La filosofía de Schopenhauer tiene un campo de aplicación enorme. Abarca tanto en su concepción, que puede ser aplicada a muchas cosas que a veces parecen no tener relación con la filosofía. El ejemplo más palpable es la aplicación de la teoría de Schopenhauer sobre el arte y el humorismo de los dibujos animados.
Empezaremos por exponer las diferentes explicaciones filosóficas de Schopenhauer sobre el mundo y sobre la vida, que nos son necesarias para llegar a su concepción del arte, y luego aplicaremos esta a los dibujos animados.
Schopenhauer dice que el fondo último de la realidad es una fuerza ciega, que por analogía con la fuerza psíquica que constituye la voluntad, él la llama también Voluntad. Esta fuerza o Voluntad tiende a la vida. Poco a poco ha ido convirtiéndose en diferentes grados de conocimiento hasta llegar al hombre.
Ahora bien, esta realidad es única y eterna. Está fuera del tiempo y del espacio; y como es una y no múltiple, la ley de causalidad no puede existir en ella. Pero en esa tendencia hacia la vida vemos nosotros una tendencia hacia el conocimiento y la sensibilidad. Poco a poco, en progresos sucesivos, la Voluntad fue sintiendo más y conociendo cada vez mejor. Pero el conocimiento está sometido a las leyes esenciales que son su condición y sin las cuales no puede existir. Estas son: tiempo, espacio y causalidad. Mediante el tiempo es que todo lo que nos concierne y nos rodea está en el devenir. Mediante el espacio nace la materia; y mediante la causalidad, según Schopenhauer, pueden concordarse las cualidades opuestas del espacio y del tiempo. En efecto, en el tiempo puro sólo puede haber sucesión. Pero en el mundo, tal cual lo vemos, hay sucesión y coexistencia debido a la causalidad.
En buena cuenta, según Schopenhauer, la realidad es única, eterna e inmutable, pero como nosotros solo podemos ponernos en contacto con ella mediante el conocimiento, y el conocimiento está sometido a las leyes del tiempo y de la casualidad, la realidad aparece ante nuestro yo como algo múltiple, sucesivo y cambiante.
De manera que el mundo es nuestra representación. Todo lo que vemos se debe a la constitución de nuestro pensamiento, y la verdadera realidad no está a nuestro alcance.
Este progreso continuo de la Voluntad desde fuerza ciega hasta querer consciente, acompañado de conocimiento para guiarse mejor dentro de la experiencia, es lo que Schopenhauer ha llamado objetivación de la Voluntad.
Entre la Voluntad en sí misma y su máxima objetivación, que es el hombre, o mejor dicho entre la cosa en sí y el fenómeno, Schopenhauer dice que se encuentran las ideas.
Son un intermedio entre la unidad y la multiplicidad. En efecto, todas las cosas que vemos, al clasificarlas, quedan reunidas en especies; como por ejemplo las especies animales, los diferentes objetos agrupados según el tipo que representan, como la reunión de todas las sillas, de todas las lanzas, etcétera. Y estas especies no son sino las resultantes de las ideas consideradas a través de las leyes de nuestro entendimiento, es decir, tiempo, espacio y causalidad.
De manera que la cantidad de especies que nosotros consideramos en este mundo se reducen a las ideas, que son los moldes o, mejor dicho, los modelos.
El primero producto que elabora la Voluntad al objetivarse son las ideas; es decir, una serie de unidades que representan cosas distintas que al ser consideradas por nuestro entendimiento las vemos múltiples y cambiantes.
Ahora bien, la Voluntad siempre desea. Sus deseos no pueden ser satisfechos y, por lo tanto, se produce el dolor. La vida, según Schopenhauer, es un continuo sufrimiento. La única manera de no sufrir es libertarse de la Voluntad.
El conocimiento está en razón inversa de la Voluntad. Mientras más conocimiento haya, habrá menos voluntad. Pero como nuestro conocimiento está sometido a la causalidad, no puede liberarse de la Voluntad. Dentro de la sucesión, dentro de las necesidades materiales, es imposible vencer a la Voluntad. ¿Cómo hacer, entonces? ¿Habrá que resignarse a sufrir eternamente?
No, dice Schopenhauer. Podemos librarnos de la Voluntad mediante el conocimiento intuitivo. El conocimiento intuitivo consiste en conocer la idea directamente, fuera del tiempo, del espacio y de la causalidad. Como la idea está fuera de estas leyes, el individuo, para conocerlas, tendrá que salirse también de ellas, perdiendo así su personalidad y, por lo tanto, su Voluntad; pues, si estas leyes son las que forman el conocimiento del sujeto como individuo, esl lógico que al perderlas pierda también su individualidad, y, faltando esta, faltará también la Voluntad y ¿cuál es la manera de llegar hasta la idea pura? La contemplación estética. Solo mediante el arte es capaz el hombre de sustraerse al principio inquebrantable de la causalidad y de contemplar, exento de personalidad, el objeto productor de la belleza. Ya no distingue espacio, tiempo o causa, solo ve el representativo de la especie. Todas las características de la especie se han reunido ahí, eternas, inmutables. Es el individuo que ha perdido su individualidad ante la idea. Es el triunfo del conocimiento intuitivo sobre la Voluntad.
