El 23 de enero del 2020, el país despertó con una trágica noticia: decenas de personas fueron víctimas de una deflagración de gas en el distrito de Villa El Salvador (VES). En total, fallecieron 34 personas y 11 sufrieron heridas graves.
Pese a que este hecho ocurrió hace tres años, las familias afectadas buscan todavía justicia y temen que el caso judicial sea archivado antes de sentenciar a los responsables. El Comercio conversó con algunos sobrevivientes para recrear lo que lo que pasó aquel día, y para conocer sus necesidades.
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Los minutos de la tragedia (6:45-6:57 a.m.)
María Antonieta del Mar se dirigía a una bodega ubicada en la Av. Villa del Mar, a pocos metros de su casa. Si hubiese sido un día normal, ella habría ido luego a trabajar, vendiendo desayunos. Sin embargo, lo que iba a ocurrir la dejaría con el 53% de su cuerpo quemado.
A unos 200 metros de la tienda, justo donde dicha vía se cruza con la avenida Pastor Sevilla, un camión-cisterna de la empresa Transgas LG E.I.R.L. golpeó un desnivel en la pista. Los vecinos de la zona ya habían advertido a las autoridades locales de este problema.
El chofer del camión, Luis Guzmán Palomino, frenó el vehículo, se bajó y se acercó a la parte posterior del contenedor. Parecía que intentaba controlar la fuga, mientras el gas blanco salía apresurado, envolviéndolo por completo.
Hasta 2.500 litros de gas licuado del petróleo (GLP) salían del vehículo. Debido al ángulo en bajada de la Av. Villa del Mar, esta niebla avanzó libremente, ingresando a las casas más cercanas y recorriendo la pista sin obstáculo que la detenga, incluso llegando hasta donde se encontraba María Antonieta, a casi dos cuadras de distancia.
Los intentos del chofer de detener la fuga fueron en vano. El pánico se acumuló entre los vecinos. La nube invadió por completo la zona y el olor a gas alertó a las decenas de familias del lugar.
Cuando José Asto, quien perdió a su esposa e hijo en la tragedia, vio la nube blanca, despertó a sus hijos y salió lo más rápido que pudo de la casa que él mismo había construido.
Juan José Riveros, al ver lo que sucedía, también evacuó su hogar y corrió cuesta abajo, alejándose del camión. La tragedia le quitó a ocho miembros de su familia. Su hijo, de tan solo 10 años, es una de las 11 víctimas graves del accidente. El niño requiere de 11 cirugías adicionales, indicó su padre.
La ignición
Muchos de los vecinos que conversaron con este Diario dijeron que una imagen en particular de ese día abruma sus memorias: casi a la altura de donde estaba María Antonieta, una persona trataba de encender su vehículo.
Rodeado por el gas, el motor rechinaba, no prendía. Se escuchaban gritos de advertencia. Pero ante la insistencia de su conductor, arrancó y el infierno recorrió las largas cuadras invadidas por el GLP. Una pequeña chispa desató la tragedia.
En solo segundos, el fuego llegó hasta el camión-cisterna y se consumó la desgracia. Mientras las casas aledañas ardían, los gritos de dolor llenaron cada rincón de Villa El Salvador. María Antonieta había sido cubierta por las llamas, al igual que los familiares de Asto y Riveros, y decenas de otros vecinos.
En medio del caos, los menos heridos ayudaban a los quemados que se encontraban a su paso. Muchas familias se separaron para siempre.
Llamada de auxilio (6:57-7:49 a.m.)
Un vecino hizo la primera llamada a la central de emergencias de los bomberos. Seis minutos más tarde, las primeras unidades llegaron al lugar.
Seis viviendas en llamas, dos de ellas prendidas por completo. Decenas de heridos gritaban de dolor, con quemaduras graves en todo el cuerpo.
Mientras algunas víctimas eran atendidas en el lugar, otras eran derivadas a los centros de salud más cercanos. Antes de que lleguen las unidades médicas, muchos vecinos optaron por llevar a los heridos en sus vehículos particulares.
Poco a poco, los pacientes fueron colapsando los centros médicos de la zona y fueron trasladados, algunos en unidades aéreas, a diferentes hospitales de la capital.
Las primeras víctimas oficiales (8:11-9:00 a.m.)
Casi 90 minutos habían pasado desde el inicio de la tragedia cuando las autoridades anunciaron al primer fallecido: Juan Orlando Valladolid Loayza, de 50 años.
Muchos de los sobrevivientes recuerdan con claridad su actitud heroica, mientras caminaba entre la nube blanca de gas, alertando a los vecinos, pidiéndoles que corran y se alejen del lugar.
Para las 9 a.m., los incendios fueron controlados por los bomberos. Ocho niños fueron trasladados al Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja. El Ministerio de Salud confirmó 31 heridos.
Cuestionan ausencia de respaldo
Conforme fueron pasando las horas, los días y las semanas, la lista de víctimas mortales continuó creciendo.
Tres años después, la casa de Alicia Huamán sigue inhabitable, mientras que la de Olga Pomatay permanece dañada. Aún están pendientes varias cirugías de los sobrevivientes y muchos siguen sin conseguir trabajo.
Los afectados denuncian que las autoridades no dan el apoyo necesario, que las medicinas no llegan a tiempo y que los costos, de hasta S/400 por semana, los asumen ellos mismos, mediante colectas y trabajo continuo.
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