Le debemos a un grupo de colegiales limeños la iniciativa de erigir un monumento a Francisco Bolognesi. La idea de los jóvenes del Liceo Internacional caló tan hondo, que en poco tiempo, su iniciativa motivó una colecta que logró financiar un proyecto cuya construcción fue aprobada por el Congreso en noviembre de 1899. Dos años después, el Estado cedió al municipio limeño el terreno para erigirlo, la Plaza que uniría las flamantes avenidas Piérola o Magdalena (hoy avenida Brasil), el Paseo Colón, la avenida Alfonso Ugarte y la avenida Breña, (hoy Arica).
Convocado en mayo de 1901, al concurso internacional para diseñar el monumento se presentaron 153 proyectos. En marzo del año siguiente, la propuesta del escultor español Agustín Querol (1860-1909), titulada “Salve Patria Fides”, fuye la elegida. Su precio: 130 mil soles de la época. La escultura llegó al puerto del Callao en 1903 y dos años después, el 5 de noviembre, fue instalada en una multitudinaria ceremonia. Como señalan los historiadores Juan Pablo El Sous Zavala, Natalia Deza, Juan José Pacheco y Omar Esquivel en su investigación para la Municipalidad de Lima, esa mañana de fiesta todo el Paseo Colón y sus edificios lucían adornados de banderas y guirnaldas. Las luces eléctricas resplandecieron por la noche. El desfile contó con la presencia del general Roque Sáenz Peña, héroe argentino de Arica, como invitado de honor.
Sin embargo, ese primer entusiasmo por el monumento al héroe que ofrece su vida por la patria en romántico gesto, empezó a verse cuestionado a pocos días de su develamiento. Al ensayista don Manuel González Prada, por ejemplo, no le gustó en absoluto la imagen, a la que consideró “recargada y oscura en su simbolismo” además carente de esbeltez y gracia. El autor de “Pájinas libres”, escribió: “La actitud de Bolognesi no expresa la resignación viril del militar que voluntariamente ofrenda la vida, sino la mansedumbre pasiva, la conformidad ovejuna”.
En abierta polémica, su contemporáneo Luis Fernán Cisneros destacaría su valor simbólico: “No es solo un recuerdo: es un juramento y una promesa. Es también la imagen de un pueblo purificado por el dolor y virilizado por la lucha”, escribió.
Así, mientras los intelectuales discutían sobre la amenazada “virilidad” de la representación del héroe, en las calles limeñas se criticaba que Querol, supuestamente, mostrara a un Bolognesi en estado de ebriedad, confundiendo el impacto de una bala en el pecho con la pérdida del equilibrio del dipsómano a punto de caer al suelo. Décadas más tarde, este prejuicio alcanzó las esferas del poder: en 1951, el gobierno del dictador Manuel Odría lanzó un nuevo concurso para reemplazar la estatua, por una que “realzara debidamente la actitud gallarda y heroica del héroe de la Epopeya de Arica”, como recoge el diario El Comercio la convocatoria publicada el 7 de junio de 1941.
El 3 de junio de 1954, la obra de Querol fue tristemente descendida de la cúspide del monumento por una grúa mecánica, tras atestiguar a lo largo de 48 años el crecimiento de la capital. Ese mismo día se procedió a instalar su reemplazo, la obra mucho más grande, pesada y castrense del escultor ancashino Artemio Ocaña. Odría y su ministro de Guerra, el general Zenón Noriega, fueron los encargados de descorrer el velo que cubría la burda escultura. Discretamente, el bronce primigenio era trasladado hasta el Real Felipe en el Callao, donde se conserva hasta hoy.
El héroe discreto
Un joven periodista llamado Mario Vargas Llosa, indagando por el polémico cambio de la escultura, escribió una notable descripción de la obra de Querol: “¿Habéis visto la escultura de Bolognesi? No es una impronta épica, sin duda: en un trozo lírico de bronce el héroe está agónico, la cerviz inclinada sobre el pecho mientras su brazo diestro trata inútilmente de elevar la pistola en empeño angustioso. Su rostro, sereno, parece adormilado en el cansancio. En esa actitud de muerte que dobla sus rodilla, le ha sorprendido una ráfaga de aire que agita sus cabellos y sus vestiduras y la bandera a la que se aferra, no con investiduras y la bandera a la que se aferra, no con avidez de gloria, ni con álgido gesto, sino con “lento, suave amor”, que diría el poeta”. En su artículo para “La Crónica”, al preguntarle al escultor Ocaña por el cambio de la escultura, le cita: “Era poco edificante que las tropas presten juramento ante la efigie de un moribundo”, dijo el artista.