Como vemos, de aquí deducimos lógicamente que el objeto del artista será reproducir la idea.
Schopenhauer hace una clasificación de las bellas artes según el mayor o menor grado de objetivación de la Voluntad.
Empieza por la arquitectura, que solo es la voluntad objetivada en materia, y termina por la música, que es la objetivación más directa de la Voluntad, por lo que llega a lo más profundo de nuestro ser.
Como intermedio están la escultura, la pintura y la poesía.
Tratándose de los dibujos animados, es la pintura (y el dibujo, que está incluido) lo que más nos interesa.
La pintura representa, además de la idea de materia, las ideas de seres organizados y vivientes, sobre todo la idea del hombre, y por eso tiene tanta importancia, pues representar la idea del hombre es representar la máxima objetivación inmediata de la Voluntad.
Pero al pintar un paisaje o un animal el artista solo debe representar la idea de la especie. En cambio al pintar un hombre, el asunto cambia completamente. En efecto, el hombre constituye una especie, por lo que hay que pintarlo según ciertas características generales que son las de la idea de hombre, pero esta misma idea constituye el carácter individual de hombre, aquello particular del hombre, aquel carácter que lo distingue de los demás.
De manera que para pintar un animal solo hay que tener en cuenta la idea constitutiva de la especie, mientras que para pintar a un hombre hay que tener en cuenta los caracteres de especie humana y los caracteres de su personalidad.
El predominio de los caracteres individuales sobre los caracteres de especie es lo que constituye la caricatura.
He aquí lo genial de Schopenhauer. He aquí lo que todos nosotros habíamos sentido ante una caricatura, sin poder interpretarlo. No hay duda. Por eso nos llamaba tanto la atención la figurilla ridícula de gran cabeza, nariz descomunal y cuerpo pequeño de algún pariente nuestro.
Analicemos. Todos los hombres participan de rasgos comunes de los cuales no pueden prescindir sin dejar de ser hombres. Estos son la idea o los caracteres de especies. Pero también todos los hombres tienen un carácter distintivo, manifestado en la pintura mediante la expresión del rostro y las distintas formas de este.
Cuando en el dibujo se acentúan enormemente estos caracteres individuales, de tal manera que se salgan del límite normal, es decir de las características de la especie, se produce la caricatura.
Este predominio llega a tal grado, que el individuo puede cambiar de especie sin que por eso deje de ser él mismo. Por ejemplo: la cantante de ópera. Esta tiene los caracteres de la especie, que son la forma del cuerpo, la cara, etcétera. Pero además tiene ciertos caracteres individuales, como la expresión de la mirada, el tono de voz, la afectación de los gestos. En los dibujos animados es tan absoluto el predominio de estos caracteres sobre los anteriores que pueden salirse de los caracteres de especie e introducirse en otra especie. He aquí la explicación de por qué reconocemos a la cantante de ópera en la gallina genialmente dibujada por Walt Disney; pues, si bien la especie es totalmente distinta, la personalidad no ha variado, y la expresión, las formas y los gestos han sido exagerados de tal manera que permanecen a través de cualquier cambio de espacio y tiempo.
Al definir lo cómico, Schopenhauer dice que es la oposición entre lo pensado y lo percibido. Nosotros cuando vamos a ver una pintura pensamos encontrar representados los caracteres específicos y los individuales, pues los vemos siempre reunidos, y es lógico que si vemos todo lo contrario, nuestra hilaridad se despierte. Y justamente viendo en la caricatura absolutamente lo contrario de lo que esperábamos, la comicidad será grande. De allí una segunda definición de los dibujos animados: los dibujos animados son la comicidad llevada al extremo. Pero esto no es todo. Falta lo más profundo y esencial de los dibujos animados, el humorismo. Schopenhauer define el humorismo de la siguiente manera: es lo serio que se oculta tras la broma. Y realmente el humorismo nunca ha sido llevado más al extremo que en los dibujos animados. Pongamos un ejemplo: el concierto de la banda dibujada por Walt Disney en el que sale Mickey Mouse de director de orquesta de “cachimbos”. El argumento es el siguiente: se está dando un concierto de bellísima música. Pero desgraciadamente las circunstancias no secundan la buena fe del director, para gran desesperación de este. Todos los sucesos son comiquísimos. Pero pensemos un poco y tratemos de representarnos esta escena en la realidad. Los sufrimientos del paupérrimo director. Sus angustias ante la burla del público. El pensamiento del mal negocio, etcétera. En buena cuenta, todas las hondas preocupaciones y los sufrimientos de la vida real. ¿No es esto acaso la seriedad más terrible? ¿No es esto el humorismo más acabado?
