En el reciente Congreso de la Lengua en Cádiz, no hubo mejor ejemplo para ilustrar el tema del mestizaje, asunto central del cónclave, que la publicación de “Los ríos profundos”, la entrañable obra de Arguedas. Pero he aquí que la novela ganadora del Premio Alfaguara, “Cien cuyes”, también tuvo a muchos en esta ciudad española preguntando por peruanismos. Gustavo Rodríguez, su autor, debía sonreír mientras resolvía una de las preguntas más formuladas por los asistentes al congreso: ¿qué significa ‘cuy’?
Responsable de ambas publicaciones es Pilar Reyes, directora de la división literaria del grupo Penguin Random House y una de las figuras más influyentes en el mundo de la edición en castellano. Por ello, no hay mejor entrevistada para sondear las tendencias editoriales y lo que le depara el futuro a una industria acostumbrada a la incertidumbre.
—A propósito de los peruanismos que caracterizan una novela como “Cien cuyes”, ¿cómo se resuelven en el interior del premio Alfaguara las discusiones sobre los americanismos desconocidos en España?
Por suerte, el jurado siempre está presidido por un escritor o una escritora. Hay un librero, gente del mundo del cine y de la edición. Son miradas que ofrecen un intercambio muy interesante. Intento que el jurado represente lo más importante que ha sucedido culturalmente en el mundo hispano. Es un jurado con una idea muy internacional de lo que significa el español. Por eso no suelen haber conversaciones sobre dificultades para acceder al lenguaje de una novela, salvo que eso sea realmente algo que reste. Y si es así, no habría llegado a las finalistas. Para nosotros, es importante que la novela elegida sea un libro que viaje. Y la literatura que mejor viaja es aquella muy afincada en un lugar. ¡Y eso lo ha descubierto hasta Netflix!
—”Cien cuyes” abre una discusión que parecía inédita: la eutanasia y el derecho a la muerte digna. ¿Cómo aprecia este debate?
Es un grandísimo tema. La paradoja es tremenda. Todos los desarrollos médicos hacen que la vida se extienda, pero las sociedades no ofrecen calidad de vida a los ancianos. Te cuento una anécdota personal: yo leía este manuscrito mientras mi madre estaba muriendo. Y se estaba sintiendo muy mal. En Colombia, de donde soy, tenemos una ley de eutanasia, pero sus procedimientos son muy complejos cuando hay urgencias. Y yo pensaba en cómo asumimos la muerte, que esta podía ser también un acto de decisión. Como sociedades, es algo sobre lo que tenemos que hablar, sobre todo en Latinoamérica, donde el hondo sentido religioso hace más difícil discutirlo.
—En el Perú, la lectura de libros de literatura está en su nivel más bajo. ¿Cómo se prepara una editorial como la que representas para un futuro tan incierto?
Es una buena pregunta. Hoy es muy difícil tener el tiempo de calidad, el ensimismamiento, que necesita la lectura. Un celular es la mayor competencia para los libros. ¿Cuánto tiempo pasa uno en redes sociales? Por no decir las series de televisión. La oferta es muy grande. ¿Cómo decirle a alguien que, en medio de ese ruido, vale la pena leer? Yo creo que la manera de prepararse para el futuro es publicar buenos libros. No hay otra.
—Hay aspectos del futuro preocupantes. Por ejemplo, la aparición de ‘sensitive readers’ (lectores sensibles), contratados para evitar “ofensas” en los libros, y que ha llegado al nivel de enmendar los libros de Roald Dahl y de Ian Fleming en Reino Unido. ¿Los ve como un peligro o es el futuro al que habrá que adecuarnos?
Lo veo como un peligro. Lo peor es la autocensura. No se puede intervenir en un original. Si un lector siente que determinado libro hiere su sensibilidad, sencillamente no debería acercarse a él. Es como la leche: si te cae mal, pues no la tomes. No puedes hacer que la leche desaparezca del mundo. Creer que los editores tenemos la potestad de pensar que se puede herir o no a un lector, y hacer cambios a una obra en consecuencia, es una atribución indebida.
—El miedo es que podemos terminar con una literatura sin lactosa.
Que se haga literatura deslactosada para que la consuman ellos. Estamos hablando de autores que ya no están: Roald Dahl era consciente de que era un autor incorrecto. También escucho gente que habla de “apropiación cultural” para criticar una ficción. ¿Qué cosa es la literatura sino una forma de ponerse en los zapatos de otro? Producir una literatura inofensiva, que no hiera sensibilidades, es la contradicción de lo que la literatura es. Entramos en la cabeza de Raskolnikov para entender cómo alguien podría tener impulsos asesinos. Me pregunto por dónde canalizaría el ser humano esos sentimientos oscuros sin la literatura.
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