Ha pasado un mes desde que las protestas de miles de peruanos a nivel nacional impulsaran la renuncia de Manuel Merino de Lama, quien había asumido la presidencia interina por 122 horas, tras la vacancia de Martín Vizcarra. Hoy, el Perú recuerda las muertes de dos jóvenes que protestaron por defender a su país: Jack Bryan Pintado Sánchez (22) y Jordan Inti Sotelo Camargo (24).
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Ese día, el caos se había desatado en la avenida Nicolás de Piérola con Abancay antes de las 8 de la noche. Mientras tanto, Moraiba Sandoval, la abuela de Jack, veía las noticias por la televisión muy atenta. En la pantalla, una conductora de noticias anunció la muerte de una persona. “Pobre familia”, dijo Óscar Pintado, quien aún no sabía que se trataba de su único hijo.
Jack había muerto por 10 disparos de perdigones en la cabeza (4), tórax (2), cuello (2) y brazo derecho (2). Alrededor de la 1:30 de la madrugada, su prima ya había lanzado la alerta de su desaparición. La búsqueda terminó cuando dieron con él en la UCI del Hospital Guillermo Almenara.
Uno de los vecinos de la casa de su familia, Carlos Arias (27), llamó a su puerta y preguntó si Bryan, como lo conocían, estaba con ellos. “Señor, ¿podría hablar con usted un momento?”, preguntó a su papá, a quien dijo que había escuchado el nombre de “un Jack” en las noticias. A partir de ese día, Óscar tuvo que lidiar con la certeza de que su hijo, aquel sensible muchacho que cuando era niño sacó unas monedas de su alcancía y se las regaló para que pudiera pagar el pasaje del transporte público, ya no estaría con él nunca más.
Hace unas semanas, las fotografías y algunos archivos y recuerdos que estaban en el cuarto de Bryan fueron empaquetados por su abuela y su tía. Se los llevaron a Iquitos, la ciudad donde nació. Moraiba, su más ferviente consejera, su abuela-madre, no logra reponerse del recuerdo de su presencia siempre alegre. Óscar, su padre, un electricista que nunca pudo terminar su carrera, pero anhelaba ver a su hijo graduarse de estudios superiores, observa su cama vacía y siente el silencio después de ver a su lado los libros de álgebra y derecho penal sobre el estante de Bryan. Ya no lo escucha gritarles a sus amigos por la computadora cuando jugaban videojuegos o preparar sus rimas para concursar en una batalla de hip hop.
Mary Inés, una vecina de la misma edad del joven fallecido, reconoce que extraña verlo acercarse hacia ella cuando salía a pasear a sus mascotas al parque de su casa. “No me gusta hablar mucho de él, porque aún hay dolor. Me acuerdo de que, de niños, jugábamos a besarnos, después nos volvimos solo amigos de barrio. Era muy buena amigo y respetuoso, para qué”, cuenta la joven.
En casa de Inti Sotelo, el otro muchacho fallecido aquella trágica noche, las circunstancias se vivieron desde una filosofía distinta. Ni sus padres, Salvador y Luzdilán, ni sus hermanos Killa y Pacha, han podido levantar un solo objeto del cuarto de Inti. Su cama, su ropa, su celular al lado de su almohada y la caja donde está su preciada bandera del Perú están casi igual a como el joven estudiante de Turismo las había dejado por última vez.
“Respetamos su espacio, porque creemos en la filosofía andina sobre el alma, que todavía quisiera recorrer esos espacios. Pero somos, soy fuerte, porque sé que Inti, si hubiera sido yo el caído esa noche, también hubiese tenido la misma fortaleza hoy para pedir apoyo en mi nombre”, dice Pacha Sotelo, hermano del joven que recibió el impacto de proyectiles a la altura del corazón en medio del humo de las bombas de gas lacrimógeno, justo en el cruce de las avenidas Nicolás de Piérola y Lampa.
Dos días después de su muerte, la Asociación Nacional de Universidades Públicas y la Universidad Nacional de Piura reconocieron a Inti y Bryan como “héroes de la democracia”. Además, un grupo de personas hizo una vigilia en su nombre y un altar en los exteriores de la Corte Superior de Justicia.
