La tarde en que me abrazó con los ojos brillosos al llegar a casa diciéndome que yo siempre sería lo más importante para ella. Una visita semanal al supermercado en la que prefirió dejar de comprar los acostumbrados potes de helado y en su lugar empezó a comprar grandes bolsas de granola. Un domingo que volvió a escribir en sus libretas que hace mucho estaban guardadas en el armario. Una noche en que por primera vez no estuvo en casa para darme el beso de las buenas noches. La mañana siguiente a esa noche, cuando me preparó panqueques con caritas felices dibujadas con manjar blanco y ella se veía aun más feliz que esas caritas. Fueron muchas las señales de que algo raro pasaba, pero solo pude confirmar mis sospechas algunos meses después.
Mamá siempre me ha parecido una mujer muy lista. Tiene respuestas para todo y parece que le es imposible tener la mente en blanco alguna vez. Creo que yo debo haberlo heredado de ella. Y no solo eso; es valiente, trabajadora, ingeniosa como pocas. Si bien de pequeña me leía cuentos clásicos de hadas y princesas rescatadas, solía decirme que las princesas más valiosas eran aquellas que no necesitaban ser rescatadas por nadie. A veces, incluso se aventuraba a reinventar los cuentos mientras me los leía. Eso me trajo ciertos problemas, aunque nada serio: discusiones con mis compañeras de salón en las que yo porfiaba que la caperucita roja había sido muy valiente al enfrentarse al lobo en la casa de su abuelita, o que la cenicienta prefirió usar el hechizo de su hada madrina para irse a conocer reinos lejanos hasta que dieran las doce, o cómo Blancanieves se retiró al bosque para escribir su conocido libro La verdad de la manzana. Mis amigas se reían de mí cuando lo decía, pero creo que en el fondo sentían un poco de envidia, porque para ellas los cuentos siempre tenían el mismo final.
Sabía que podía llegar este día, con papá llegó bastante rápido y en varias ocasiones. Ya perdí la cuenta de cuántas novias me ha presentado a lo largo de estos años desde que se fue de casa. Algunas me agradaron, aunque preferí no encariñarme mucho porque pasado un tiempo dejaba de verlas. Pero mamá y papá son muy distintos. Él dice que ella se hace muchos problemas para todo. Ella dice que más vale prevenir que lamentar. Y bueno, pensé que entre sus múltiples precauciones estaría evitar enamorarse. Porque todos saben que el amor muchas veces duele. Lo dicen las canciones, los libros y mis recuerdos de hace algunos años (cuando mis padres discutían no parecían estar felices y a mí se me estrujaba algo en el pecho durante horas). Sé que mamá también lo sabía, pero aun sabiéndolo se enamoró de Daniel.