A través de sus cuentos y novelas, Miguel Gutiérrez ( 1940-2016 ) optó, desde el inicio de su carrera, por cuestionar todas las formas de poder autoritario e injusto, y considerar a la escritura de ficción como un acto político. En efecto, Gutiérrez desarrolló un proyecto narrativo articulado a la idea de que la literatura debía fomentar el cambio social y procurar la justicia, desterrando del Perú el abuso y la explotación.
Sus historias sitúan a sus personajes (estudiantes, campesinos, mujeres) en contextos afectados por un tipo de organización social que los somete y degrada, y demanda de ellos una respuesta, a veces violenta, pero siempre solidaria. A Gutiérrez le debemos uno de los más grandes portentos novelísticos de la literatura peruana del siglo XX: La violencia del tiempo ( 1991 ), relato que sigue la historia de cinco generaciones de una familia víctima del orden feudal a lo largo de los siglos XIX y XX.
Merecedora de estudios y ensayos, su obra vuelve a ser objeto de atención. Nos referimos a Miguel Gutiérrez ( 1940-2016 ). Libro de homenaje ( 2020 ), publicado por Aníbal Meza Borja en edición de autor. El libro se divide en tres partes: testimonios, estudios, y un anexo que procura reunir los artículos, crónicas y prólogos publicados por Gutiérrez desde 1966 hasta 2016.
Testimonios
En la sección “Testimonios”, destacan las palabras de su hijo Dimitri, quien repasa la vida de su padre en relación con la suya. El amor de Miguel a los libros, al arte y a la lucha por la justicia marca la vida de este joven hijo que asume ese amor como un legado. Sin embargo, es la admiración que le produce la vida cotidiana de su padre, entregada totalmente a la creación literaria, la que tendrá mayor impacto en él. Asimismo, destaca el texto de Aníbal Meza Borja, quien, como amigo de Gutiérrez, reseña algunas de las vicisitudes de la edición de La violencia del tiempo y nos informa sobre algunos hallazgos encontrados en el manuscrito original que permiten comprender cabalmente el azaroso recorrido del libro. Mencionemos, también, los textos de Alexis Iparraguirre y Gabriel Ruiz Ortega.
Con respecto a la sección “Estudios”, destaquemos algunos de ellos. El de Ricardo González Vigil hace un recorrido por la obra de Gutiérrez a partir de las reseñas que escribió sobre algunas de sus ficciones, complementado con un ensayo que apunta a mostrarlo como un marxista antidogmático, entregado al “partido de la novela”. El de Julián Pérez se acerca a Poderes secretos a partir de una hipótesis plausible: el novelista recuerda lo que el historiador olvida. Al confrontar ambas discursividades convocadas en la novela de Gutiérrez, Pérez busca descubrir las razones que se encuentran detrás de los “olvidos” y escamoteos del historiador. La nota de Anne Marie Hocquenghem sobre La violencia del tiempo aborda el racismo. Y la reseña de Miguel Arribasplata sobre Celebración de la novela muestra al autor como un escritor permeable a las influencias de los grandes novelistas de Occidente.
Polémico en sus posiciones políticas (que podemos o no compartir), Gutiérrez siempre agradecía una buena conversación en la que él y su interlocutor hubiesen operado dialécticamente sobre la realidad. Los que quieren reducir su obra a la chatura del esquematismo marxista se sorprenderán al advertir la riqueza de su novelística, que, desde el inicio, se liberó de las limitaciones del realismo socialista o los mandatos estéticos del Foro de Yenán presentados por Mao Tse-Tung. Como buen mariateguista, Gutiérrez pensaba que, en la literatura, no era posible atender y descubrir lo real sin una operosa y afinada fantasía.
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