El 18 de junio de 1940, un hombre delgado y alto como una torre lanza un mensaje radial, a través de la BBC de Londres, a su pueblo que acababa de ser invadido y ocupado por los nazis. “Llamo a los oficiales y soldados que se encuentren en territorio inglés o que vendrán aquí, con o sin sus armas, llamo a los ingenieros y trabajadores especializados de la industria armamentística en suelo británico, a ponerse en contacto conmigo. Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe morir y no morirá”.
Esa tarde de primavera, en medio del rugido de los tanques y las bombas que sacudían Europa, nacía la leyenda de Charles De Gaulle. El general que se propuso rescatar a Francia del nazismo alemán durante la Segunda Guerra Mundial, y que cuatro años después, el 25 de agosto de 1944, ingresaba triunfal a París, mientras el enemigo todavía acechaba en las sombras.
Su espigada figura, desde entonces, fue decisiva no solo para la reconstrucción de Francia, sino para el nacimiento de la quinta república cuando en 1958 se hizo del poder, y promovió una nueva constitución, a la par que posibilitó —en medio de críticas y amenazas de los colonos franceses— la independencia de Argelia en 1962. Envuelto en los avatares de la política, De Gaulle tuvo triunfos y caídas, fomentó la reconciliación franco-alemana y se convirtió en un contrapeso en la Guerra Fría establecida por Estados Unidos y la Unión Soviética.
El gran general
De Gaulle nació en 1890 en Lille, al norte de Francia, al interior de una familia aristócrata y católica que le infundió una convicción mística propia de los creyentes. Se graduó en la Academia militar en 1912 y debido a su estatura —medía 1,93 m— jamás pasó desapercibido, menos aún durante la Primera Guerra Mundial, cuando cayó prisionero de los alemanes y fracasó varias veces en sus intentos de fuga debido a su talla. Esto, sin embargo, le hizo creer que estaba predestinado para grandes causas.
“De Gaulle es el padre de la nación moderna francesa, y eso porque en un momento determinado supo decir no. Fue el primero en decir no a los alemanes y a quienes habían entregado el país a los nazis en 1940, eso para mí fue como un grito de independencia”, dice Nicolás Mezzalira, actual director de la Alianza Francesa de Lima.
“Eso fue muy importante —agrega— porque Francia había sido tomada por los nazis en una guerra relámpago y sin De Gaulle, sin su decisión de organizar un gobierno en la resistencia, Francia no hubiera estado en el campo de los vencedores en 1945, en Yalta, ni en todos los tratados que pusieron fin a la guerra. Por eso tuvimos y tenemos una silla permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.
Sin embargo, después de la guerra se puso a prueba el De Gaulle político. Entre 1944 y 1946 apareció lo que se conoce como el gaullismo. Ahí, trabajó de la mano con los sindicatos, para crear ese estado de bienestar que caracteriza la Francia contemporánea, con un sistema de seguridad social y servicios públicos fortalecidos. Retirado de la política, De Gaulle volvió a ser llamado como salvador de Francia en 1958 en medio de una gran crisis generada, sobre todo, por la cuestión de Argelia. Se hizo del poder e impulsó el régimen presidencialista francés, y esa estabilidad que Mitterrand llamó —como recuerda Mezzalira— “el golpe de Estado permanente”.
El gobierno de Charles de Gaulle sería puesto en jaque por las barricadas de mayo del 68, cuando los sindicatos y estudiantes reclamaron cambios y libertades que desafiaban la figura de padre fundador que tenía el ya viejo héroe de la resistencia. Después de perder el referéndum de 1969, De Gaulle se retiró del poder y la muerte lo sorprendió un año después, un 9 de noviembre de 1970. Su memoria, no obstante, sigue viva en la Francia contemporánea.
En Lima
Como parte de una gira latinoamericana, Charles de Gaulle visitó Lima entre el 25 y 28 de setiembre de 1964. Recibido por el presidente Fernando Belaunde y el alcalde de Lima Luis Bedoya Reyes, su presencia en la capital fue apoteósica. Cientos de personas llenaron la Plaza de Armas y el Jirón de la Unión para verlo pasear por la ciudad a carro descubierto, según refieren los artículos publicados en este Diario. Además, visitó el Congreso, la Escuela Militar de Chorrillos, el Palacio Torre Tagle y el colegio Franco Peruano.
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