Cuando, en 2009, se publicó el libro Orgulloso de ser friki, la palabra friki no tenía cabida en el Diccionario de la lengua española. Hoy, en mayo del 2021, este término ya se ganó un lugar en dicho espacio, en el que se detallan sus tres acepciones: extravagante, raro o excéntrico; persona pintoresca y extravagante; y persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición.
La palabra friki —o friqui— proviene del inglés freak o freaky, que significa ‘raro’. “Lo freak era lo raro en el sentido más peyorativo. En los Estados Unidos, se usaba mucho nerd y geek con connotaciones distintas, pero apuntando a lo marginal. En España, se acuña friki inicialmente con una connotación también negativa. No obstante, con la expansión de Internet, esa palabra pasa a ser adoptada en Hispanoamérica, y creo que engloba mejor lo nerd y geek anglosajón”, explica Andrés Paredes, comunicador, creador de juegos de mesa y friki de larga data.
Lo friki era motivo de separación e, incluso, burla. Como añade Andrés Paredes, existían muchos “frikis de clóset”, es decir, gente que aparentaba ser normie para evitar el acoso, pero que, en espacios de confianza, se soltaba con sus hobbies. “Los que exponíamos abiertamente nuestras aficiones teníamos que enfrentar desde condescendencia hasta burlas, pero era también la forma de encontrar gente con la que compartir”, comenta.
Elogio a lo alternativo
El español Germán Martínez, en su libro Orgulloso de ser friki, señala que los frikis clásicos, en la sociedad estadounidense, se definen como aquellas personas apartadas de los gustos populares. “Comenzaron a leer libros que no se enseñaban en clase, de géneros como la aventura, la ciencia ficción, la fantasía y los cómics. Iban al cine, aunque fueran solos; creaban juegos en los que no hiciera falta un esfuerzo físico, como los juegos de rol; eran los mejores utilizando los ordenadores; y jugaban videojuegos”, escribe.
Y añade que a esos frikis estadounidenses lo que los unía era que crecían delante de un televisor que les ofrecía cosas sobre las cuales querían saber más. Sin embargo —dice Martínez—, fue la aparición de un mercado de objetos relacionados a esos intereses lo que enriqueció el mundo friki. “Si la mitad de los adolescentes americanos se obsesionaban con pelotas de béisbol firmadas por sus ídolos, los frikis querían el primer número de Superman o el traje de las estrellas de Star Trek”.
No obstante, como señala la socióloga Cristina Martínez en el trabajo “Nuevos movimientos sociales: el caso de la cultura friki en España”, los aspectos más típicos del comportamiento que se asocia a los grupos frikis no son, en absoluto, nuevos. En dicho ensayo, detalla que el principal requisito previo a la génesis de este movimiento social es la extensión del acceso a la cultura en el ámbito literario y cinematográfico, y que esto sucede a mediados del siglo XIX, con la Revolución Industrial, cuando el papel y los libros se tornan asequibles económicamente para todas las clases. A esto se suma que, a comienzos del siglo XX, la gran mayoría de la población estadounidense está alfabetizada, y forma un nuevo mercado de lectores que se acerca a géneros como el fantástico y la ciencia ficción, pilares de la subcultura friki.
“Así, estas revistas impulsarán, con el tiempo, la carrera de grandes escritores como Lovecraft, Howard, Ashton Smith y, más tarde, de otros grandes como Bradbury, Asimov o Dick”, añade.
Pero, ¿por qué se eligió el 25 de mayo como el día de celebración friki? La comunidad friki española, impulsora de esta celebración hoy mundial, lo hizo porque en esa fecha, en 1977, se estrenó Star Wars, hito indiscutible dentro del universo friki. Sin embargo, hay, dentro del frikismo, otro motivo para celebrar cada 25 de mayo. Se trata del Día de la Toalla, instaurado en 2001 para homenajear al escritor Douglas Adams, autor de La guía del autoestopista galáctico. ¿Y por qué una toalla? Porque una toalla es lo único que necesita un autoestopista intergaláctico para dar la vuelta a la galaxia, obvio.
