A la entrada nos recibe una típica custodia andina de plata sobredorada. A su lado, un lienzo del siglo XVIII plasma la adoración de la eucaristía. En este sublime diálogo entre ambas piezas, el visitante que recorra la renovada sala de platería peruana del Museo de Osma podrá tener una idea muy clara de la utilidad del objeto: la exhibición de la hostia consagrada para la veneración de los fieles. Una ceremonia realizada en un contexto político y eclesiástico propios del siglo XVII, cuando el culto a la eucaristía era una devoción emblemática de la monarquía española y de la entonces reinante Casa de Austria.
Otro ejemplo de feliz diálogo: entre las casullas y dalmáticas usadas por los sacerdotes para sus misas, bordadas en finos hilos de plata, se ha colocado un cuadro votivo de La Virgen de los Reyes, patrona de los sastres. La mano del pintor anónimo retrata al gremio confeccionando las regias prendas. Como señala Luis Eduardo Wuffarden, uno de los curadores de la renovada sala, además de replantear su recorrido la museografía propone un sentido más didáctico, contextualizando las piezas de plata con pinturas de época, permitiendo con ello ilustrar sus usos, la evolución en el tiempo y la continuidad de sus técnicas.
A inaugurarse el próximo 30 de noviembre, el guion museográfico de la exposición permanente en el Museo de Osma empieza con las más tradicionales piezas virreinales y concluye con trabajos republicanos que mantienen la tradición de la platería colonial. En su rigurosa selección de objetos, los curadores han rescatado algunas piezas de los depósitos e incorporado otras provenientes de colecciones privadas, cedidas en préstamo para cubrir cualquier vacío en la colección del museo. “La nueva sala no pretende ser una exploración académica sobre la platería peruana, sino que intenta invitar al visitante a reflexionar sobre los usos de esta producción, sean doméstica, festiva o sagrada”, señala Ricardo Kusunoki, también responsable de la curaduría.
Así, a objetos religiosos propios de talleres de Lima y Cusco, tan fascinantes como el Cristo de Balvanera, tallado en marfil hispano filipino con peana y cartoneras de la cruz limeñas, o el retablo de la Virgen de Copacabana, una de las grandes simbologías del arte virreinal realizado en el sur andino, se suman objetos festivos como máscaras de máscaras de danzantes del siglo XIX, realizadas en la sierra central, por ejemplo. Piezas que dan cuenta de cómo este acentuado sentido suntuario marcaba la vida cotidiana y ceremonial del virreinato peruano.
Y como destaca Wuffarden, la muestra se complementa con una de las mayores colecciones de monedas y medallas de oro existentes en el mundo: la colección de Guillermo Wiese de Osma. Esta abarca desde las famosas macuquinas, acuñada a golpes de martillo entre los siglos XVI al XVIII, hasta monedas republicanas, incluyendo la Libra Peruana realizada en la época del presidente Piérola. “La acuñación de monedas de oro es algo que no se suele ver en los museos peruanos. Aquí podemos ver un despliegue realmente importante”, precisa.
Brillo y memoria
Durante el virreinato, la práctica de la platería estaba muy extendida en todo nuestro territorio. Sin embargo, como señala Wuffarden, los grandes focos se producción se concentraban en Lima, más apegada a los usos y repertorios decorativos europeos, y en el Cusco, cuya influencia se extendía por el sur andino y el Alto Perú, marcada por su gran originalidad. “El momento de eclosión del barroco andino se dio en la época del Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo (Madrid, 1626 - Cuzco, 1699), quien renovó todo el ajuar de las iglesias de la diócesis del Cusco. Se trata de piezas muy características del estilo mestizo”, señala el reconocido historiador de arte.
Por su parte, Kusunoki explica que a las definidas tradiciones de Lima y Cusco en el siglo XVII y XVIII pueden sumarse los talleres de Arequipa y Trujillo, también de visible personalidad. “Dos investigadoras españolas, Cristina Esteras y María del Carmen Heredia, son quienes mejor han investigado esta producción, viendo formas y reconociendo filiaciones para definir las diferentes tradiciones de platería”, explica el experto.
Posteriormente, cuando las minas en Potosí pasaron a ser administradas por el Virreinato del Río de la Plata como parte de las reformas borbónicas, nuevos centros de producción minera darán inicio a nuevas tradiciones del trabajo en plata. “En la sierra central, probablemente no hubo una tradición hasta comienzos del siglo XIX, cuando Cerro de Pasco se convirtió en un importante centro productor. Eso explica la aparición de platería festiva en Huánuco, Huancavelica y Pasco, donde uno puede encontrar ajuares de plata de danzantes fechados hasta 1906. Es algo que aún espera mayores estudios”, añade Kusunoki.
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LUGAR: Museo Pedro de Osma. Av. Pedro de Osma 421, Barranco.
HORARIO: De martes a domingo, de 10 am a 6 p.m.
ENTRADAS: Adultos: 20 soles. Estudiantes y adultos mayores, 10 soles. Niños hasta los 11 años: Libre. Boletería del museo.
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