Pero ahora llegamos a lo más sugestivo del asunto. Schopenhauer dice que la única manera de sustraerse al dolor es sustraerse a la Voluntad. Ahora bien, la única manera de sustraerse a la voluntad es mediante el aniquilamiento de la personalidad. Este aniquilamiento solo puede llevarse a cabo despojando nuestro conocimiento de sus tres implacables leyes: espacio, tiempo y causalidad. Solo así puede el hombre descansar en su sufrimiento, y, considerando la felicidad desde un punto negativo, puede ser feliz.
Por estas razones las películas de dibujos animados tienen un encanto tan grande y hacen gozar de manera tan extraña. Porque en ellas no encontramos los yugos de la inteligencia que nos someten al imperio de la voluntad.
El espacio queda destruido. No hay distancia insalvable en los dibujos animados. El espacio ya no es rudo e inflexible, y se acorta o se distiende a voluntad del ridículo protagonista.
El tiempo desaparece por completo. En dos o tres segundos, un hombre que ha salidos volando mediante un dinamitazo da la vuelta a la Tierra y cae en el mismo sitio de partida. Y por último la causalidad, el peor enemigo del hombre, lo que hace posible la unión del tiempo y del espacio con todas sus desastrosas consecuencias, queda completamente anulada. Ya no se puede decir que de tal causa derivará tal efecto. Si una bala de cañón es disparada, en lugar de matar a la víctima sobre la cual cae, da bote sobre ella y mata al ofensor. La gravedad queda aniquilada; los precipicios solo son pequeños escalones; las montañas, cómodas llanuras; las armas, graciosos juguetes; en buena cuenta, todos los anhelos secretos de liberación, tanto espirituales como biológicos, son satisfechos en los dibujos animados. La teoría de Schopenhauer coincide a tal punto con el significado profundo de los dibujos animados, que, si hubiera vivido en estos tiempos, es imposible que su genio vivo no hubiera dado los dibujos animados como uno de los tantos ejemplos que cita en sus obras, para comprobar su teoría.
Dicen que el genio es el que interpreta los anhelos de la raza. Aunque parezca extraño o produzca risa, no se puede negar que los dibujos animados gustan porque satisfacen estos anhelos, que en este caso no son de una raza sino de la humanidad, y que por lo tanto solo pueden salir de una mano genial.
Y estos anhelos no son de ambición desmesurada ni de venganza odiosa sino que son anhelos de niño que se conservan luego casi sin saberlo. ¿Quién cuando era niño no ha deseado volar, o tener una máquina maravillosa para recorrer el mundo en cinco minutos?
Y es maravilloso cómo los grandes se vuelven niños y ríen de todo corazón. Y es también maravilloso ver cómo en los dibujos animados se encuentran interpretadas todas las ingeniosas teorías del gigantesco Schopenhauer, por la mano del genial Walt Disney. Pero lo más maravilloso es ver cómo la teoría cumbre de Schopenhauer, la teoría de la liberación, resultado de un temible pesimismo, encuentra su realización inmediata en los dibujos animados. No quiere esto decir que las teorías de Schopenhauer sean ciertas, pero por lo menos no se puede negar que lo que más nos llama la atención en los dibujos animados es la independencia absoluta del sujeto con relación al objeto, la liberación completa de este mundo y sus leyes, y sobre todo la ruptura completa de las leyes de nuestro entendimiento sin que estas dejen realmente de existir. Si no es esto una prueba absoluta de la tesis de Schopenhauer, por lo menos indica que no carecía esta de cierta razón al decir que la felicidad se conseguía mediante la liberación.
El rato agradable que pasamos con los dibujos animados es debido, sobre todo, además del humorismo y de la comicidad llevada al extremo por la caricatura exagerada, a la liberación de las reglas inflexibles y constantes de este mundo. De manera que los que dicen que los dibujos animados son un mamarracho, es porque generalmente no tienen espíritu comprensivo ni saben tomar el verdadero sentido de este nuevo arte, resultante de la comprensión de las leyes del universo y del eterno anhelo que el hombre ha tenido y tendrá siempre de librarse de ellas. Por esto mismo, los dibujos animados no podrán nunca desaparecer. Y para comprender los dibujos animados, no hay necesidad de saber filosofía de universidad. Hay que saber la verdadera filosofía, la filosofía que consiste en comprender la vida, y en darse cuenta de los propios anhelos y tendencias. Por eso los que dicen que un hombre culto no debe dar importancia a esas diversiones de bebés, el único calificativo que merecen es el de incultos e incomprensivos.
¿Fue Schopenhauer, con su genio inmenso, profeta del porvenir? ¿Creyó que de sus teorías sobre el arte y sobre el humorismo iba a surgir una nueva interpretación filosófica basada en su escuela? ¿O es que Walt Disney es un discípulo secreto de sus teorías? Seguramente ni lo uno ni lo otro, sino que existe en el mundo y entre los hombres cierta fase de la vida que muy pocos ven. Schopenhauer la interpretó en un capítulo de su filosofía. Walt Disney la objetivó en sus dibujos.
No dejes de ver:Te dejamos el enlace en el que podrás encontrar la escena de la orquesta a la que Miró Quesada Cantuarias hace referencia.https://www.youtube.com/watch?v=pLvnCxVds2c
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