“Naturalmente que no [quisiera que sea presidenta], porque Keiko es la hija de un asesino y de un ladrón”, dijo en una entrevista Mario Vargas Llosa, allá por el 2014. Pocos adivinarían que, menos de siete años más tarde, el Nobel de Literatura y figura histórica del antifujimorismo haría un llamado a votar por la hija de su némesis, Alberto Fujimori. Ante la amenaza de un gobierno de Pedro Castillo –que tendría, en sus palabras, “todas las características de una sociedad comunista”–, la candidata naranja había dejado de parecerle, por primera vez, el ‘mal mayor’.
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“(…) he combatido al fujimorismo de manera sistemática, como lo he hecho con todas las dictaduras de izquierda o de derecha, creo que en las elecciones que se vienen –las de la segunda vuelta-, los peruanos deben votar por Keiko Fujimori, pues representa el mal menor y hay, con ella en el poder, más posibilidades de salvar nuestra democracia, en tanto que con Pedro Castillo no veo ninguna”, escribió en una columna publicada en el diario mexicano “Crónica” el último sábado.
El respaldo, que ha venido con condiciones –entre ellas el compromiso a respetar la libertad de expresión y la democracia, y a no indultar a Vladimiro Montesinos–, ha sido celebrado por Keiko Fujimori, quien ha llamado al escritor para agradecerle el endose. “Mario Vargas Llosa está dando una lección de compromiso y amor por el Perú”, sostuvo la candidata del fujimorismo en entrevista con El Comercio.
Alejandro Toledo: la primera apuesta
La historia de los respaldos a candidatos presidenciales por parte de Mario Vargas Llosa comienza hace más de dos décadas. Luego de haber tentado sin éxito Palacio de Gobierno en las elecciones de 1990 –las que perdió ante un inadvertido Fujimori–, la participación del novelista en los procesos electorales continuó, aunque ya no en forma de candidatura, sino de respaldo.
Corría el año 2000. Alberto Fujimori, al mando del país desde hacía una década, postulaba por tercera vez al Sillón de Pizarro. Su principal contendor, que logró los votos suficientes para enfrentarlo en segunda vuelta, era un economista ancashino que prometía devolverle al país la decencia democrática. Su nombre era Alejandro Toledo Manrique. Hoy, el otrora líder de la Marcha de los Cuatro Suyos afronta un proceso de extradición en el marco de una investigación por delitos corrupción, en la que es acusado de recibir la coima más grande del Caso Lava Jato en el Perú: más de 30 millones de dólares cobrados a Odebrecht a cambio de la adjudicación de la carretera Interocéanica Sur.
En aquel lejano proceso electoral, décadas antes de conocerse las fechorías que cometería el fundador de Perú Posible, Vargas Llosa expresó su “apoyo sin reservas” a su candidatura.
“Alejandro Toledo ha abierto una alternativa, una esperanza, y tiene mucha más preparación que Fujimori. No le doy consejos, pero ha mostrado capacidad de liderazgo y coraje, aunque ha caído en algunos populismos. Sin embargo, representa fundamentalmente la posibilidad de retornar a la democracia”, dijo el escritor en mayo del 2000, poco antes de la segunda vuelta electoral de una elección con graves acusaciones de fraude que dio por ganador a Alberto Fujimori.
Tras la renuncia y posterior vacancia de Fujimori, menos de cuatro meses luego de inaugurar su tercer régimen, se inició un nuevo proceso electoral, y el respaldo de Vargas Llosa hacia Toledo continuó en aquella contienda. Tan ferviente fue el apoyo que lo enfrentó, incluso, con su hijo Álvaro, quien había renunciado a su cargo como asesor del candidato de la Chacana en su campaña por el sillón presidencial, tras denunciar una conspiración en su contra liderada por el mismo Toledo.
“Álvaro ha actuado con precipitación y ha cometido un error producto de la operación de mala ley tramada por (Jaime) Bayly, quien es el gran responsable, a través de sus intrigas, de toda esta operación que puede ser motivada por frivolidad, para obtener un éxito periodístico, o porque quiere cargarse a Toledo como sea, incluso usando malas artes”, sostuvo Vargas Llosa en abril del 2001, antes de reafirmar su apoyo al candidato peruposibilista.
Una oportunidad para Humala
El 19 de mayo de 2011, un grupo de intelectuales, políticos y otras personalidades conocidos como ‘garantes de la democracia’ se reunieron en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. La cita tenía como finalidad apoyar la candidatura de Ollanta Humala Tasso, quien iba a enfrentarse en segunda vuelta a Keiko Fujimori en las elecciones presidenciales de aquel año. En el evento, los garantes sirvieron de testigos de una serie compromisos asumidos por el candidato. Entre las promesas hechas en el evento estaba la de luchar “contra todo caso de corrupción” (años más tarde, estallado el caso Lava Jato, el resto de peruanos seríamos los testigos de la ruptura del compromiso).