A pesar de la frustración que pueden sentir, la familia de Inti recuerda con nostalgia algunas imágenes suyas, como cuando lo veían caminando por la cocina con una palta en la mano, o trabajando en la madrugada para entregar un pendiente académico o preparándose para montar su bicicleta camino a la playa. Nunca más podrán escucharlo hablar de lo bien que le había ido ganando dinero con sus ‘cachuelos’, ni comentar sobre la historia de Caral, de la que estaba perdidamente enamorado.
A inicios de diciembre, los deudos de las víctimas de las protestas del 14 y 15 de noviembre mantuvieron una reunión con el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Eduardo Vega Luna, y del Interior, José Elice. La familia de Inti Sotelo denunció que había recibido amenazas en una oportunidad tras la denuncia pública contra la Policía de parte de Pachas, hermano de la víctima.
De acuerdo con el abogado de Jack Pintado, Jimmy Sotomayor, aún no se ha identificado de manera directa al efectivo policial que disparó en contra del fallecido. Por ahora, el jefe de la Región Policial Lima, general PNP Jorge Callas, y el subcomandante general de la Policía Nacional, general PNP Jorge Lam Almonte, están en calidad de investigados.
En tanto, la Fiscalía de la Nación continúa con las investigaciones, que iniciaron el 15 de noviembre a cargo de las fiscales Lesly Mireillie y Juana Meza, con apoyo de los médicos legistas del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, y de la Gerencia de Peritajes del Ministerio Público.
Si bien aún no existen conclusiones tajantes al respecto, Sotomayor sostiene la hipótesis de un caso de “autoría mediata en aparato organizado de poder”. Es decir, se busca identificar la cadena de mando: cómo funcionaba el aparato organizado de poder que habría impulsado los sucesos esa noche y cuáles habrían sido las personas que integraron el mismo.
“Tenemos un testigo que vio los hechos de cerca y acusa a la Policía. Será incorporado como testigo protegido. Hay tres testigos más. También tenemos, entre otro material en foto y video, el apoyo de un fotógrafo independiente que nos ha proporcionado las fotografías, donde, justo después del impacto, llevan a Jack vivo, caminando, lleno de sangre, hasta el Centro Comercial ‘El Hueco’, donde ya no puede más y lo suben a una camilla. ‘El Hueco’ ya ha presentado sus cámaras de video vigilancia”, informa Sotomayor.
Según un informe publicado por este Diario, 69 de las 158 cámaras del Cercado de Lima están inoperativas por deficiencias de la fibra óptica. El cruce de Nicolás de Piérola con Abancay cuenta con un solo dispositivo, que desde noviembre no funciona. La Municipalidad de Lima había suspendido los procesos de compra —donde se incluyen los contratos de servicios de mantenimiento— por la pandemia en marzo.
El abogado de Inti Sotelo, Carlos Rivera, comenta que el cambio de tres ministros desde el 18 de noviembre (Rubén Vargas, Cluber Aliaga y José Elice) en tan corto tiempo ha complicado las investigaciones, luego de la asunción del presidente de transición, Francisco Sagasti.
“Lo que falta en la investigación, en el caso de Inti, es tener los nombres de los treinta efectivos policiales que estuvieron a cargo del cruce de Nicolás de Piérola con Lampa. Dentro de ese grupo, tener conocimiento de los encargados de hacer la contención, quiénes eran los encargados de disparar las bombas lacrimógenas y quiénes las carabinas de perdigones. Estamos a corta distancia de tener esa información”, agrega Rivera.
El padre de Bryan, Óscar Pintado, no se siente muy entusiasmado con el avance de las investigaciones y observa cierto letargo, pues aún no se han realizado acusaciones con nombre propio. Además, teme por su seguridad. “Desde que empezó la investigación, he visto personas extrañas rondando por el lugar donde vivo. No he tenido llamadas de amenazas directas, pero sé que otros familiares de víctimas han sido coaccionados”, dice.
La familia Sotelo considera que las investigaciones avanzan a paso lento y lo atribuyen a la complejidad de un caso que tiene a más de 200 víctimas, sea por lesiones o muertes.
El hermano de Inti entregó cinco grabaciones propias del día de la marcha y videos recibidos por las personas en redes sociales que el joven pudo resumir colocando las horas exactas. Sin embargo, el miedo continúa. “Mi celular parece estar intervenido. Mi padre recibió amenazas por teléfono. No es momento para enfrentarnos y tratamos de estar lo más lejos de la Policía”, lamenta.
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