Cuando era pequeño mis padres me llevaban a la feria del libro que se celebraba en el parque Kennedy como si fuera un ritual laico: íbamos los sábados en la tarde y, mientras se hacía la oscuridad, yo me perdía entre álbumes infantiles y libros novedosos (hoy se les llamaría interactivos), de los que recuerdo sobre todo dos: uno con figuras imantadas (animales que se pegaban en paisajes diversos) y los populares Multiaventuras, con los cuales era posible tomar las decisiones por los personajes y, saltando entre páginas, el lector tenía esa inquietante sensación de poder variar las tramas de los clásicos. Luego bajábamos por Porta y comprábamos queso fresco en la desaparecida tienda Bazo Velarde. La vida era más simple y provinciana entonces, pero escondía algunos pocos pequeños placeres.Seguir a @ElDominicalEC!function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Sin embargo, no se debe permitir que la nostalgia intervenga el pasado. Hoy la FIL ofrece una oferta bastante más amplia y de mayor calidad que aquella que se podía encontrar hace 30 años, y el último domingo de feria es la mejor oportunidad de comprobarlo. Los primeros stands lo demuestran apenas se llega al Parque de los Próceres, en Jesús María: Mediterráneo posee ahora el excelente fondo de Salamandra y ello amplía el interés en sus vitrinas, por ejemplo, con la versión gráfica de “Suite francesa” de Emmanuel Moynot, “Una historia” del italiano Gipi y “Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora”, la divertida selección de tiras cómicas de Tom Gauld.
Crisol, al frente, mantiene el 20 % de descuento en todos sus productos. Dos líneas invitan a aprovechar el descuento: la selección de cómics de superhéroes y la colección Gótica de Valdemar, donde se encuentran tomos de Ligotti y Chambers, por citar dos autores que se vinieron a casa. A un lado, Íbero seduce al lector literario con la oferta de las editoriales Blackie Books (ojo con Richard Brautigan) y Páginas de Espuma; este último sello cuenta con excelentes ediciones de Stevenson, Chéjov y Flaubert para el lector sibarita. Por conflicto de intereses se debe tomar con pinzas mis recomendaciones de Planeta, pero no puedo dejar de mencionar las novedades de literatura peruana: Renato Cisneros, Diego Trelles Paz, José Carlos Yrigoyen y Dante Trujillo. Que sea el lector quien evalúe el mérito de esta última sugerencia.
Tres grandes instalaciones invitan a recorrer sus pasillos: la de Océano, donde solicité un autógrafo a Patrick Deville, el genial autor de “Peste & cólera”, cuya bella caligrafía aún no descifro; la de Random House, donde se encuentran dos lanzamientos locales a tener en cuenta: “KimoKawaii”, de Enrique Planas; y la antología de ficción corta de Miguel Gutiérrez, “Las aventuras del señor Bauman de Metz”; y el bello puesto que ha instalado el país invitado, Francia, donde se luce una muestra suficiente de la literatura y el ensayo contemporáneos, de Sartre a Deleuze y de Camus a Modiano. No saldrá defraudado quien acepte estos consejos.
No terminan ahí los atractivos de la FIL 2015: Estruendomudo ha presentado su “Selección peruana 2000-2015”, a cargo de Ricardo Sumalavia, una muestra de cuento peruano bastante más interesante que la de sus análogos deportivos; en Estación La Cultura se reúne buena parte de la producción independiente nacional (Pesopluma, Santuario, Paracaídas y Animal de Invierno, por citar a algunos de los más activos), donde es posible hacerse con una copia de “Boca de lobo” de Sergio Chejfec o nuevas ediciones de la poesía de Luis Hernández; en Heraldos Negros hallé por fin el libro que Max Aub le dedicó a Luis Buñuel, una biografía novelada que el poeta y narrador español dejó inacabada cuando falleció hace más de cuatro décadas; mientras que el Fondo de Cultura Económica ha editado dos joyas: la colección de prosas de Carlos Germán Belli, poeta mayor; y las conversaciones que Fietta Jarque mantuvo con artistas plásticos en su brillante carrera periodística en “El País de España”. No pierda ritmo al caminar, pues Peisa ha presentado “Todo termina esta noche”, una estupenda colección de cuentos de Johann Page. Hay provecho en cualquiera de estas paradas.
Finalmente, sitios predilectos. En Librería Inestable, Carlos Carnero ha traído “Para entender la fotografía” del gran John Berger, una colección inmejorable para quien desea aprender a leer imágenes; mientras que en el Instituto de Estudios Peruanos se vende un libro historiográfico de aliento narrativo: “La rebelión de Túpac Amaru”, de Charles Walker, que está destinado a convertirse en un clásico instantáneo. A ello se puede añadir un poco de melancolía: la sala-homenaje a Carlos Calderón Fajardo nos recuerda, entre fotos y gestos, cuán eterna es la literatura. El destino republicano de todo niño es el de convertirse en hombre y ciudadano. Para lo primero se necesita tiempo; para lo segundo, libros.