Sebastián Salazar Bondy se sumaría a la polémica poco después desde las páginas de “La Prensa”: “Con la estatua de Querol, los mandones del régimen pasado hicieron algo inconcebible: consideraron que la actitud de la figura no correspondía a su idea operática del heroísmo –para ellos un héroe es siempre fanfarrón y estrepitoso- y entonces decidieron sustituir solo esa parte del monumento, conservando intacto el resto. El atropello se consumó casi sin protestas, pues para justificarlo se lanzó como es habitual, una andanada de patrioterías vacuas cuya refutación en el ambiente de esa época hubiera sido poco prudente”, escribió.
Tres razones para el regreso
Desde entonces, muchos han sido los intelectuales y artistas que se han manifestado sobre la reposición de la escultura, sin mayores avances. Sin embargo, 67 años después del despropósito odriísta, como parte del plan de recuperación del Centro Histórico, una decisión municipal parece resolver una injusticia con nuestro patrimonio histórico. Para Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima, institución responsable de la actual restauración del conjunto escultórico (con el equipo trabajando paralelamente en la plaza Bolognesi y en el Real Felipe), son tres las razones por las cuales el bronce de Querol debe de ser restituido a su pedestal original.
La primera, es de carácter técnico. “En lo que se refiere a la disciplina de la restauración, un monumento histórico, cuando es intervenido debe recuperar sus valores plásticos primigenios”, explica el experto.
La segunda razón es aún más poderosa: “Se trata de restituir el valor simbólico del Bolognesi de Querol. Su monumento es todo un coherente programa iconográfico. Querol presenta a un Bolognesi heroico, quien entrega la vida por la patria, dispuesto a inmolarse, a luchar hasta quemar el último cartucho. Ese es el legado del héroe”, señala Bogdanovich, preocupado por cómo ese legado ha sido borrado del imaginario popular, tras la colocación de una figura que no representa ese heroísmo. “El héroe nace con la entrega de la vida. Lo heroico es enfrentarse a la muerte sabiendo que vas a perder. Es la inmolación por la causa, el sacrificio, y nada de eso se observa en la escultura de Ocaña”, afirma.
En efecto, como señala Bordanovich, la figura impuesta por el gobierno de Odría es la de un soldado que arenga a sus tropas. “Es un flaco favor el que se le hace al gesto heroico de Bolognesi. En el marco del Bicentenario, hay que reivindicar la memoria del héroe, un sacrificio que muchos peruanos vienen replicando en la lucha contra el Covid: médicos, enfermeras, policías, personas expuestas a todo, enfrentando a un enemigo invisible. Esa es la figura que debemos rescatar”, explica el gerente de Prolima.
La tercera razón, no menos importante, tiene que ver con la propia estructura del monumento. “El pedestal diseñado para la escultura de Querol no soporta más tiempo la masa gigante, mucho más grande y pesada, de la obra de Ocaña. Además es una figura desequilibrada, pues al tener el brazo levantado, la escultura se inclina hacia adelante. El capitel es de mármol, una piedra frágil. No puede seguir esperando más tiempo un reemplazo”, señala Bogdanovich.
A estas tres perspectivas, la simbólica, la estructural, y la referida a la recuperación del Centro histórico, podemos sumar una que en los tiempos de Odría a nadie se le ocurrió. el derecho de autor. Hoy día, a nadie se le ocurriría el despropósito de intervenir en un monumento para cambiar la parte que al dictador de turno no le guste. Recordemos que este monumento fue adquirido por los ciudadanos de Lima en una colecta pública, y le pertenece a la ciudad. Un jurado escogió la obra de entre otros 153 proyectos, identificándose con el heroísmo que expresaba la obra del artista español. “La convocatoria se hizo en 1898, cuando la población tenía fresco el la memoria el sacrificio de Bolognesi. Allí estaba su valor, y así se lo quiso representar. Quienes somos nosotros para cambiar la historia?”, se pregunta Bogdanovich.
Listo para el Día de La Bandera
En estos momentos, el trabajo de restauración del monumento de Bolognesi se encuentra casi concluido, mientras que su pedestal presenta un 30% de avance. Entre las sorpresas arrojadas por el proceso se descubrió que todas las figuras angelicales arremolinadas a los pies del héroe fueron hechas de mármol, pero que tras décadas de ser pintadas de blanco, lucían como vulgar estuco. El pedestal presenta distintos colores de piedra, y las figuras, en los lados del monumento, empiezan a resurgir tras la delicada limpieza del bronce.
El Municipio cuenta con la autorización del Ministerio de Cultura para el traslado de la obra de Querol a su emplazamiento original. Solo falta la respuesta de la Comandancia General del Ejército, a la que Prolima ha cursado un oficio para que acceda a este deseo legítimo. “Es cuestión de esperar su decisión favorable. No debiera existir otra posibilidad”, señala Bogdanovich, adelantando que el plan de la actual gestión es entregar a la ciudad el monumento completamente restaurado, el Día de la Bandera, este 7 de junio.
