Quien haya estado en un concierto de punk, puede comprender qué es lo que se siente después de leer el nuevo libro de María Galindo. El alboroto aquí es intelectual y político desde fuera de quienes han tomado el monopolio de la política, la voz gritante y furiosa aquí no es femenina sino feminista y proyecta letras en primera persona y nunca en nombre de una masa o un ‘pueblo’, el pogo aquí hace que la teoría sea de choque contra todo y todos y ofrece anarquía en el sentido menos banalizado del término. Después de cualquier buen pogo, uno nunca sale completamente ileso. Y luego de leer este libro sucede que tampoco.
“Feminismo bastardo” (Isole, 2022), de la autora anarco feminista boliviana María Galindo, ha sido recientemente presentado en su edición peruana. En su paso por Lima, Galindo apuntó que este es un libro de teoría feminista, pero no está escrito desde la mirada elitista de una academia que constantemente busca tener el monopolio del pensamiento, sino que está hecho para que lo lean las personas de a pie, en el micro, en los mercados y en las plazas, dijo.
Si bien guarda distancias de la academia oficial, Galindo reconoce el valor de la teoría en la generación de nuevo conocimiento y ha invitado al filósofo y comisario de arte Paul B. Preciado para prologar su libro. Preciado ha respondido con un texto en el que confiesa que, así como otros sueñan con telonear a Rosalía o a Rihanna, él siempre ha deseado ser telonero de María Galindo. Al final del libro, la autora le responde con una carta abierta escrita en medio de estos tiempos pandémicos.
Principios anarquistas
A lo largo de cinco capítulos, Galindo no solo propone una nueva teoría feminista, sino que en paralelo analiza el modo actual de hacer política y reivindica principios anarquistas en su propuesta. Cuando se creía que lo únicamente elegible estaba circunscrito al binomio derecha-izquierda, Galindo apunta su mirada fuera de ambas opciones para volver al anarquismo desde un enfoque contemporáneo, tangible y feminista.
La autora cuestiona temas como el discurso del mestizaje y la interculturalidad, y plantea salirse de los marcos de definición del Estado-nación para comprender los problemas sociales lejos de la lógica ‘estatalista’. Critica la privatización de la política por parte de los partidos en tiempos en los que, además, sostiene, ya ni siquiera existen como tales y los movimientos sociales son más fuertes. Incluso lanza el dardo contra el concepto de revolución de herencia marxista leninista como algo arcaico, lejano e inalcanzable que termina en la toma violenta del Estado, e invita más bien a resignificar dicho término desde otras utopías.
A partir de allí, plantea un feminismo que no demande derechos sino un proyecto de transformación social. Se trata de reescribir la hoja de los sueños “para discutirlos con la puta, con la ambulante, con la india y con la loca” (p. 149), asevera.
Probablemente, desde Manuel González Prada en el Perú no sonaba tan fuerte el nombre de un anarquista. En este caso, una anarquista boliviana y feminista. El debate político está continuamente entrampado en eso que Galindo llama ‘estadocentrismo’, es cierto. Se le insta a la población a elegir entre la derecha o la izquierda sin opciones fuera del binomio. Y cuando el gobierno no cumple sucede la frustración perpetua y la culpa se le echa al electorado. Mientras tanto la academia no renueva su marco teórico para analizar la política contemporánea. En este escenario, Galindo reconoce el ‘estadocentrismo’ como problema, lo critica, refresca el análisis, la teoría y las apuestas feministas desde un anarquismo con el que hasta el más progre de los progres (que en el Perú siempre termina siendo un conversador más) podría disentir, pero también conversar.
De cualquier forma, a Galindo le interesa más dialogar “con la puta, con la ambulante, con la india y con la loca”. Eso es seguro.
* Diana Joseli es socióloga.
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