Es imposible negar que Truman Capote fue todo un personaje. Su polémica personalidad y las historias que contó a lo largo de su vida lo elevaron a un pedestal en el que se mantiene gracias a los millones de seguidores que todavía lo leen. Pero Capote fue humano y el paso del tiempo ha demostrado que, si bien su trabajo marcó una etapa importante en la historia del periodismo, es crucial que revisemos sus publicaciones con los parámetros que el oficio de narrar la actualidad ahora exige.
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Hace 15 años el fallecido actor Philip Seymour sorprendió con su interpretación del autor de “A sangre fría”. Dicha cinta mostraba a un Capote preso de sus inseguridades y carencias, así como al destacado escritor que se había hecho cargo de cubrir el asesinato de los Clutter, una familia de granjeros de Kansas, y que se vanagloriaba de no tener que tomar apuntes gracias a su capacidad de recordar la gran mayoría de información que recopilaba en sus entrevistas. Esta y otras licencias adoptadas por el autor hacen que su obra más recordada genere varias incertidumbres respecto a lo contado.
Una nueva lectura
Para Marco Avilés, autor de “De dónde venimos los cholos”, es importante entender el libro en su contexto. “Un cronista de ahora sabe que no puede imaginar ni inventar mientras que Capote perteneció a una época en que se tomaban libertades al momento de escribir. No se trata de mostrarlo como un diablo, pero bajo los estándares actuales, “A sangre fría” no sería considerado un libro estrictamente periodístico”, dijo el escritor en conversación con El Comercio.
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No han sido pocas las veces que el trabajo del escritor ha sido puesto en duda y tampoco el único; Ryszard Kapuscinski y Gabriel García Márquez también han estado en el ojo de la tormenta por algunas inverosimilitudes en sus obras. Y es que el “fact-checking” o corroboración de datos se ha potenciado en los últimos años y ha elevado los estándares de trabajo de los periodistas. El escritor Ben Yagoda publicó en 2013 un artículo en la revista Slate donde pone al descubierto algunas libertades que empleó Capote al escribir su famosa crónica.
El autor revela que, durante la investigación de uno de sus libros, encontró una prueba de impresión preliminar en los archivos de The New Yorker. “Junto a un pasaje que describía las acciones de alguien que se encontraba solo y que luego murió en el asesinato múltiple, el editor de la revista William Shawn había escrito con lápiz “¿Cómo se sabe?”. De hecho, era imposible saberlo, pero la oración no se cambió”, se lee en la publicación.
Nueva mirada a los clásicos
Rafaella León, autora de “Vizcarra. Retrato de un poder en construcción” (2019) y editora de la revista SOMOS, dijo que el periodista no es otra cosa que un narrador. “Siempre hay que lograr que los textos cautiven, pero nunca olvidar que somos ensayistas y que necesitamos una tesis para nuestra historia. El lector tiene que saber y sentir que soy yo quien investigó para contársela”, agregó. Sobre la reciente publicación de varias crónicas en formato libro en nuestro país, León señaló que el objetivo es que los temas abordados perduren para que podamos reflexionar más sobre ellos. “El reto, por otro lado, es que no se vuelvan obsoletos con los años. La crónica tiene actualidad y a la vez perspectiva, no sé cuántos reportajes o crónicas de prensa puedan tener eso”, agregó.
Si bien “A sangre fría” es considerado como el punto de partida del periodismo literario, lo cierto es que ocho años antes, en 1957, el periodista argentino Rodolfo Walsh ya había escrito “Operación masacre”, una investigación a partir del fusilamiento de cinco civiles tras un levantamiento cívico-militar. “El canon construido desde una mirada eurocentrista ha pasado por alto obras tan relevantes como la de Walsh. Corresponde hacer una revisión del canon desde Latinoamérica y desmonumentalizar el libro de Capote que personalmente no usaría en una clase de redacción o método periodístico”, señaló Avilés.
La periodista argentina Leila Guerriero asegura que “Operación masacre” creó un estilo sin precedentes. “Cuando lees el libro, notas que Walsh trabaja con materia prima inflamable. No se pasa un punto más allá, no cae en el morbo y, sin embargo, está generando suspenso todo el tiempo. Es una historia que se lee con taquicardia absoluta”, señaló recientemente para el documental “Impriman la leyenda” del canal Encuentro.
“A sangre fría” ha cumplido su propósito: ha deslumbrado a una inmensa cantidad de lectores y ha inspirado a muchos otros a regalarle al periodismo nuevos títulos. Hoy tenemos a nuestro alcance rigurosos trabajos que mantienen, a lo largo de cientos de hojas, la confianza entre el periodista que escribe y el lector que confía en que lo que está leyendo realmente sucedió. Tan solo en el Perú podemos encontrar “Guerras del interior” de Joseph Zárate, “Cuba Stone” de Jeremías Gamboa o “El código García” que reúne a diversas figuras como Daniel Alarcón, Gabriela Wiener, César Hildebrandt, entre otros. Si bien el cariño por lo estético en la obra de Capote no desaparecerá, hoy podemos decir que los hijos de aquel estilo popularizado por el periodista estadounidense superaron ampliamente a su padre.
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