¿Debe volver el Bolognesi de Querol a su pedestal original? Así opinan los escultores y artistas locales:
Pablo Patrucco (Artista plástico): Pasé más de diez años paseando por plazas, parques y cementerios (manía de la que no me he desprendido y que me acompaña hasta hoy) con la finalidad de descubrir nuevas esculturas a lo largo del país. La idea del proyecto en el que trabajaba era apropiarme de las mejores esculturas a través de mi pintura y dibujo. Después de haber visto muchísimas, puedo decir que pocas esculturas son más bellas que la de Bolognesi, una preciosa factura mezclada por la mano de un gran escultor como fue el español Agustín Querol, quien capta con maestría todo el afán Romántico que le producía el abatimiento del héroe en el campo de batalla. ¿Qué acto mas heroico que ofrecer tu vida en defensa de la Patria? Recordemos que Bolognesi actuó a sabiendas de su desventaja frente al enemigo, y que era imposible otro destino.
Al ser retirada la escultura, dejó acéfalo todo el conjunto. Su reemplazo, la obra de Artemio Ocaña, es de muy mala calidad y termina vulgarizando todo el contenido artístico de la pieza. No solo la virilidad y el acartonamiento de un soldadito de plomo son valores resaltables para poder visibilizar un acto heroico. El gesto de dolor, de tristeza, de resignación y la dignidad que transmite la pieza me hace compararla con otra escultura de mi predilección: la Santa Rosa de Lima de Melchiorre Cafa, expuesta en el claustro de Santo Domingo de Lima.
Cristina Planas (escultora): Es importante analizar cómo varían las necesidades de una sociedad para que podamos ser capaces de escribir la historia, asegurando la identidad de un país con la representación de sus héroes, según su época y contexto. La obra “Salve Patria Fides” de Agustín Querol fue concebida como un todo monumental, y considero importante respetar tanto este principio como al artista.
Por ello, me parece que restaurar y devolver a su lugar la obra de Francisco Bolognesi es un acto de reconciliación y respeto al sentimiento de una época y a nuestra historia. Obra que representa la intimidad de un héroe que en su disposición de dar su vida por el Perú, decide abrazar la bandera y no rendirse sino hasta quemar el último cartucho.
Eduardo Tokeshi (Artista visual): Creo que la estatua debería de volver a su sitio. La estatua de Querol tiene una fuerza dramática de entrega y heroísmo, tiene movimiento y es hermosa en el gesto. Mientras que la de Ocaña es simple y ramplona. En estos tiempo donde en todas partes se trata de escribir de nuevo la historia creo que el cambio es justo.
Jorge Villacorta (curador de arte): La obra escultórica de Querol que se conserva en el Real Felipe es muy bella. Y también conmovedora: un hombre que se desploma herido, como en cámara lenta. Por el contrario siempre me ha parecido patético el Francisco Bolognesi de Ocaña: es un ‘alguien’ de temperamento exaltado, capaz de pegarle un tiro al primero que se acerque. Eso, obviamente, satisfizo al Ejército Peruano bajo Odría. Sin embargo, reemplazar uno por otro me parece fuera de lugar. Los monumentos tienen una vida propia, que muy pocas veces corresponde a la intención que tuvieron las autoridades que los encargaron e inauguraron.
El monumento a Bolognesi es un monumento de culto: todos los 7 de junio se conmemora la Jura de la Bandera al pie de su columna. Ese culto convoca al Ejército y a escolares de la zona. A estas alturas, para el resto de la población el pronunciamiento de negativa de rendición de Bolognesi, ‘Hasta quemar el último cartucho’, como sugirió el desaparecido Juan Javier Salazar, podría equivaler a un simple “Caballero nomás”, en el habla de la calle limeña. La situación anímica de la población no va a ser cambiada con la sustitución de una escultura por otra. Más bien, sí que se debería encontrar un lugar más público para exhibir la obra de arte escultura conmemorativa que es el Bolognesi de Querol, magnífico ejemplo de alrededor de 1900. Merece ser vista por mucha más gente. Y, por favor, que ese lugar no sea el Parque de la Muralla”.
LE PUEDE INTERESAR
- Bailando Salsa en tiempos de Pandemia. Así celebraremos el Día Internacional de la Danza
- Anthony Hopkins, Oswaldo Cattone y el Oscar: ¿cuáles son las coincidencias entre dos actores unidos por “El Padre”?
- Premios Oscar 2021: ¿Que representa la presencia de Emerald Fennell y Chloé Zhao entre los candidatos a Mejor Director(a)?
- El antes y el después del Hospicio Manrique: un nuevo centro cultural para el corazón del Centro Historico de Lima
- Oscar 2021: ¿Cuáles son las películas favoritas para ganar? Hablan los críticos peruanos
- Roberto Carlos cumple hoy 80 años sin poder celebrarlo: guía para escuchar al Rey en su confinamiento
- Premios Luces 2020: en el año más difícil de nuestras vidas creamos y creemos
- Cómo un suicidio colectivo en Sacsayhuamán inspiró la novela que explora la complicada modernidad del Cusco