La educación superior está atravesando una transformación profunda impulsada por la innovación digital. En un mundo donde las tecnologías están redefiniendo las expectativas y las oportunidades, las instituciones educativas se enfrentan al desafío de adaptar sus métodos y entornos de aprendizaje para preparar a los estudiantes para un futuro incierto. En este contexto, los padres juegan un papel crucial al acompañar a sus hijos en este proceso de transformación, buscando la mejor manera de apoyar sus decisiones y guiarlos hacia un camino educativo que les brinde no solo conocimientos, sino también las habilidades necesarias para adaptarse y prosperar en un mundo en constante cambio.
En este contexto, conversamos con Dale Johnson, expositor principal de CADE Educación 2024 y director de Innovación Digital en el Instituto de Diseño Universitario de la Arizona State University, invitado por la Universidad Norbert Wiener. El experto aborda los elementos clave que deben considerar los padres al elegir una institución educativa para sus hijos, el impacto de la pandemia en el bienestar estudiantil, y cómo las nuevas tecnologías están transformando el panorama de la educación superior.
–¿Cuáles son las características más importantes que una institución debe ofrecer para garantizar un buen ambiente para sus estudiantes?
Primero, es la comunidad. Para mí, la formación de un joven depende mucho de la comunidad. Si un padre está investigando universidades y opciones, debe tener en cuenta cómo están integrando a su hijo en esa comunidad. Si no hay actividades, conexiones con los profesores, ni oportunidades de conocer a los demás, es muy difícil integrarse en esa comunidad y cuesta mucho para un joven tener éxito en ese ambiente.
Lo siguiente es la reputación, que siempre cuenta. Es importante hablar con los vecinos, compañeros profesionales, y la comunidad de padres para ver si esa reputación se alinea con los deseos del alumno. Cada alumno tiene su camino personal, pero los padres tienen influencia. Para mí, es importante que los padres tengan una perspectiva de la carrera a largo plazo, no solamente de la institución en sí. En mi caso, yo cambié de ingeniero a arquitecto, a administrador público y, últimamente, a asesor de otras universidades.
–Sobre “cada uno tiene su camino personal”, ¿qué consejo le daría a los padres cuyos hijos están considerando carreras en campos emergentes o no tradicionales?
Yo siempre le digo a mis hijos y a los demás que necesitamos tomar decisiones que abran más caminos. Por ejemplo, si alguien quiere ser emprendedor, no debería estudiar solamente emprendimiento, sino también leyes, negocios, contabilidad, y todo lo necesario en el rubro. A veces cometemos el error de decidir desde la perspectiva de la profesión, pero si en el futuro nos encontramos en una situación donde no estamos felices, necesitamos tener opciones. Para mí, una carrera significa tener una base de conocimientos generales que permita flexibilidad en el futuro. Sabemos que muchas cosas están cambiando, como la inteligencia artificial y las ciencias biológicas, y no sabemos cuál será la carrera más exitosa. Por eso, la preparación general y la flexibilidad intelectual son cruciales.
–Respecto de las instituciones, ¿cómo ha cambiado el enfoque hacia el bienestar estudiantil en los últimos años?
La pandemia lo ha cambiado todo. Antes no prestábamos mucha atención al bienestar, porque siempre había problemas y desafíos en las vidas cotidianas de los alumnos, pero no era parte de la conversación. Durante la pandemia, nos dimos cuenta de la necesidad de prestar atención al bienestar del alumno, y esto ha plantado la semilla de un enfoque que ahora está creciendo. Se están desarrollando programas para asegurar el bienestar del alumno, no solo en lo mental o físico, sino también en la pedagogía.
–La pedagogía también debe actualizarse conforme va cambiando el mundo. Desde el lado pedagógico, ¿cómo se puede asegurar el bienestar de los estudiantes?
Para mí, es la interacción entre el profesor y el estudiante, pero también entre los estudiantes y los empleadores. Es parte de un ecosistema de bienestar. Por ejemplo, si estudio Derecho por cuatro años y cuando tomo mi primer trabajo no soy feliz, ya es un descubrimiento tardío. El bienestar comienza durante el primer año, con acceso a profesionales que están practicando, y con conversaciones con personas que están felices o no con su decisión de profesión. El cambio de actitud no es solo cumplir con los años de preparación, sino explorar las posibilidades desde el primer año y seguir adelante.
–Entonces, en el aula, ¿cómo se manifiesta este enfoque en la pedagogía?
