Desterrado de su ciudad natal, Florencia, sin posibilidad de retorno y con una sentencia de muerte en la hoguera, el poeta Dante Alighieri, establecido en sus últimos días en la ciudad italiana de Rávena, entregó su alma a los cielos entre la noche del 13 al 14 de septiembre de 1321, hace 700 años. Ese desfavorable exilio fue el riguroso contexto en el que escribió su obra mayor: la Comedia.
La (divina) comedia es un poema narrativo de cien cantos en verso; tercetos endecasílabos (terza rima); en lengua vulgar, el toscano; y que fue escribiéndose en diferentes ciudades de Italia, según las cronologías preparadas por Ángel Crespo (Dante y su obra, El Acantilado, 1999) y José María Micó ( Comedia, El Acantilado, 2018 ). “El infierno” empezó a redactarse en 1307 y posiblemente se publicó en 1312. La segunda parte, “El purgatorio”, fue editada en 1315 o 1317. Los años siguientes los dedicaría a escribir “El paraíso”, cuyo verso final fue estampado el año de su muerte. Décadas después, fue Giovanni Boccaccio quien le sumó “divina” al título de la obra para la posterioridad.
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Dante concibió un plan narrativo en el que él sería el protagonista de un viaje hacia los mundos de ultratumba. Para guiarlo por esos territorios del castigo (Infierno) y la expiación (Purgatorio), lo acompañaría el poeta romano Virgilio, quien, por su condición pagana, no podría conducirlo hacia el viaje estelar por el Paraíso. Para ese recorrido celestial, estaría Beatriz, la dama angelical de Dante que lo acercaría hasta la presencia de Dios. En la estructura de la Comedia, de acuerdo con la interpretación del erudito romanista Erich Auerbach ( Dante, poeta del mundo terrenal, Acantilado, 2008 ), se interrelacionan tres sistemas en cada escenario: uno físico, uno moral y uno histórico-político.
Esta trama —conocida por distintas generaciones, desde la Edad Media hasta nuestros días, mediante la lectura, las adaptaciones, las pinturas, los grabados o los resúmenes— ha calado diferentes imaginarios por la imponente capacidad de Dante para concebir un mundo ultraterrenal que provenía de sus lecturas clásicas, como la Eneida de Virgilio o las Metamorfosis de Ovidio; su conocimiento de la teología cristiana y de la geografía (ptolemaica) del Medioevo; e, incluso, posiblemente, el conocimiento de materias de otras culturas como la árabe ( Miguel Asín Palacios, La escatología musulmana en La divina comedia, 1919 ).
La poética de la Comedia
Dante nació en 1265 en la ciudad toscana de Florencia, una urbe de gobierno municipal (totalmente ajena a la sociedad feudal), banqueros y una moneda poderosa, el florín. En su tierra natal, el poeta tuvo una educación acorde con su posición social, con los dominicos y franciscanos, en las materias del trivium (gramática, retórica, dialéctica) y quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Lo más probable es que los estudios del trivium despertaran su devoción por la lengua y literatura latinas, especialmente la de su maestro literario, el poeta Virgilio.
Fue educado, además, por Brunetto Latini ( 1220-1294 ), un precursor del humanismo y un defensor político de la república florentina. Dante siempre lo consideró su maestro, aunque lo ubicó en el Infierno. Fue también en Florencia donde se incorporaría a la facción de güelfos blancos y entablaría amistad con el poeta Guido Cavalcanti (otro discípulo de Latini), a quien reconoció como el “primero de (sus) amigos” en la obra Vida nueva. La amistad con Cavalcanti lo llevó a vincularse con el poeta de Bolonia, Guido Guinizelli, y con otros poetas, quienes renovarían la lírica italiana en lengua vulgar (toscano) como parte de la escuela que la crítica literaria denominó dolce stil nuovo (‘dulce estilo nuevo’), en el cual la mujer amada alcanza el nivel celestial y, por ello, es comparada con la donna angelicata (‘mujer angelical’).
La otra experiencia decisiva en su vida sentimental y literaria fue el primer encuentro, en 1274, con Beatriz, a quien inmortalizaría en la (Divina) comedia. Mientras Dante vivió en Florencia, solamente escribió La vida nueva y La flor, a las que debemos sumar cincuenta y cuatro poemas de diferentes fechas bajo el título Rimas. Ta
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En nuestra lectura, consideramos que la poética de Dante (su concepción de la poesía) —decisiva para la composición de su obra canónica— está revelada en las páginas del breve libro La vida nueva. Esta narración en primera persona, escrita en prosa, y con treinta y un poemas incorporados (algunos críticos consideran este libro una novela) nos indica la fecha en que conoció a Beatriz (a los nueve años del poeta). Nueve años después, se produce el segundo encuentro, que lleva al poeta florentino a escribir el soneto “A toda alma cautiva”.
Posteriormente, recibe la noticia de la muerte de Beatriz y el alma de Dante queda desgarrada. Luego de algunas visiones, se propone escribir la obra que será la (Divina) comedia.
Lectores e intérpretes de la Comedia
El primer lector y comentarista de la (Divina) comedia fue el mismo Dante, quien, en “El paraíso”, definió su obra como “poema sacro”. Incluso la interpretación alegórica que hasta nuestros días se repite proviene del mismo poeta, quien formuló esa lectura en una epístola a Cangrande della Scala.
Entre los cientos de devotos de la Comedia que han surgido en estos 700 años, destaca Jorge Luis Borges, lector agudo de este poema que, en la conferencia titulada “La divina comedia” ( 1977 ) y publicada en el libro Siete noches ( 1980 ), afirmó: “¿Por qué negarnos esa felicidad de leer la Comedia? Además, no se trata de una lectura difícil. Es difícil lo que está detrás de la lectura: las opiniones, las discusiones; pero el libro es en sí un libro cristalino. Y está el personaje central, Dante, que es quizá el personaje más vívido de la literatura”.
¿Por qué leer la Comedia?
Como dijo Jorge Luis Borges al final de Siete noches ( 1980 ), su texto referido a la obra de Dante, “quiero solamente insistir sobre el hecho de que nadie tiene derecho a privarse de esa felicidad, la Comedia, de leerla de un modo ingenuo. Después vendrán los comentarios, el deseo de saber qué significa cada alusión mitológica, ver cómo Dante tomó un gran verso de Virgilio y acaso lo mejoró traduciéndolo. Al principio, debemos leer el libro con fe de niño, abandonarnos a él; después, nos acompañará hasta el fin. A mí me ha acompañado durante tantos años, y sé que, apenas lo abra mañana, encontraré cosas que no he encontrado hasta ahora. Sé que ese libro irá más allá de mi vigilia y de nuestras vigilias”.
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