Puedo dar un testimonio de testigo, de estudiante sanmarquino que, a fines de los años 80, vio llegar a Herbert Rodríguez a la Facultad de Letras de San Marcos para hacer un mural. Ese fue mi primer contacto con el arte contemporáneo y también mi primera lección de valentía. Entonces no lo sabía, porque en ese momento ver a un artista “subte” interviniendo en las paredes de la universidad podía parecer parte del paisaje. Aquellos eran tiempos recios, cuando enfrentarse a la violencia senderista era una urgente reafirmación de la vida. Era peligroso: podían meterle un tiro.
El artista lo recuerda bien. En el pasadizo de Letras, su primer collage mural lo realizó al lado del periódico mural de Sendero, de fondo negro, muy ordenado en su intento de parecer racional. “Pero cuando uno se acercaba a leerlo, los términos y los insultos que inventaban eran delirantes”, dice Herbert Rodríguez, que al lado de los afiches de Abimael, pegaba imágenes de “vedettes” desnudas que los tabloides más amarillistas de la época desplegaban a dos páginas. Con el humor, revelaba el absurdo del discurso que exacerbaba la violencia. “Ese cortocircuito visual fue uno de los recursos que utilicé para que Sendero no me matara” nos cuenta el artista, treinta años después. “Yo jugaba a que no me entendieran, a que me creyeran un loquito al que podían dejar hacer sus cosas, más allá de que hayan evaluado matarme o no”, comenta.
A lo largo de esos años, Herbert Rodríguez fue desplegando en las paredes de las facultades de Letras, Sociales o Economía en San Marcos una propuesta visual cargada de crítica y sentido del humor. Una resistencia cultural contra la violencia que, lamentablemente, quedó fuera del registro de nuestra historia del arte, como sucede con todo trabajo que no se presenta en galerías. “Siendo efímeros, contestatarios y situacionistas, Yo trabajaba los collages como obras de arte. En muchos de ellos, el recurso del informalismo transmitía sensaciones de asco y violencia, incluso de forma visceral. Pero había piezas muy sofisticadas y complejas en su elaboración. Todas son diferentes, heterogéneas, no había un solo estilo, una sola línea”, explica.
Una historia que se cuenta en Venecia
El curador Jorge Villacorta recuperó esta experiencia de activismo artístico en el proyecto que presentó al concurso de propuestas curatoriales para la Bienal de Venecia de 2019. Entonces, el tema de esta gran muestra internacional se basaba en un aforismo chino: “Que vivas en tiempos interesantes”. Quedó en segundo lugar, después del proyecto presentado por su colega Gustavo Buntinx enfocado en la obra de Christian Bendayán. Han pasado tres años y, como insospechado efecto de la pandemia, tras la incertidumbre, las dificultades en los compromisos de ejecución, y la imposibilidad de convocar un nuevo concurso, se optó que la propuesta de Villacorta, titulada “La paz es una promesa corrosiva” participe en la 59 Bienal de Arte, con la ratificación de jurado y el beneplácito del Patronato Cultural del Perú.
Así, los curadores Villacorta y Viola Varotto no han desperdiciado esta segunda oportunidad: presentarán en la ciudad de los canales la obra de Rodríguez, realizada entre los años 1985 y 1990, un periodo que incluye desde su participación en la movida subterránea hasta el proyecto “Arte Vida”, que plasmó en las paredes de San Marcos como contracampaña al monolítico discurso gráfico desplegado por Sendero Luminoso. Utilizando la obra que el artista conservó cuidadosamente en su propio archivo, Villacorta y Varotto no han cambiado la propuesta original, aunque tuvieron que adaptarse a una ausencia: una potente pieza del artista adquirida hace dos años por el Centro Reina Sofía de Madrid para su exposición permanente.
La leche de los sueños
Esta nueva bienal lleva como título “La leche de los sueños”, jugando con el título de uno de los libros de la artista surrealista Leonora Carrington. Inspirados por esta frase, los creadores aportan con la obra de Rodríguez una reflexión sobre en la vida en sociedad, como los individuos debemos entendernos o enfrentarnos a partir de la participación política. “En ese sentido, ves en la propuesta de Herbert al individuo que participa de su tiempo y que pone el dedo en la llaga”, señala Villacorta. Para Varotto, por su parte, la obra del artista surge en una época de confusión. “Su respuesta, además del collage de imágenes, se basa en la palabra escrita. A los mensajes de Sendero escritos en los muros de la universidad, él respondió con otros, más explícitos y concretos”, afirma.