Cuando lo friki se volvió mainstream
Alex Huerta-Mercado, investigador y docente de la PUCP, ve en los grupos considerados frikis comunidades que se han apropiado del espacio público, ya sea en los parques como el Castilla o el Campo de Marte, o en centros comerciales que fueron “invadidos” por colectivos de consumo, como Arenales o Galerías Brasil. “El Internet dio un nuevo espacio público, la posibilidad de formar grupos, de gritar ‘aquí estamos, estos somos’, y hasta de ganar un prestigio por lo desafiantes o lo estéticamente interesantes”, dice.
Fran Lasarte, diseñadora y docente, se reconoce como friki de la era previa a internet y relata que ha pasado de tener compañeros de colegio que se burlaban de ella por leer El señor de los anillos a encontrarse con ellos y saludarlos en la cola del estreno de El retorno del rey. Para ella, Internet abrió la puerta a la era dorada del frikismo. “Creo que antes de entender lo grande que es el mundo, sobre todo con la web 2.0, nos metíamos en cajitas un poco limitantes: me gusta esto y no lo otro, tal música y no la otra. Había rivalidades entre corrientes que, en el tiempo, se han diluido. La identidad actual es fluida y permite que seas fan de DC y Marvel a la vez, que colecciones My Little Pony y figuras de McFarlane en la misma repisa de tu casa. Sigue habiendo nichos oscuros o llenos de arcoíris. La diferencia es que antes los conquistabas mayormente solo; ahora, tú decides si quieres ir por tu cuenta o sumarte a una comunidad”, añade.
Carlos Wertheman, conductor del podcast El Langoy, ha explorado todas las posibilidades que ofrece Internet para alimentar a las almas frikis. “La vida antes de Internet era un tiempo de gustos minoritarios y de espacios también minoritarios para disfrutarlos. Que Internet comenzara a convertir lo friki en mainstream fue algo que me pareció natural. Yo, como nerd, abrazo Internet para alimentarme, y ahí conozco otra gente interesada, pero también gente que no había estado interesada antes y que ahora se veía expuesta y se interesaba. Entonces, empiezo a ver que este coto privado de caza fue abierto al público. Yo lo viví con sorpresa y con agrado, pues todo friki busca con quien conversar sobre el tema”, cuenta.
Sol Univazo, también conductora de El Langoy y periodista de formación, considera que los foros de Internet cambiaron la forma de ver el frikismo. “Eran espacios para encontrar y formar comunidad, sin prejuicios, y de los foros, se comenzó a explayar a los espacios físicos. Por ejemplo, entre 2005 y 2006, el Centro Comercial Arenales se volvió un punto de encuentro para frikis y otakus. Pero no nos llamábamos a nosotros mismos de esta forma. Más bien, los medios de comunicación y otros utilizaban esos términos de forma despectiva (los raros, los que no sociabilizan) cuando hacían reportajes al respecto”, comenta.
Un negocio que cambió todo
Ahora hay términos específicos para los gustos específicos de cada friki. El jugador de video juegos es gamer; quien disfruta del anime y Manga es Otaku; los fans de Star Trek son trekkies, etc. Además, en la última década lo friki se ha vuelto mainstream con la aparición de series y películas de grandes presupuestos como el MCU (Marvel Cinematic Universe). “Ahora lo friki vende. Las grandes corporaciones se han dado cuenta que pueden hacer mucho dinero con personas dispuestas a gastar plata en sus aficiones”, dice Sol Univazo.
Carlos Wertheman suscribe y anota que conforme han pasado los años, los frikis adolescentes crecieron, y esos chicos y chicas nerds pues empezaron a comprarse cosas que no podían comprarse de niños. “Antes lo que era lo friki era estigmatizado porque estaba fuera de la dinámica económica, decidía no formar parte del discurso mayoritario, ahora la percepción ha cambiado: ya no podemos despreciar a quienes llenan los bolsillos de industrias tras las películas de Marvel o los libros de Tolkien”, dice.
Alex Huerta-Mercado considera que estamos ante comunidades de consumo que han generado espacios de identidad, familias alternativas y espacios donde compartir un tipo de consumo no comprendido e incluso criticado porque, en sus palabras, en nuestro país hay una tendencia a criticar el gasto hacia lo que se considera trivial. “Los grupos considerados frikis están unidos por las cosas que los apasionan y, según mi perspectiva, tienen un consumo de algo que circula mucho en la modernidad y es la ilusión. Ilusión de vidas de personajes, de ídolos, de aventuras y de historias”, puntualiza.
Somos frikis, seámoslo siempre. Y usted, ¿disfruta de la era del frikismo?