En 1770, el virrey Manuel de Amat y Junyent encomendó a pintores de la corte una serie de pinturas sobre los diversos mestizajes que definían el perfil de la población del virreinato del Perú. Las remitió al rey de España Carlos III, y luego de diversas mudanzas, estas pinturas recalaron en el Museo Nacional de Antropología de Madrid, en la céntrica calle Alfonso XII, al lado del Real Jardín Botánico. El año 2000, la serie volvió al país para presentarse en una muestra temporal en el Museo de Arte de Lima. Para la institución, poseer los lienzos del mestizaje era un sueño imposible, pues significaban un revelador documento sobre el pasado colonial, en el cual podía rastrearse la trama de prejuicios raciales y de género que hasta hoy fragmenta la sociedad peruana.
No es lo mismo, pero es igual: en la muestra “Sandra Gamarra. Producción / Reproducción. 2020-2021″, muestra que inaugura la sala de Arte Contemporáneo del Museo de Arte de Lima (MALI), una de las artistas peruanas de mayor proyección internacional cumple el sueño de esta institución, al reinterpretar esta serie de veinte óleos a pedido del virrey que amó a la Perricholi para donarlos a su colección de arte contemporáneo. La serie forma parte de una investigación que Gamarra ha venido realizando en los últimos años sobre los géneros clásicos de la pintura. Su interés es demostrar cómo estas representaciones siguen vigentes en nuestra época, trasladando su sentido hacia la publicidad, o incluso las nuevas tecnologías. Así fue que nació su curiosidad en esta serie dedicada a las castas.
La primera sorpresa que la artista se llevó al buscar las pinturas en el Museo Nacional de Antropología fue descubrir que ni siquiera estas obras estaban colgadas. Las autoridades del museo ni siquiera les habían atribuido a estas piezas un valor artístico o conceptual. Algo que no debería sorprendernos, pues recién en los últimos años los estudiosos españoles han ido abandonado su profundo desdén por el arte colonial americano, al que por mucho tiempo consideraban meras copias del arte religioso europeo.
Gamarra, como nos explica en esta entrevista vía Zoom desde Madrid, donde reside, tenía una fantasía permanente: que estos cuadros no solo volvieran a estar expuestos, sino presentados en un museo de arte, lejos de ese contexto antropológico que los consideraba simples documentos de la ciencia del siglo XVIII. Así, pensando en el proyecto con su pareja, Antoine Henry-Jonqueres, director del LiMac, (ficción museal que ambos desarrollan), llegaron a la conclusión que la manera correcta para que estas piezas ocuparan el lugar que merecen, era donarlas al MALI. Por ello, para ambos, parte del concepto de la propia serie está en el hecho de haber sido realizadas para ser donadas, reemplazando así este simbólico vacío. Es una especie de espejismo, el eco de una obra pintada hace 251 años, que le permite hablar no solo de las razas que conforman la sociedad peruana, sino especialmente del sentido último de “Producción” y “Reproducción”. Por un lado, la reproducción masiva de las obras de arte, y por otro, el papel subordinado de las mujeres en la producción y la reproducción de la fuerza laboral. Para ello, la artista parte de la palabra “produce”, empleada reiteradamente en las leyendas de las pinturas originales (blanco e india producen mestizo, Negra de Guinea y español produce mulato, entre otras) y enlaza este subtexto con citas manuscritas de influyentes pensadoras feministas contemporáneas como Silvia Federici o Claudia Mazzei, referidas al patriarcado histórico.
Por cierto, para hacer aún más coherente con el concepto de las piezas, para la realización de las piezas la artista las mandó a hacer a una empresa China, el país que hoy define nuestro imaginario ligado a la reproducción masiva. “Yo quería imaginarme en el momento en que se hicieron las pinturas originales, cuando el Perú era un centro de producción de obras religiosas, donde había muchos talleres y éramos, sobre todo, copistas”, señala la artista visual. Paradójicamente, advierte Gamarra, hoy el lugar de donde sale prácticamente todas las reproducciones de pinturas es China, como gran fábrica visual. “En estas obras, yo quería que la observación del espectador no pasara por la mano del pintor, sino que se trasladara a la idea de reproducción masiva”, explica.
¿Cómo ubicamos la serie “Producción / Reproducción” dentro de un trabajo tan personal tuyo, ligado a la paradoja visual, los mecanismos del mundo del arte y la apropiación?