Dentro del aula, nos enfocamos en las tácticas de interacción. Tenemos que romper con el esquema colonial de conferencias magistrales. Para mí, ese es el peor pecado que hay en la universidad. Dar conferencias en el aula es algo del siglo pasado. Ahora tenemos conferencias grabadas en línea, donde los alumnos pueden verlas en YouTube o en tu sitio. En el aula, hacemos proyectos, ejercicios, actividades, laboratorios, y experimentos donde aplicamos el conocimiento. Este es un gran cambio en la pedagogía que se ha desarrollado en los últimos 20 años, con muchos nombres como el modelo híbrido o el modelo invertido.
–Respecto de las clases virtuales, ¿qué papel juegan las tecnologías digitales en el mejoramiento de la educación?
Son clave. Hoy en día, tenemos a mano muchas tecnologías educativas que no existían hace 20 años, y tenemos que aprovechar este momento. Antes del siglo XXI, no había muchas opciones de cambio porque la tecnología confiable y accesible no existía. Ahora, hay mucho acceso y muchas opciones que pueden ayudarnos. No solo estamos hablando de inteligencia artificial, que es algo muy ajeno a la conversación pedagógica, sino de aprovechar las herramientas existentes para cambiar la pedagogía.
–Muchos padres aún son reacios a la educación 100% on-line. ¿Qué les diría a esos padres que creen necesario estar presencialmente en el aula?
Es un balance. Estoy de acuerdo con la presencia en el aula, pero no escuchando pasivamente una conferencia magistral, sino interactuando entre compañeros de clase y con el profesor. La experiencia de la pandemia, de tener que hacer educación remota, fue una pesadilla para todos, y no refleja la oportunidad que hay con la tecnología. Fue una reacción instantánea a la necesidad de alejarnos de las universidades y las escuelas. Pero, si diseñamos la experiencia de aprendizaje desde el principio con la tecnología, es algo muy diferente. En Arizona State University, ahora tenemos más de 100.000 alumnos totalmente en línea que nunca vienen a la universidad. Tenemos una filosofía de acceso, integración y éxito. Para abrir más acceso, necesitamos tecnología, porque muchos alumnos no pueden venir a la ciudad o vivir en Lima o en Phoenix; es demasiado caro y lejos de su familia.
Hay dos cosas en juego con esta oferta. Una es el mercado: si los padres no están de acuerdo o no están convencidos de que la calidad en línea es adecuada, la oferta no tendrá éxito. En Estados Unidos, hace unos 30 años, se lanzaron muchas universidades de baja calidad en línea, y hubo una reacción muy negativa en el mercado. Ahora, tenemos una oferta de calidad y garantizamos que los estudiantes tendrán la misma experiencia en línea que en la modalidad presencial. De esta manera hemos cambiado el mercado; ha evolucionado mucho y hemos aprovechado ese cambio para ofrecer educación a alumnos que no pueden venir a Arizona. Ahora, un tercio de nuestros estudiantes viven en California, otro tercio en Texas, y los demás están distribuidos por todo el mundo.
–Al inicio comentó los criterios que los padres deben asegurar de una buena institución. ¿Son los mismos criterios para las instituciones que ofrecen programas 100% digitales?
Claro que sí. Nosotros tenemos este compromiso: es la misma carrera, con el mismo contenido, los mismos profesores y las mismas evaluaciones para asegurar la calidad. Si una persona está hablando con la universidad sobre la oferta en línea, deben asegurarse de que son los mismos profesores y que el certificado al final de la carrera es el mismo. Nuestro título no dice “en línea”, sino que otorga el nombre del título.
–¿Qué consejo le daría a un padre que está ayudando a su hijo a elegir una carrera y una universidad o instituto adecuado?
Explorar, explorar, explorar. Hay que probar. Es como ir a un buen restaurante y no pedir solo un plato, sino pedir cinco platos para probar cada uno. Después, si hay un gusto específico, puedes pedir más. En este caso, un joven de 16 años debe estar visitando las universidades, pasar un fin de semana en la universidad, caminar por el campus y, si es posible, hablar con alguien de la carrera.
Yo recuerdo que a los 17 años, fui a visitar universidades en Estados Unidos. Elegí el programa que más me gustó, no solo por la reputación de la universidad, sino porque conocí a los profesores de ese programa durante la visita. Al final del día, es la relación entre los profesores y los alumnos lo que cuenta. Esa relación profesional empieza en el aula y sigue por toda la vida. Todavía tengo amigos que eran profesores míos, y ahora tengo 62 años. Hace más de 40 años que me gradué de la universidad. De esa manera, estamos construyendo comunidad. Si un alumno dice que una universidad tiene buena fama, pero le gusta más otra por la comunidad y el sentido de familia, yo iría por esa universidad. No querría estar en una comunidad que no lo acepta o no facilita su crecimiento.
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