El aroma de Italian Food es suficiente para que las colas vayan formándose media hora antes de que Francesco empiece a despachar sus pizzas. Su pequeño local no tiene un gran cartel luminoso para atraer a los comensales, pero el calor se percibe desde que se ingresa al pasaje donde se encuentra.
Detrás del mostrador están las masas, la charcutería – salames, jamones -, el horno y un sonriente Francesco Petullá, italiano de 55 años que llegó al Perú hace dos años, cuando su país sentía los embates de la crisis.
En medio de la incertidumbre, Francesco –nacido en Torino, en la región del Piamonte– llegó al Perú para reunirse con su esposa, Paola Pozo, y sus dos hijas, quienes habían adelantado su arribo al país del que Paola salió hace casi 20 años.
Francesco no imaginó que la realidad del ajuste en Perú le haría reunirse, al día siguiente, con la nobleza de su masa italiana.
-
Un militar en la cocinaDurante uno de sus días de servicio militar obligatorio en Italia, Francesco se acercó al suboficial que comandaba la cocina de la compañía para pedirle un puesto entre los fogones. Aunque parezca improbable, en este comedor militar, donde Francesco aprendió a preparar raciones diarias para 1500 personas, se convenció de cuál era su pasión.
La marcialidad que inspira una compañía militar bien podría encontrar símiles con la hora de servicio de un restaurante. Hay una voz de mando y respuestas que secundan, al unísono, la orden mayor. Hay disciplina, orden, minuciosidad. Movimiento preciso.
Lo demás fue una sucesión de experiencias de Francesco con el delantal y la cofia puestos. Hasta hace casi dos años, cuando dejó el catering aeroportuario - su último empleo en Italia- y aterrizó en Perú para hacer lo contrario a la comida en serie.
El tecnopor y el carrito En Lima, Francesco se hizo de un cooler de tecnopor, lo forró con plástico azul y en su casa empezó a amasar varios bollos, los estiró, preparó salsa de tomate y horneó pizzas.
Al día siguiente, se acercó a un colegio de Surquillo para ofrecerlas a los escolares a la hora de la salida. Después de una primera etapa difícil, se hizo conocido y llegó a ganar entre S/60 y S/70 al día. Cuando ahorró algo de dinero construyó su propio ‘carrito pizzero’ y continuó así su aventura culinaria.
Por casi dos años estuvo así en la cuadra 9 de la avenida Villarán, en Surquillo, junto a su esposa. Al comienzo vendía apenas una o dos pizzas, pero el boca a boca de sus primeros clientes fue clave para que se corriera la voz y se hiciera conocido.
En diciembre del año pasado, abrió un local propio en la misma calle. Hoy la rutina es distinta: las masas pueden dormir al menos ocho horas en el local y hay espacio para preparar pasta fresca. Fotos de Torino han sido colgadas en las paredes y el origen sencillo de la pizza se mantiene en Italian Food.
-
El haberse trasladado a un local no ha significado el incremento de sus precios. Las pizzas cuestan S/ 14.50 (personal) y S/ 26.50 (familiar), y el cliente puede escoger la cantidad de ingredientes para cada masa.
Dependiendo del día, se pueden encontrar entre los ingredientes de la carta jamón, chorizo, tocino, salame, zapallito, champiñones, aceitunas verdes, cebolla, pimiento, berenjena, espinacas y arúgula.
En ocasiones, Francesco y Paola suman lasañas, panes campesinos, focaccia, crepas y los infaltables tiramisú y birramisú. Preparan lo justo en el día para que no haya ningún tipo de sobra.
-
Una de las máximas de Francesco y Paola es hacer posible para una familia limeña el disfrutar, un fin de semana, una pizza sin que esto signifique un sacrificio para el bolsillo, sino un verdadero gusto. Democratizar la bondad y sencillez de la masa.
Lugar: Italian Food (Plazuela El Sauzal 142, Surquillo. Altura de la cuadra 9 de Av. Villarán)
Horario: de martes a domingo, de 6:30 p.m. a 11:00 p.m.
MÁS SOBRE GASTRONOMÍA
-