Intenso, polémico y, sin lugar a dudas, uno de los escritores contemporáneos con más carácter y recursos para la experimentación. Su libro Salón de belleza es considerado uno de los más importantes de los últimos tiempos en lengua castellana. Y gracias a esta misma obra, Bellatin ha vuelto a hacer noticia al terminar su largo contrato editorial. Conversamos con él sobre su vocación multidisciplinar y la obsolescencia del hecho literario.
Se cuenta que ofreciste bonos de preventa por tu primera obra, en ese momento aún no escrita, para financiarla. Sin embargo, tu carrera luego encontró cauces formales, con editoriales grandes como la que acabas de dejar. ¿Crees posible que un autor llegue lejos siguiendo la ruta independiente?Creo que fue la manera óptima. Agradezco, a la distancia, que las cosas hayan sido de esa manera. Lo importante para mí, entonces y ahora mismo, es que el tiempo de mi trabajo no tiene tiempo para el tiempo del otro, que puede ser el de un editor, un jurado de concurso, un lector, etc. En ese entonces yo debía deshacerme del texto —“Las mujeres de sal”— que estaba terminado en la misma época que finalizaba mis estudios universitarios. Fue entonces que hice las cosas al revés. Es decir, inventé primero la figura de un autor y solo al final del proceso puse al descubierto la escritura. Vendí 800 bonos, pagué la impresión, cobré el 10% de las regalías, separé el dinero necesario para la presentación. Luego, utilicé el truco del canje del cupón premiado y logré tener un público en la presentación del libro interesado en hacer efectivo su vale. La prensa se enteró del suceso y me hicieron algunas entrevistas. Aquella acción hizo posible, además, que nunca haya recurrido a un editor para solicitar ser publicado.
Has logrado recuperar tus derechos de una editorial transnacional. Cuéntanos qué pasó realmente.Se acabó con un pacto privado. Me fueron devueltos los derechos, con la condición de no volver a mencionar el caso.
¿En adelante cómo imaginas la difusión y distribución de tu obra?Estoy tratando de encontrar una fórmula que reúna las prácticas del Creative Commons con las formas tradicionales. Una que potencie las dos maneras. No confío demasiado en las plataformas digitales y sé que las maneras tradicionales de edición se encuentran en decadencia.
¿Crees que fue necesario ingresar a una editorial importante para lograr la autonomía de la que gozas ahora?Para mí siempre ha sido importante lograr que la escritura fluya, que esté en constante movimiento. No creo que hubiese sido necesario ese contrato con una gran editorial para lograr ese objetivo. Fue, me parece, una opción que tomé más por su carácter de camino posible para deshacerme de lo que había escrito que para llegar a un número determinado de lectores. Prueba de ello es que no creo que exista ninguna editorial, por pequeña que sea, a la que yo le haya negado la publicación de un texto.
Cuéntanos sobre tu proyecto de autopublicación “Los cien mil libros de Bellatin”. ¿Incides otra vez en la crisis de la publicación tradicional o hay algo más? La idea surgió por la imposibilidad de tener a mi disposición mi propia obra. Cuando era joven me causó horror comprobar que cuando un artista visual entrega alguna pieza pierde por completo su derecho de posesión. Con los escritores no ocurre lo mismo, aunque en la práctica la obra está en poder de las editoriales y de sus políticas. Quise, entonces, volver a poseer de manera física mis textos. Adaptarlos a un formato determinado y devolverles la idea que yo tengo con relación a las distintas obras publicadas: que todas no son más que partes de un mismo libro. Desde un inicio quise que el proyecto estuviera fuera de toda lógica comercial. Después la colección de “Los cien mil de Bellatin” fue invitada, de manera física y conceptual, a la Documenta 13, en Kassel, Alemania, y pasó a formar parte del debate.
Sobre esta participación, ¿ayuda el entenderte como performer y artista multidisciplinar para acercarse a tu obra? No, de ninguna manera. Mi obra parte y pretende consolidarse en la estricta figura de un escritor. Lo que no sirve, y se me hace cada vez más evidente, es el “hecho literario”, y ojalá llegue el momento en que se abandone cada vez más el concepto de literario y prevalezca el de escritura.
¿Te identificas con la definición de artista o escritor experimental?Con ninguna de las dos. Como dije antes: soy solamente un escritor.
La del estriboEn el cineHáblanos sobre tus proyectos cinematográficosHay tres películas: “Bola negra, el musical de Ciudad Juárez” es una ópera creada a partir de mi texto del mismo nombre, que muestra a un entomólogo comiéndose a sí mismo. El otro proyecto es “Salón de belleza”, un filme artesanal cuya particularidad está en que no puede ser proyectado sin mi presencia: mientras sucede, yo debo hablar en forma constante. Además, se prepara la adaptación de “Salón de belleza” como cinta de Hollywood. La primera se presentará en pequeños foros en los que estaré yo, y la otra recorrerá festivales y cines.