¿Destinada al sacrificio y al martirologio como Pedro en Roma? ¿A dónde va Lima? Son preguntas que todo alcalde o futuro alcalde debiera hacerse en este momento en el que nuestra ciudad está en una encrucijada, pues es ya una megaurbe que necesita de proyectos de ese nivel.
Estos proyectos, como los de los trenes y el transporte, son liderados por el Gobierno Central por su dimensión y alcance para una ciudad que tiene un elevado porcentaje de votantes del total nacional; por eso, resulta inquietante que ningún candidato se preocupe por presentar un plan para Lima.
¿Por qué me parece importante esto? Primero porque el próximo gobernante estará presente para celebrar el bicentenario de nuestra independencia. La historia nos cuenta que para 1921, el presidente Leguía fue el principal propulsor de una serie de cambios y mejoras que no solo incluían la parte estética y ornamental de una ciudad que no se había ‘aggiornado’ desde hacía muchos años, sino que modernizó la infraestructura pública.
Alguien dijo del presidente Leguía, con gran sorna y agudeza, que fue el mejor alcalde de la ciudad de Lima. Es que don Augusto, gran conocedor de las ciudades norteamericanas y su infraestructura, sabía que en ese momento los ojos y la presencia del mundo estarían puestos en Lima. Lo segundo me parece aún más importante. En estas idas y venidas en la alcaldía, es casi imposible que se cuente con una continuidad en los planes para la ciudad. Lo que hace uno, lo borra el otro, o desvía su atención hacia otro lado a su antojo y manera.
La estructura monolítica del Estado, si bien es lenta, da para hacer obras de gran alcance y profundidad que se mantengan en el tiempo así el gobierno cambie. De la otra forma estaremos condenados a sufrir una Lima hecha de retazos, parches por aquí y por allá. En suma, Lima necesita pensarse en macro, en grande.
Cuando se hizo el PLAM 2035, esa era la oportunidad, pero hasta eso saben satanizar los políticos; se convirtió en una Comisión de la Verdad y Reconciliación para algunos, y se le desacreditó. Una pena realmente porque yo quiero ver a una Lima en los Panamericanos 2019 orgullosa de mostrarse moderna a las otras ciudades de América, pero hasta ahora no hay más que sedes.
Yo quiero ver a Lima transformada en el 2021 para celebrar con una ciudad en la que se conmemore con arte público la liberación del último bastión español en América. Quisiera que Lima regrese al verde en el 2035, ese que tuvo hace quinientos años, y en donde el río rumoroso, cuyo nombre transmutado compartimos con el de nuestra ciudad, vuelva a traernos las esperanzas de que Lima es una posibilidad. Que no nos quiten nuestro de derecho de imaginarla así.
Otro sí: agradezco a El Comercio por esta ventanita para expresarme durante dos años. Gracias por leerme y estoy seguro de que nos veremos a la vuelta de una esquina.
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