Los dos pisos de la sala de exposiciones del Icpna de Lima han sido tomados por una multitud de personajes: danzantes, músicos, comerciantes, peluqueros, albañiles, soldados, campesinos, estudiantes, jinetes, vendedores de mercado, tejedores, lustrabotas y un largo etcétera. Hombres, mujeres, jóvenes y niños de los pueblos del valle del Mantaro, recreados en el tiempo por las hábiles manos de una estirpe de artistas que desde las primeras décadas del siglo XX se ha dedicado a desarrollar el oficio de la imaginería. Una técnica traída por los españoles e instaurada en los Andes para modelar figuras de vírgenes, cristos y santos destinados a la evangelización y la catequización de las poblaciones locales.
Sin embargo, con el transcurso de los siglos, esta actividad se fue apartando del adoctrinamiento religioso y comenzó a expresar las prácticas sociales y culturales de los pueblos. En otras palabras, las técnicas permanecieron, pero los motivos cambiaron. Y uno de los promotores de esta nueva imaginería es Pedro Abilio Gonzáles, un agricultor, leñador y artista nacido en Aza de Santa Bárbara, un pueblo ubicado a cinco kilómetros de Huancayo, pero que en 1912 era un espacio completamente rural. Ahí, él se dedicó a modelar infinidad de personajes para recrear cada actividad realizada por su comunidad.
De las manos de Pedro Abilio nacieron pequeñas esculturas humanas modeladas en madera de maguey que, tras ser pintadas con colores vivos, reproducían con gran realismo la vida en la sierra central. Este maestro de la imaginería falleció en 2006, pero su hijo menor y nietos siguieron su ruta. Germán Gonzales Alfaro hoy tiene 90 años y sigue creando personajes —en estos días trabaja en escenas referidas a las corridas de toros— y sus sobrinos Javier Gonzales, Pedro Gonzales y Antonio Páucar, quien es un reconocido artista visual, formado en Alemania, pero que mantiene vivas las raíces de su familia y ha sido uno de los gestores de esta exposición titulada “Describiendo nuestros pueblos”, junto con el curador Juan Peralta.
La plasticidad del maguey
“Fue Antonio quien me mostró el hilo para crear esta exposición, una memoria visual del valle del Mantaro y del pueblo de Aza a través de la escultura en maguey y pasta policromada, un arte que deviene de la imaginería colonial pero que lamentablemente hoy se está perdiendo”, dice el curador Juan Peralta, mientras avanza por las mesas de la sala donde están montadas las pequeñas piezas. En total la muestra reúne 90 obras, pero cada una de ellas está conformada por decenas de figuras. Peralta se detiene en una titulada ‘Procesión de la Cruz de Tayta Mayu’, de Pedro Abilio Gonzales: es un conjunto de 82 personajes dispuestos coreográficamente para reproducir un instante de la festividad. “Fíjate cómo cada personaje tiene una actitud, una posición, un gesto único”, advierte el curador. “Todo es reproducido al detalle, los objetos que llevan en las manos, los trajes, los bailes, los movimientos de quienes conforman la banda musical, los instrumentos que tocan, y esto porque cada escultura es modelada a mano, de manera individual, y ninguna se parece a otro”, destaca Peralta.
Esta vocación por la reproducción etnográfica se manifiesta más en el trabajo de Germán Gonzales, quien gran parte de su vida se dedicó al oficio de peluquero, pero, avanzados los años, retomó con gran entusiasmo la tradición de la imaginería. Él continuó, por ejemplo, la reproducción de las fiestas iniciada por su padre y agregó elementos contemporáneos, como el muchacho que revienta los cohetes, los personajes que cargan las ollas de comida o los tejedores. En el primer piso de la sala, se muestra una pequeña autoescultura en la que él se representa como peluquero. La minuciosidad es tal que se reproducen hasta los cabellos que caen por el hombro del cliente o los están atrapados en los dedos del peluquero antes de ser cortados por la tijera.
“El haber tenido más mundo, y haber recorrido más lugares que su padre, Germán ha podido desarrollar una sensibilidad mayor. Su obra examina más los comportamientos, las actitudes, los gestos de cada uno de los personajes”, precisa Peralta.
Memoria regional
Esa preocupación por el detalle destaca en piezas que reproducen escenas cotidianas como un velorio, en la que se grafica la comparsa que acompaña el féretro hacia el cementerio, desde los músicos hasta la señora que comparte la cerveza con otra mientras avanza en procesión; o como un matrimonio huanca, en la que se registra toda la pomposidad y alegría de esta celebración. Quizás una de las obras más logradas sea la que teatraliza la construcción de una vivienda: se observa, con precisión, el papel que cumple cada participante en una de las actividades más importantes de la vida comunal en los andes peruanos.
Pero más allá de los eventos sociales o festivos, el trabajo de la familia Gonzales también tiene un componente de reflexión en torno a la historia dramática de esta región. En una plataforma de cinco por seis metros, Javier Gonzales, Pedro Gonzales y Antonio Paucar representan la batalla de Azapampa ocurrida el 29 de diciembre 1820 cuando el ejército realista, con armas de fuego y pólvora, aplastó a campesinos patriotas que se defendían mayormente con picos, azadones y palos. En este caso, las piezas no tienen color y están esparcidas por la superficie como quedaron los cuerpos hace más de 200 años. Y en otra instalación, Antonio Paucar alude a otro hecho infausto como la desaparición de estudiantes, entre los años 80 y 90, durante la época del terror y la violencia. Las piezas de maguey ahora han perdido las formas y parecen espectros agrupados bajo la tenue luz de la sala.
Como destaca el curador Juan Peralta, si bien estas piezas son hechas de manera individual están pensadas, desde un inicio, para su emplazamiento colectivo. Son como pequeñas construcciones monumentales que desde una coreografía determinada reproducen la vida en una región bullente y festiva, pero también cargada de historia y dolor. Una región huanca que reclama su espacio en la memoria nacional.
Lugar: ICPNA Lima centro (jr. Cuzco 446).
Horario: martes a domingo de 10:00 a.m. a 7:00 p.m.
Ingreso libre hasta el 4 de setiembre, previa inscripción en este enlace.
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