acogido y aceptado. Con el tiempo, Fleck Zuazo se interesó por la lingüística, viajó a Australia, pero pronto regresó a la selva. Allí, a orillas del Yaquerana, conoció a su esposa, una descendiente matsés, y se convirtió en uno más del pueblo, donde actualmente reside.
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Como la mayoría de pueblos amazónicos, los matsés tienen una historia mítica y otra oral que pueden rastrear desde la mitad del siglo XIX, cuando contactaron con una tribu llamada Camumbo (Gente del Jaguar). Entonces, copiaron tatuajes y ornamentos y empezaron a usar arcos y flechas. Años después, fueron perseguidos, raptados, esclavizados y asesinados por los caucheros, y los sobrevivientes huyeron lejos de los ríos, donde entraron en pugna con otras etnias. Los conflictos han marcado la existencia de este pueblo hasta su triunfo sobre los invasores mestizos —nombre que dan a toda la gente que no proviene de la Amazonía— a mediados del siglo XX.
En medio de este recorrido azaroso el significado de sus nombres se perdió para siempre. Hoy solo uno de ellos tiene correspondencia en la historia oral del pueblo. Es el caso de Bai, cuyo significado es ‘camino’. Sin embargo, Fleck Zuazo ha rastreado en la amplia familia lingüística Pano, de donde proviene la lengua matsés, algunos significados posibles: Dunu —un nombre masculino muy común— significa ‘víbora’, en lengua matis, marubo y shipibo; Nama —otro nombre masculino— significa ‘sueño’ en shipibo; y Shani —nombre femenino— en shipibo, kashinawa y amawaka designa a un tipo de loro. Otro nombre femenino, Cauë, en shipibo quiere decir ‘adiós’.
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Pero más allá de la recuperación de la identidad de una etnia repartida en 16 comunidades del distrito de Yaquerana, en Loreto, la edición de un libro como Tesoro de nombres matsés tiene un fin más práctico. “Teníamos que solucionar un problema específico y parte de los acuerdos con los jefes de las comunidades matsés fue crear una lista de nombres para capacitar a los registradores civiles e incrementar las campañas de documentación”, explica Danny Santa María, investigador de la Escuela Registral del Reniec. (Con ese objetivo ya antes se han publicado estudios sobre nombres quechuas, jaqaru y awajún).
Benito Bai, residente de la comunidad y registrador de la etnia, les contó a los funcionarios del Reniec que los nombres matsés no eran bien escritos por médicos o funcionarios mestizos, lo que generaba problemas de identificación. Un nombre femenino como Bëso, por ejemplo, era escrito como Beso, sin la diéresis, convirtiéndolo en una palabra sin sentido (la e y la ë en matsés son tan diferentes como la a y la e en castellano). El 2014 el Ministerio de Educación normalizó el alfabeto matsés, sobre el cual se basa este libro, y la idea es que ahora los registradores tengan una herramienta para la documentación de niños que no tienen DNI y están cambiando sus nombres originales por otros castellanos. Nombres como Dashe, Tumi, Tupa, Ëshco, que son transmitidos por sus abuelos, quienes dicen ‘revivir’ cuando uno de sus nietos es llamado como ellos.
Algunos nombres matsés *
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Bai [Baí] nombre antiguo de hombre. Antiguamente la palabra bai significaba ‘camino’ o ‘trocha’.
Bëso [bë.só] nombre antiguo de mujer.
Canë [Ka.në] nombre antiguo de mujer.
Cantse [Kan.tsé] nombre antiguo de mujer.
Chapa [cha.pá] nombre antiguo de mujer.
Coya [ko.já] nombre antiguo de hombre.
Dësi [dë.sí] nombre de mujer. Este es un nombre antiguo matsés, pero cuando los mestizos mataron a muchos matsés se perdió hasta que capturaron a mujeres de la etnia dëmusho llamadas Dësi, entonces se recuperó el nombre.
Duni [du.ní] nombre antiguo de mujer.
Maui [ma.wí] nombre antiguo de hombre.
Mëbu [më.bú] nombre de hombre. Proviene de la etnia kulina (kapishtana).
Pacha [pa. Çhá] nombre antiguo de hombre.
Puë [Pué] nombre antiguo de mujer.
Tedia [te.diá] nombre de mujer. Este nombre es una corrupción del nombre castellano Delia, que le pusieron los siringueros a una mujer llamada Unan hace mucho tiempo.
Tumi [tu.mí] nombre antiguo de hombre.
*Tomados de “Tesoro de nombres matsés”, Escuela Registral del Reniec. 2016. Puede descargar el libro aquí