Hace algunos años me invitaron a presentar un proyecto para el MALI, pero por diferentes motivos fue postergándose. No fue para nada premeditado que sea presentada para el Bicentenario, aunque dada la coyuntura, pareciera pensada para este momento.
Luis Eduardo Wuffarden es el curador de tu muestra. Es interesante que tu trabajo contemporáneo esté en manos de un experto en la pintura histórica...
Ha sido muy enriquecedor trabajar con él. Conversando, lograba encontrar con él otras respuestas e información que él tenía mucha más fresca y a la mano. Wuffarden podía rastrear cómo ya el comercio de productos Chinos en tiempos del virreinato tenía ya estas características de reproducción de un original. Él sabía, por ejemplo, que había un comercio de telas que copiaban la manufactura europea, que resultaban mucho más baratas. Me comentaba que, seguramente, las ropas que se plasman en los cuadros del mestizaje seguramente eran confeccionados con las telas procedentes de China. Es muy interesante rastrear en la historia la fascinación que los peruanos tenemos con la copia.
El pasado resulta mucho más contemporáneo que nos imaginamos. Sin embargo, hay toda una tradición académica que menosprecia las copias en la pintura. ¿Hoy estamos revalorizándolas, añadiéndole un nuevo sentido?
Si hay algo muy contemporáneo en la pintura virreinal radica en que es un arte de copias. De repente, es una forma de acercarnos a lo contemporáneo desde ese lado. Hoy la idea de “autoría” es mucho más amplia y flexible, y con ellos se ha abierto un campo fértil para repensar la creación sin esa carga tan pesada que esta supone.
El tema de género en esta muestra es evidente. Cuando los cuadros originales utilizan la palabra producción como el fruto del “cruce de razas”, tú lo asumes con otro sentido: la situación de la mujer subordinada en el rol de reproducción de los hijos, considerados futura mano de obra...
La mujer está relegada en el plano del salario, pero no en el de la labor, porque allí nunca ha parado. Sí que me interesaba poner en el mismo plano la idea de la “producción”, más asociada a lo masculino, versus la idea de “reproducción” que incluye el mismo cuidado de los hijos. Reproducir un futuro obrero obliga a una serie cuidados, años para que un niño termine siendo “una persona de bien”.
Una persona “productiva”...
¡Además! Cuando pensaba en el título de la muestra, no podía dejar de pensar en mi hijo pequeño y mi propio cuadro de castas que lo ha producido. Todas estas son reflexiones que vienen con la observación de mi propia transformación. He tenido que adecuarme a lo que es trabajar con un niño.
¿Qué ha cambiado en tu trabajo con la maternidad?
¡Tema largo! (ríe). Creo que tal vez porque una es la que carga, la que da de lactar, desde un principio pensé en los cuidados que debía de tener con mi cuerpo, ya que iba a ser compartido por otro ser. El cambio empezó por los materiales que utilizaba para trabajar. No sé si la vida te cambia, pero sí ha tenido que ampliarse, crear otros espacios para poder hacerme a mí misma.
Tu exposición inaugura como espacio la Sala de Arte Contemporáneo del Mali. ¿Qué representa para ti ese ingreso?
La verdad, ha sido una muestra que se ha ido moviendo en el tiempo y en el espacio. Al inicio, me habían invitado a ocupar el espacio de las escaleras, y poco a poco, no sé cómo, me fui metiendo al segundo piso. No ha sido intencional, pero siempre he sentido que me he ido camuflando en la autoría de otros. El hecho de que sean piezas no originales y no pintadas por mí, casi casi me coloca en una posición de observadora de lo que está pasando. Y ahora más, sin siquiera estar en Lima. La distancia es real. Siempre he sentido que la serie de las castas me iba hablando por partes. Al inicio, esta cuestión tan racional de decir: blanco e india producen mestizo, esta fantasía de decir A + B = C, me molestaba. Yo también vengo de una familia mixta y cada uno de mis hermanos es más diferente que el otro. La serie me hacía sentir un error, porque nunca damos C como resultado, sino muchas variantes. En ese sentido, esta muestra es una oportunidad para perturbar este orden.
Sepa más
Nueva Sala de Arte Contemporáneo del MALI. Paseo Colón 125, Parque de la Exposición, Lima.
Temporada: Hasta el mes de junio de 2022. Los usuarios pueden adquirir sus entradas mediante la plataforma JOINNUS.
La conferencia
El 24 de agosto, a las 5 pm. El MALI organiza un conversatorio virtual con la artista, vía zoom, transmitido además por la plataforma de Facebook del museo.
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