¿Cómo desplegar un trabajo mural que hacía gritar las paredes de San Marcos, en el pabellón del “Arsenale” donde no se permite tocar las paredes de un edificio histórico? Para ello, el proyecto curatorial contempla construir tres paredes al interior del espacio para ser intervenidas. No solo se presentarán los murales originales creados desde el collage, la serigrafía y las fotocopias pegadas con engrudo en las paredes sanmarquinas, sino también por piezas producidas a partir de las matrices originales. “Las obras irán como carne cruda, directo a la pared. No tendrán un vidrio encima, ni planchas de acrílico. Podrás verlas tal cual están, después de 30 años”, explica Villacorta.
Complementando estas obras la muestra incluirá un registro fotográfico de época realizado por el mismo artista, además de proyecciones de diapositivas y mesas de documentación que aportarán el contexto histórico de la propuesta. Todo ello nos devolverá la insolencia visual del artista, tan de fines de los años ochenta, tan incorregiblemente política.
El sentido de toda esta chamba
Herbert Rodríguez reconoce que su presencia en Venecia supone una consagración, pero él aún no se la cree. Lo vive como algo irreal, que le sucede a otra persona. Recuerda que hace unos días, rebuscando entre los papeles de su taller, entre sus manifiestos, panfletos y demás escritos, encontró un texto en el que había apuntado: “Y toda esta chamba, ¿para qué?”. Ahora, tras la designación del jurado y de los organizadores del pabellón peruano en la Bienal, el artista siente que le han cerrado la boca: “Antes no entendía la razón de todo este esfuerzo hecho a contracorriente, de forma marginal, a puro pulmón. Ahora mi obra tiene un espacio de despliegue y de legitimización espectacular. Me doy cuenta que nunca se chambea por gusto, que solo es cuestión de tener resistencia, y de seguir peleándola”, confiesa.
Según Villacorta, este es el mejor momento para presentar la obra de Herbert Rodríguez en el pabellón de Perú en Venecia, pues se vive un interés del público especializado europeo por el artista limeño. Representado por la Galería Herlitzka de Buenos Aires, su obra forma parte de las colecciones del Centro de Arte Reina Sofía y la fundación Cartier, por ejemplo, mientras que el Centro Pompidou en París también ha mostrado interés por su trabajo. “Esta es una experiencia inédita. Generalmente, para insertarse en el medio internacional un artista debe salir del Perú. En este caso, la figura es opuesta. Herbert Rodríguez es un artista que todo el tiempo ha trabajado aquí, guardando celosamente su archivo. Y son los círculos especializados de Europa, interesados en el arte anterior a los 90 en América Latina, los que han comenzado a investigarlo y buscarlo para adquirir su obra, la que poco a poco empieza a difundirse. Son esos especialistas los que han terminado dándolo a conocer en contextos artísticos significativos fuera del país”, afirma el curador.
“Curiosamente, en el Perú, aún el público no conoce a Herbert Rodriguez como se merece, y menos compran su obra”, lamenta Villacorta. Viola Varotto está de acuerdo, aunque su mayor expectativa ante esta experiencia tiene que ver con lo que ocurrirá cuando la muestra regrese al Perú después de exponerse en Venecia, y sea presentada el próximo año en una sala local. “En el fondo, su obra es como un libro de historia. Y necesitamos conocerla desde sus diferentes facetas”, añade.
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¿Qué es el Patronato Cultural del Perú?
El Patronato Cultural del Perú, institución sin fines de lucro, es el organizador y productor de la participación del Perú en las bienales de Venecia, tanto en sus ediciones de Arte como de Arquitectura. Además, promueve y trabaja junto con el Estado acciones que contribuyen al desarrollo del país. Como en ediciones anteriores, el pabellón Peruano cuenta con el patrocinio de la Fundación Wiese y del diario El Comercio. El comisario del Pabellón Peruano en la Bienal es Armando Andrade de Lucio.
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