En la edición número 78 de los Óscar, cuando se premió a los mejores trabajos estrenados el año 2005, una fantástica Secreto en la montaña (Ang Lee) era derrotada, en la categoría de mejor película, por Crash (Paul Haggis), una producción sin mayores méritos. Muchos coincidieron en señalar que la conservadora Academia no había elegido el trabajo de Ang Lee por retratar la historia de una pareja homosexual. El año pasado, cuando Moonlight (Barry Jenkins, 2016) ganó el Óscar a mejor película, hubo voces de sorpresa: una historia gay había triunfado.
Este año, la nominación de Una mujer fantástica (Sebastián Lelio, Chile, 2017) nos inspira a revisar cuán abierto es el cine comercial a tratar la temática gay sin caer en la frivolidad, frente a la idea de que este tipo de historias solamente puede recibir un tratamiento serio en un documental o una película indie.
—Salir de lo anecdótico—Alberto Castro, director de cine que prepara dos documentales sobre la comunidad gay, considera que el tema, al ser tabú en la sociedad, también era esquivo a los grandes relatos que se tocaban en el cine más comercial. “Pero se ha visibilizado a la comunidad LGTBI y sus historias de forma más masiva: primero desde la televisión, donde se los presenta de forma más frontal y sin máscaras; para luego dar el salto a la pantalla grande, donde más bien el tratamiento de estos personajes sigue siendo camuflado en el cine de factura industrial. La bella y la bestia o Power Rangers, por ejemplo, hicieron alarde en sus campañas de marketing de personajes abiertamente gays y lesbianas, respectivamente, para luego encontrarnos con sugerencias tímidas”, comenta.
Y es cierto: cada vez se incluye a más personajes LGTBI en cintas comerciales, pero su condición no es expresada abiertamente en la pantalla: todo se queda en insinuaciones o detalles que pueden pasar desapercibidos. A esto, Alberto Castro añade: “Además, el ser parte de la comunidad no aporta al desarrollo de la trama, sino que es casi anecdótico. Y me resulta curioso que desde las campañas de marketing utilicen estos personajes LGTBI insertados como datos curiosos para enviar notas de prensa a los periódicos, pero a la vez una cinta como Call me by your name prefiere no pautear el romance homosexual en el centro de su desarrollo, sino que la campaña prefiere vender un romance adolescente genérico, al punto de utilizar imágenes del personaje de Timothée Chalamet al lado de una chica, lo cual resulta engañoso”.
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Omar Cáceres, crítico de cine, coincide en que el tema aún se trata con sutileza, pero sí considera que hay mayor apertura, no solo de parte de la industria, sino también del público. “El cine está abandonando lentamente ciertos estereotipos e intenta enfocar de manera más natural y real las historias LGTBI, sin caer en exageraciones ni absurdos. Es cierto que aún no se globaliza, y algunos aún siguen pensando que estos temas deberían ser tabú y rechazan estos contenidos, pero lo ideal es que el cine sea el medio por el cual entendamos que este tipo de historias también son el reflejo de una realidad”, señala.
—Cine contracorriente—En el Perú, la cinta más recordada sobre la problemática LGTBI es No se lo digas a nadie (Francisco Lombardi, 1998), basada en el libro del mismo nombre del escritor Jaime Bayly. Le sigue la cinta de Javier Fuentes-León, Contracorriente (2009). Esta historia de un amor homosexual no reconocido en voz alta logró un total de 38 premios en festivales internacionales, incluyendo uno en el Festival de San Sebastián, el del público en el Festival de Sundance y en el de Lima, así como una nominación para el Goya.
El cine latinoamericano también ha abordado historias LGTBI. Cáceres hace el recuento de algunas: “Entre las que más destaco figuran Plata quemada (Argentina, 1997), que toca el tema de la homosexualidad y el abuso de las drogas con honestidad y lucidez; Carmín tropical (México, 2014), una cinta con tintes de policial negro, que cuenta una historia de crimen y homofobia; El cuarto de Leo (Uruguay, 2009), el drama de un joven gay reprimido; Desde allá (Venezuela, 2015), que cuenta la historia de Armando y la complicada relación con su padre, a quien le gusta contratar jovencitos para satisfacer sus fantasías sexuales mientras les observa desnudos”.