Coordenadas alteradas. Fronteras, fisuras y retículas urbanas en Lima es un ambicioso proyecto curatorial de Víctor Mejía sobre la ciudad de Lima que reúne diversas perspectivas artísticas que dan cuenta de una anárquica urbe formada con base en ocupaciones (de ricos y pobres), abandonos (políticos y ciudadanos) y aspiraciones (sociales y económicas).
La exposición está conformada por tres submuestras que agrupan obras soportadas en sendos medios artísticos: Fronteras difusas (video-instalación), Fisuras ciudadanas (fotografía) y Retículas urbanas (gráfica y objeto). Esta última sección abre la exhibición con piezas escultóricas como “22 sillas alineadas a 302º NO”, de Paulo Dam, que pauta recorridos y demarca distancias geográficas; “Av. 28 de Julio (1904-1906)” y “Av. Tacna (1941)”, de Iosu Aramburu, sobre las transformaciones de la ciudad; y los mapas afectivos de Elio Martuccelli (“Cocharcas-José Leal”) y ecológicos de Manuel de Rivero (“Árboles”), entre otras.
Los límites entre secciones, no obstante, no son rígidos, lo que permite un diálogo entre esas piezas volumétricas y “Continuidad”, de Ricardo Yui, un gran cubo cuyos ecos minimalistas contrastan con el video de corte existencial que contiene. La fluidez del montaje permite establecer asociaciones más allá de los ejes temáticos y las distinciones de medios, como entre el mapeo de representaciones de la mujer en las principales calles de Lima de Natalia Iguiñiz (“Mujeres de ver”), cuyo enfoque de género es próximo al de Eliana Otta en “Mejor sería perderse”, cuya cartografía aísla las calles limeñas que llevan nombres de mujeres, remarcando la recordación y el olvido públicos de las mujeres por parte de los gobiernos locales. También surgen vínculos formales, por ejemplo, entre el registro del radioobservatorio de Jicamarca en “Expansión observable”, de Diego Lama, y “Diente de león”, de Ralph Bauer, que rastrea la ubicación de semillas en el centro histórico, cuya poética, a su vez, conecta con el “Primer listado emocional y arbitrario —¡dos por cada letra!— de directores de películas programadas en la antigua Filmoteca de Lima”, de Miguel Aguirre, que correlaciona el centro comercial Polvos Azules y la difusión del cine en Lima.
La mirada sociopolítica de Sandro Angobaldo en “Se tocan pero no se miran”, videoinstalación que contrasta los espacios vecinos del balneario de Ancón y el asentamiento humano San Francisco, conecta con el paralelo que hace Karla Villavicencio entre la historia de Villa el Salvador y los Wagenplätze en Viena, es decir, entre el deseo de tener un lugar para vivir, que impone la necesidad de autoorganización en las poblaciones migrantes locales, y los mismos esfuerzos de colectivos anarquistas vieneses que desean otros modos de vida (“Imaginäre Städte/ Ciudades imaginarias”). Igualmente político resulta el trabajo de Edi Hirose, cuyas fotos de la serie “Huaca Catalina Huanca” son un potente testimonio del asedio a nuestro patrimonio.
Otros nexos que emergen son aquellos entre “Escenarios”, la potente videoinstalación de Maya Watanabe, cuya vista de 360º reúne perspectivas del desierto de Lima, las lomas de Zapallal y las orillas de la isla El Frontón, y los distintos espacios de la ciudad que Gihan Tubbeh convoca sobre la base de las coordenadas del afecto y el deseo (serie “El amor no tiene gobierno”), y los distintos lugares de la ciudad que las mismas obras de la exposición aluden y que Miguel Uza hace converger en el paisaje dinámico de una página web (“S/T”).
Acaso la división de medios que emplea el curador muestra sus límites en la sección “Fisuras ciudadanas”, porque al estar más separada de las otras tiene menos espacio para el diálogo con el resto de obras y, sobre todo, porque, al estar centrada en la fotografía, se pierde el dinamismo espacial ligado a las instalaciones, los objetos y el video.
Uno de los principales aciertos de Mejía es hacer de la muestra un lugar de descubrimiento e investigación, incorporando artistas de diversas líneas de trabajo (incluyendo a tres diseñadores gráficos y cinco arquitectos) y distinto grado de inserción en la escena artística (para tres de los artistas participantes, esta es su primera exposición) y acoger la experimentación artística y la exploración de nuevos recursos (por ejemplo, la proyección artesanal de Sandra Nakamura, “Horizonte tardío”).
Coordenadas alteradas presenta una curaduría inteligente, en la que las exigencias del tema y la obra presentadas han sido sabido ser respondidas. Para no perdérsela.
GaleríaGermán Krüger Espantoso (av. Angamos Oeste 160, Miraflores). Hasta el 6 de agosto.