A sus 57 años, la diseñadora de moda peruana Ani Álvarez Calderón (Lima, 1967) vive el día a día al máximo, pero de vez en cuando se pregunta cómo será recordada. Naturalmente, sus diseños que rescatan las tradiciones ancestrales del Perú desde la alta costura, son un claro ejemplo de la huella que deja su marca homónima en la historia de la moda peruana. Gran parte de ese legado no solo se queda en sus vestidos o cualquier otro de sus diseños; también está en las lecciones que le deja a su hija, Arianne Carillo, quien la acompaña en esta entrevista con El Comercio.
La historia empieza en 1984, cuando una joven Ani de 17 años inició su aventura en la industria de la moda estudiando en la Escuela de Diseño de Rhode Island. Diez años después, en 1994, Álvarez Calderón lanzó su marca con un par de clientas frecuentes, con la misión personal de construir su negocio en el Perú. Para el año 2000 sus prendas aparecieron por primera vez en una pasarela, y en el 2003 presentó en París su colección inspirada en Santa Rosa de Lima, evento que denomina como su “prueba de fuego”.
De todos esos hitos, el momento que recuerda con más emoción es el nacimiento de su hija, con quien trabaja en la línea BENEAI, un proyecto en conjunto que nació hace cuatro años con el propósito de promover la preservación de las técnicas ancestrales del arte kené, un diseño creado por la Comunidad Shipibo-Conibo de Ucayali para representar las propiedades curativas y vibraciones energéticas de las plantas terapéuticas de la Selva Amazónica.
Moda hecha en el Perú
Desde sus inicios, la firma peruana que trasciende fronteras ha encontrado inspiración en las culturas del Perú. Pero no fue hasta 2016, sin embargo, que Ani conoció la filosofía detrás del arte textil kené, trabajando con las artistas de Cantagallo. Se trataba de una técnica compartida únicamente entre madres e hijas, lo cual resonó en ella de manera esecial. Esta idea tomó un par de años en consolidarse, hasta el regreso de su hija en 2019 de la Parsons School of Design en Nueva York. Al año siguiente, el gran proyecto comenzó.
“Era un vínculo especial, entendíamos cómo se hacía porque teníamos esa conexión, pero esto era otro nivel de vínculo. Es algo que vi reflejado con todo el conocimiento que mi madre me enseñó, y que apareció en primer plano con el arte kené”, menciona Arianne Carrillo. “Esto que hacemos no es algo que desechas, sino que heredas, una tradición que te recuerda a alguien muy querida, como tu propia madre”, agrega Ani.
Desde que Arianne era pequeña acompañaba a su madre al trabajo, compraban telas, observaba cómo se confeccionaban las prendas e incluso llegó a desfilar con las modelos antes de algunos eventos. “La veía hacer ropa para sus mascotas o añadía detalles a algunas de sus prendas. Luego en la universidad me enviaba textiles que ella misma hacía por computadora para que los viera a pesar de la distancia”, recuerda Ani sobre la entrada de su hija al mundo de la moda y el diseño.
Además del trabajo junto a su madre, hoy Arianne cuenta con “Amarac”, su propia marca de zapatos y accesorios que ofrecen versatilidad y atemporalidad inspirada en la artesanía peruana, mostrando colores vivos para crear matices junto con colores neutros. Al mismo tiempo, desempeña el rol de directora sistemas y desarrollo de proyectos para BENEAI, una tarea que representa un gran desafío para madre e hija. “No recomiendan trabajar con familia. A veces el lado de madre me dice: ‘Aquí yo soy la mamá y por eso mando, punto final’. Fue algo que tuve que superar, pues estaba mi rigurosidad por un lado y el amor que le tengo por otro ―nos cuenta Ani Álvarez Calderón― Pero ella me ayudó a cambiar; ahora reflexiono más en mis palabras, pienso en cómo decirlas”, añade.
Lo que no ha cambiado es su firme creencia en la importancia del camino que se elige. Ani tiene muy claro cuál es el legado que deja, pero ahora hay un factor extra. “Pienso en lo que hago ahora, en el trabajo que hago con mi hija, en todo lo que parece que es un sueño hecho realidad. Tenemos más proyectos juntas, más cosas para mostrar al mundo”, señala Álvarez Calderón. “Y es que no hay mejor forma de trabajar que con tu propia madre, alguien que te va a enseñar y sostener cuando la necesites. Es un sentimiento que es constante, porque siempre necesitaremos a mamá”, concluye Arianne.
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