La izquierda logró en el 2016 una cierta unidad a través de la marca partidaria del Frente Amplio, que le permitió tener una bancada de 20 miembros. El pase a la segunda vuelta quedó truncado por otra agrupación del mismo espectro con arraigo en Cajamarca. Cinco años después, con algunos cambios de actores políticos, los escenarios no parecen muy distantes.
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En el libro “Apogeo y crisis de la izquierda peruana”, Francisco Guerra García recuerda que, entre la experiencia guerrillera (1965) y la fundación de Izquierda Unida (1980), comenzó el proceso de fraccionamiento de la izquierda.
En este período se constituyeron dos nuevas organizaciones: Vanguardia Revolucionaria (1965) y el Partido Socialista Revolucionario (1976). Luego, con la elección de la Asamblea Constituyente de 1978 y los comicios generales de 1980 surgieron tres frentes que agruparon a 15 micropartidos. Al 2021, tenemos nueve micropartidos de izquierda en contienda electoral.
Sin frente
El Frente Amplio del 2016 dejó de ser un frente y ahora radica en el dueño original de la inscripción partidaria: Tierra y Libertad, el cual incluso se encuentra fraccionado tras la renuncia de una facción liderada por los exlegisladores Humberto Morales y Wilbert Rozas. También lo han abandonado otros movimientos, como el Comité Ana Tallada, liderado por la actual legisladora Rocío Silva Santisteban, pese a que aún se mantiene en la bancada frenteamplista.
En lo que respecta a Verónika Mendoza y su movimiento Nuevo Perú, es el tercer proceso consecutivo (desde el 2018) donde participa en alianza con Juntos por el Perú y también el tercer proceso donde no logra sumar a otros partidos del espectro como Perú Libre, de Vladimir Cerrón. En las elecciones congresales extraordinarias del 2020 se firmó una alianza con este grupo, que luego se deshizo.
Si en el 2016 Mendoza perdió votos por el cajamarquino Gregorio Santos (Democracia Directa), en el 2021 le puede suceder lo mismo con otro cajamarquino, Pedro Castillo (Perú Libre). Pero este último tiene mayor extensión en el centro del país, dado al arraigo del partido en Junín.
¿Irreconciliables?
Para el politólogo Martin Tanaka, en la candidatura de Mendoza en el 2016 se pudo dar una convergencia, pero por circunstancias particulares. “La decepción del gobierno de Ollanta Humala los convenció de la necesidad de tener una agrupación con identidad y perfiles propios. Pero luego se generó una cierta distancia entre un sector supuestamente radical y otro que es supuestamente reformista. Depende cómo se le mire”, refirió.
Una nueva unidad de la izquierda, según anota Tanaka, dependerá de los resultados de las elecciones: “Si el gobierno termina siendo una derecha conservadora, todos los grupos de izquierda pueden terminar juntos como oposición. Si no es así, se puede profundizar la división entre la oposición moderada y la oposición radical. Lo vimos en este Congreso, un grupo de representantes de la izquierda convergía más con los morados y otros con UPP”.
Después del 2000, pese a los micropartidos, diversos analistas coinciden en reducir a dos los grupos de izquierda. Primero, los más ortodoxos, de doctrinas más setenteras y que tienen la idea de la izquierda unida; y un segundo bloque que comparte ciertos puntos, pero comienza a considerar otras plataformas de lucha más recientes, como la defensa LGTBQ. El primero empezó a tildar al segundo de más urbano, y esa es una disputa que parece irreconciliable.