Ana Avellana es un templo al postre. A ese casero y meticuloso, con perfil estadounidense pero con insumos bien peruanos. Al que se le pone el corazón. Desde sus queques de arándanos hasta su impecable tarta de queso o New York cheesecake (aireada pero consistente y de muy importante altura), el lugar ha conseguido destacarse por la buena factura de cada una de las propuestas que se acomodan en su mostrador. No, no hay espacio para reemplazos; esta vez se usa azúcar, leche y harina de trigo, así que si optan por visitarlo, que sea con la intención de sumergirse en un mundo de dulce pecado.
Llego atraída por el turrón de Doña Pepa que solo se ha lanzado por el mes de octubre. Pido una porción. Es pequeña (aproximadamente 150 gramos) y vale S/15. Ya en mesa, es de una altura media tirando para chica, los palillos son mucho más delgados que lo normal, ordenados y prolijos, y el color es bronceado y apetitoso. La miel de chancaca cae abundante, en su punto de sabor y textura, y los caramelos no incomodan a la hora de ingerir el bocado completo. La masa no es la clásica, es una versión agradable pero no de esa suavidad crujiente que se desmorona con delicadeza. Quizá no sea el mejor turrón, pero es una interesante versión con personalidad que amplía el repertorio.
Como se dice “si se cae la mula que se revuelque””, así que se suma el pie de manzana, un croissant y una galleta de avena y arándanos. El primero de buena masa pero de relleno muy acompotado: en lo personal prefiero sentir el mordisco de la fruta y esa breve acidez que otorga y contrasta con el azúcar de la preparación. El croissant y la galleta estuvieron correctos; sin embargo, no alcanzan la perfección de los sticky buns (rollos de caramelo y pecanas), del pie de pecanas o del key lime pie (una suerte de pie de limón pero sin merengue, equilibrado).
El problema de Ana Avellana es que sus salados no están a la altura de sus dulces. Sí, el banquete sigue. Tarta de poros y jamón y de hongos con cebolla caramelizada. Las cortezas se plantean bastante gruesas pero a los rellenos les falta espíritu, en particular al segundo: la cebolla no se siente, hay una lucha y debilidad de sabores. La ensalada que acompaña es fresca y agradable. En lo que se refiere a sánguches y a las cremas del día, si bien son de buen tamaño, hay que ponerle cuidado en algunos productos. El de roast beef llegó con un olor intenso, y los crutones de la crema, esta vez de zapallo, tenían un ligero toque a guardado.
El fuerte de Ana Avellana son los dulces y ese ambiente cariñoso que te hace sentir como en casa. A pesar de la suma severidad de algunos de los que atienden, el salón es hermoso y eso compensa, invita a volver. La calidad de los insumos se refleja en cada una de sus preparaciones. La debilidad son los salados y los precios. Entendemos que la repostería no es económica, que las porciones son grandes y que no se escatima en ingredientes; sin embargo, si se va a cobrar tanto, entonces se debería mantener la consistencia y brindar un plus que haga sentir que la compra tiene un valor agregado: como por ejemplo reemplazar varios de los envases de plástico que se usan “para llevar” por materiales más amigables con el ambiente. Sí, se puede, lo hemos visto en lugares más pequeños y de ticket más bajo.
Tipo de restaurante: pastelería cafetería. Dirección: General Mendiburu 1096, Miraflores. Horario: de martes a domingo, de 8:30 a.m. a 9 p.m. Estacionamiento: puerta calle. Carta de bebidas: café, té y jugos. Precios: sánguches de S/19 a S/28, tartas S/21,50, combos del día desde S/18, porción de turrón S/15 y de cheesecake S/20,50.Calificación: 15/20.