Presidentes que despegan de la Bahía de Paracas a bordo de flamencos blanquirrojos haciendo realidad el más apócrifo de los sueños del Libertador. Presidentes con cabeza de diablada puneña. Con cabeza clava. Con cabeza de huevo frito. Presidentes aureolados con una concha de abanico fabricada con billetes. Lluvia de billetes sobre presidentes que flotan sobre montañas de dinero mal habido. Montañas de monedas desde donde se lanzan presidentes sobre briosos corceles aludiendo a heroicas gestas del pasado. Presidentes a caballo en carruseles colmados de otros jinetes presidenciales con frac y la gloriosa bicolor cruzándoles el pecho. Presidentes que liberan esclavos contra el telón de fondo de un detergente ‘único por su blancura blanquísima’.
Hay también muchos presidentes convertidos en cápsulas del remedio ‘Peruanitis’. Un presidente está en el diván y de sus labios salen jeroglifos. Un elástico grupo de presidentes hacen ejercicios físicos en la explanada de Palacio de Gobierno. Y hacia el final de la muestra, el obituario del dignatario que luchó contra la corrupción y murió encarcelado por corrupto. Misas de agradecimiento a presidentes sentenciados por delitos que dizque no cometieron. Presidentes que purgaron prisión por varios años porque, dicen, solo querían lo mejor para su pueblo. Y sobre billetes de alta denominación, la triste celebridad de algunas frases: ‘La plata llega sola’, ‘plata como cancha’, ‘por dios y por la plata’, ‘por la plata baila el mono’, ‘billete en mano chivato en pampa’.
Pero hace obra
“Leyendo noticias de 1921 pude constatar el entusiasmo y orgullo que los ciudadanos de entonces tenían por nuestra nacionalidad, cosa que se expresaba en toda la memorabilia de la época: los símbolos patrios, los monumentos donados al Perú, etcétera. Yo que había vivido los traumáticos años ochenta y noventa me di cuenta que ese orgullo por ser peruano había desaparecido, excepto cuando se hablaba del boom gastronómico. Fue ahí cuando se me prendió una chispa y salieron muchas y sorprendentes ideas”, dice Gonzalo García Callegari (Lima, 1971), artista dueño de un largo proyecto pictórico que reflexiona lúdicamente sobre nuestra nacionalidad.
Lo cual, en términos visuales, nació como un escudo poblado de pequeños personajes que talaban el árbol de la quina, se llevaban el oro de la cornucopia y transformaban al auquénido nacional en una ‘vicuña de troya’, vacía por dentro. A semejante deconstrucción le siguió el licuado de escenas de la historia del Perú con la de Grecia, Egipto y China. Luego desfilaron por su paleta connotados próceres de la independencia en una vuelta de tuerca transfigurada por el humor. “Cuando la muestra estuvo lista y ya tenía fecha para exponer, me di cuenta que solo era el inicio de una serie a la que llamé ‘Peruanismos’. Y que iba a volver al tema muchísimas veces porque el Perú es inacabable e inabarcable”, dice.
Lo cierto es que, después de un tránsito francamente cáustico en el que no quedó insigne con cabeza, abre las puertas al volumen 4 de sus ‘peruanismos’ con una serie que empezó durante la campaña electoral del 2016 y culmina ahora, cuando el tema de marras sigue permeando la realidad. Y con la misma sucesión de interrogantes que atormentan a la desconcertada masa electoral:
¿Por qué ponemos en el presidente todas nuestras esperanzas, anhelos y deseos? ¿Por qué somos un país con autoridades tan corruptas? ¿Por qué los ciudadanos peruanos terminamos siempre frustrados con el desempeño presidencial? ¿Por qué sentimos que el presidente está desconectado de la realidad y siempre anda por las nubes? ¿Por qué siempre tenemos que elegir al “menos malo” de los candidatos presidenciales? ¿Por qué no podemos salir del subdesarrollo? ¿Por qué nos tenemos que hacer tantas preguntas?
Tuerca a la vuelta
Así, las 35 obras de “El presidente, sus ministros, el ladrón y su amante”, su actual entrega, intenta responderlas. O, acaso, incidir más en el desconcierto, la extrañeza y el despiste. “El presidente nunca está solo. Tenemos a los ministros que lo rodean y lo adulan y si alguno le empieza a hacer sombra o yerra es inmediatamente reemplazado por otro. Son una suerte de pararrayos. La corrupción está encarnada en ‘el ladrón’, que casi siempre se confunde con el primer mandatario y, como último elemento de la ecuación, escogí a ‘la amante’ , que es la patria, a la que se le quiere, pero a la que siempre se le termina sacando la vuelta. Me propuse trabajar esta serie como una gran tragicomedia. Ya tenía a los personajes y solo era cosa de escribir el guión. Y de eso se encargó la coyuntura”.
El inesperado hándicap llegó con la pandemia para configurar una especie de ‘tormenta perfecta’ que concentra todo lo malo que podría habernos pasado. Y que está pasando. “Creo que a pesar de todas nuestras carencias y problemas, el peruano es un gran sobreviviente. Va siempre para adelante, se adapta rápidamente a los cambios y sabe salir del hoyo como sea. Ese es nuestro gran valor. Creo que la gran tragedia va por otro lado. Tiene que ver más con el egoísmo, con la angurria y la mediocridad”, señala, descorriendo el óleo de un escudo nacional que derrama sangre sobre seis mandatarios, que se bañan con ese líquido y bailan sobre un mismo charco. “Esa es la de siempre”, dice.
Más información
Lugar: Sala L’Imaginaire de la Alianza Francesa de Miraflores
Dirección: Av. Arequipa 4595 – Miraflores.
Fechas: Hasta el 7 de agosto.
Horario: De martes a sábado de 10 a.m. a 7 p.m,
Inscripción previa: l.silva@alianzafrancesa.org.pe
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