Quizá el garante de mayor peso aquel día en la casona de San Marcos fue Mario Vargas Llosa. No estuvo físicamente allí, pero, a través de un video enviado para la ocasión, pidió expresamente el voto por el candidato de Gana Perú.
“Yo creo que este juramento y su plan de gobierno rectificado deberían desvanecer todas las dudas que aún persisten en quienes no han decidido su voto. Yo los exhorto a votar por Ollanta Humala para defender la democracia en el Perú y evitarnos el escarnio de una nueva dictadura”, se le oyó decir.
Antes de aquel endose, el escritor no había sido precisamente entusiasta frente a la candidatura de Humala. A fines del 2005, había asegurado a El Comercio que, si bien “nadie ha fotografiado a los hermanos Humala recibiendo directamente dinero de Chávez”, era “sabido” que “sus vinculaciones con este gobierno datan de bastante tiempo”. Incluso, en el mismo 2011, se había referido a Humala como un “Chávez abrasileñado”.
Aquellas críticas, sin embargo, parecieron quedarse cortas cuando una Fujimori se ubicó al otro lado del tablero, y la moderación del discurso humalista en la última etapa de la campaña terminó por empujar al Nobel a ofrecerle su apoyo público.
“Ollanta Humala ha moderado de manera visible su mensaje político, asegurando que se ha separado del modelo autoritario chavista e identificado con el brasileño de Lula”, dijo.
Escoger a Keiko, señaló, “sería la más grave equivocación que podría cometer el pueblo peruano”.
El endose a Kuczynski
Pasó un lustro y, desde Madrid, Vargas Llosa volvió a respaldar al contendor electoral de Keiko Fujimori. Esta vez se trataba de Pedro Pablo Kuczynski, un exministro toledista que prometía un “gobierno de lujo”.
A PPK, Vargas Llosa lo apoyó desde la primera vuelta. Desde entonces, además, se oponía ya férreamente a un posible gobierno de Keiko Fujimori.
“Creo que si (Keiko) ganara las elecciones sería una reivindicación de una de las peores dictaduras que ha tenido el Perú, una de las más sangrientas y corruptas. Votar por la hija del dictador, que lo primero que va a hacer es abrir las cárceles y sacar a los fujimoristas –empezando por su padre– para que pasen a gobernar, sería una gran desgracia”, había dicho el Nobel días antes de la primera vuelta electoral del 2016.
Su respaldo, sin embargo, tomó mayor vigor cuando quedaron en contienda el economista y la hija de Alberto Fujimori.
“Sin ninguna duda apoyo a Kuczynski y con unos argumentos que me gustaría que leyeran todos los peruanos, y son los de un artículo de Fernando de Szyszlo”, dijo entrevistado por El Comercio. “Los argumentos son muy sólidos sobre el riesgo tremendo que correríamos dándole una justificación a posteriori a la dictadura de Fujimori, que ha sido de las más corruptas y crueles de la historia del Perú”.
De respaldos y decepciones
Dieciocho años después de la campaña presidencial de Alejandro Toledo, durante un conversatorio de la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL), el Nobel peruano reconocería que, quizás, confió demasiado en el talante democrático de más de un candidato que gozó de su apoyo.
Pese a la posterior historia judicial de Alejandro Toledo, si bien Vargas Llosa admitió parcialmente los errores del endose a su candidatura, el escritor se mantuvo firme en que el voto chacano era uno necesario de cara a un posible gobierno fujimorista.
“Quién iba a pensar en ese momento que Toledo iba aprovechar el poder para robar, en ese momento Toledo representaba lo antifujimori, era la negación del fujimorismo, había que votar por él, nos equivocamos, quizá en ese momento la prioridad era salir del fujimorismo y Toledo nos ayudó”, dijo.
En cuanto al endose a la candidatura de Ollanta Humala, hoy acusado de lavado de activos en el marco del caso Lava Jato, la respuesta fue similar: había que elegir, en aquel entonces, entre él y Keiko Fujimori. Humala Tasso representaba, para Vargas Llosa, “el mal menor”.
“Me pareció que había que moderar su programa, que no podía hacer un programa chavista, que tenía que hacer un gobierno democrático, que no iba a nacionalizar empresas, cumplió. Quién iba a imaginar que iba robar”, señaló.
Pedro Pablo Kuczynski, quien terminó por indultar a Alberto Fujimori en la Noche Buena del 2017, fue para el escritor “un presidente catastrófico, desastroso”. “Lamenté mucho votar por él”, admitió en la FIL.
En aquella intervención reflexiva y, a modo general, el escritor concluyó:
“En política hay que elegir el mal menor, lo que uno cree que es el mal menor, puede equivocarse desde luego, pero en todos estos casos había que votar contra el fujimorismo”.
¿Será para Vargas Llosa el respaldo a Keiko Fujimori el resultado de una lección tras 20 años de apuestas fallidas? ¿O será que, por primera vez, un candidato ha logrado destronar ante sus ojos al fujimorismo como el “mal mayor”?
“Aquí cambian las personas, teniente, nunca las cosas”, dijo Cayo Bermúdez. (Conversación en La Catedral, 1969).